Existe un concepto, demasiado ignorado (no solo) en el ámbito educativo, denominado coste de oportunidad. El coste de oportunidad es la cantidad de un producto o servicio a la que debemos renunciar para obtener otro producto o servicio. Y eso es algo que, por desgracia, (casi) nadie pone en la mesa cuando habla de ciertas medidas que tomaría o dejaría de tomar para mejorar la educación. O, más bien, para mejorarla según su criterio.
Imaginaos un ejemplo muy básico: el currículo. Modificar horas de una determinada asignatura (normativamente materia) para aumentar su carga lectiva implica que, con el horario que se tiene, haya otra que deba reducir su horario en la misma proporción. Así pues, por ejemplo, si quisiéramos en mi Comunidad aumentar una hora semanal de Tecnología, deberíamos proceder a renunciar a una hora de otra cosa. Y ahí es dónde entra la necesidad de analizar si ese aumento repercute, más allá de en los intereses personales del profesorado de esa asignatura, en el aprendizaje del alumnado. Repito. Aumento que va asociado a la reducción de carga horaria de otra asignatura porque, como bien entenderéis, los horarios del alumnado no son ilimitados.
Otro ejemplo. Imaginaos que, como directores de un centro educativo os quedan, por asignar, cuatro horas de Inglés en un primero de ESO, seis de Matemáticas en un cuarto de ESO, cuatro de Educación Física y dos de Dibujo en tercero de ESO. Vuestra Comunidad establece, por defecto, una asignación horaria de 18 horas lectivas (que no laborales) para cada docente de Secundaria. Por tanto, con esas horas se os asigna un nuevo docente. ¿De qué especialidad lo pedís? ¿Lo pedís de Inglés? ¿De Matemáticas? ¿Ofrecéis la vacante como Matemáticas e Inglés? ¿Qué hacéis con las horas que faltan? Es una decisión que implica ciertas cosas. Y es importante tener en cuenta cómo afecta esa decisión al aprendizaje del alumnado. Por cierto, también debemos pensar en los docentes y en qué implica que hagan ciertas cosas.
Ratios. Va, otro melón. El típico tema de las ratios y de la necesidad de reducir las mismas. ¿Podemos reducir ratios hasta el infinito? Permitir asignaturas con tres, cuatro o cinco alumnos, implica que las ratios, por cuestiones presupuestarias, deben ser más altas en otras asignaturas. Si eliminamos esas asignaturas que, normalmente son optativas, permite tener menores ratios en otras. Entonces, ¿qué hacemos? ¿Hasta qué punto es mejor ofrecer una optativa en Bachillerato con muy pocos alumnos que tener desdobles en las asignaturas instrumentales de primero de ESO? El dinero es el que es. No es ilimitado y cada docente cuesta muchísimo dinero.
Va. Más ejemplos. Subvencionar libros de texto hace que ese dinero no pueda destinarse a equipar laboratorios en los centros educativos. Entonces, ¿qué hacemos? ¿Qué tiene un mayor impacto en el aprendizaje del alumnado? ¿Hasta qué punto un laboratorio es más prioritario que un libro de texto? Un detalle. Que la administración cree sus propios materiales educativos y los ofrezca a los docentes también tiene un coste. ¿Es más efectivo esto que tener un banco de libros de determinadas editoriales? Un detalle. Elegir una editorial determinada hace que esa decisión afecte al alumnado.
¿Apostar por convenios con multinacionales tecnológicas o mantener aplicaciones «más caseras» elaboradas por las administraciones educativas? Esto es una decisión que también implica muchas cosas. Tener un convenio con Microsoft, Google o Amazon garantiza un determinado servicio de calidad que es imposible mantener, con aplicaciones propias, para una administración pública. Y, como he dicho antes, no disponemos de dinero ilimitado. Por tanto, ¿qué decisión tomamos? Decisión que implica otras cosas y tiene, tomemos una u otra, unos determinados beneficios y perjuicios para el alumnado. Son decisiones que deben ser analizadas y tomadas en función de criterios puramente técnicos. Decisiones que, más allá del dinero que implican, tienen afección sobre la calidad de la educación. Todas las decisiones tienen importancia sobre la calidad educativa. Todas.
Segundo de Bachillerato. ¿Preparamos para la Selectividad o no? ¿Nos dedicamos más a dar contenidos que nos gustan que contenidos que pueden entrar en el examen, además de multitud de cuestiones transversales, o nos centramos en el modelo de examen final que van a haber de pasar nuestros alumnos? Sí. Tomar una decisión u otra tiene sus consecuencias. Al igual que algo tan simple como decidir, como he hecho muchas veces en mi vida profesional, qué proyectos iban a hacer en el taller de Tecnología. O, en caso de otras asignaturas, decidir si se aprenden Matemáticas con el método Singapur, con el OAOA o siguen haciendo operaciones con el método tradicional. Es que hasta decidir si aprenden a leer con el método fonético o global tiene sus consecuencias para el alumnado.
Podría seguir con muchos más ejemplos. No es fácil tomar decisiones en educación. No es fácil ni a nivel macro ni a nivel micro. Y, siempre que las tomamos o las toman, hay un coste de oportunidad que, tal y como os he dicho con los ejemplos, no siempre es económico, pero sí de afección directa o indirecta en el aprendizaje del alumnado.
Todo lo que se hace en educación es «a cambio de algo». Esto de la educación es un puzzle en el que cada pieza cuenta. Así pues, siempre toca ver el puzzle en su conjunto. Y sé que es muy complicado.
Disfrutad del finde, de la familia y de todo aquello que podáis. El tiempo pasa muy rápido… y los momentos, también.
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