Ayer leí en X a un docente de Universidad decir que había destinado toda su clase a que su alumnado analizara un artículo de opinión suyo que publicó en un medio de comunicación y recomendando, como algo imprescindible, el colectivo educativo del que forma parte.

Debo ser muy poco sensible con las necesidades de promoción de uno porque, sinceramente, a mí me da la sensación de que las aulas, especialmente en carreras relacionadas con la educación, deberían ser lugares para preparar al alumnado. No para vender el libro o la ideología política de uno. Pero bueno, allá cada cual con su ética. Y, seguramente, alguien le llamará a capítulo. O quizás no.

Relacionado con lo anterior y dentro de mi necesidad, en los últimos años, de alejarme de debates cansinos en redes sociales y con ganas de aportar, voy a hablar hoy de «red flags» en investigación educativa. Y lo voy a hacer, a diferencia de artículos de opinión, con una tabla que creo que sería mucho más importante de analizar y de distribuir entre el alumnado de carreras relacionadas con educación que pasarse todas las clases haciendo apología de la ideología de uno. Lo sé. Soy así de raro. Creo en la necesidad de aprender y no de adoctrinar.

Fuente: https://x.com/rastokke/status/1850006409758507418

Las principales señales de alarma que debéis tener en cuenta cuando leáis cuestiones relacionadas con (supuestas) investigaciones educativas son las siguientes:

  1. Exageración en lo que dice que demuestran e hipérboles en la comunicación.
  2. Falta de sentido o ausencia de criterios de medida.
  3. Condiciones experimentales que no se parecen al aula real.
  4. Un diseño de investigación débil.
  5. Citas cuestionables.

Por tanto, alejaos de aquellos que solo incluyen investigaciones cualitativas sin una toma de datos contrastada y seria. De aquellos que os venden que una encuesta lanzada con un formulario, que contestan cuatro, tiene alguna relevancia. De aquellos que hacen experimentos solo en aulas de amiguetes y con unas muestras ínfimas o… de aquellos que, simplemente, acaban citando siempre a Piaget, Dewey o Biesta. No porque sea malo que los citen. Tan solo porque son los únicos a los que siempre acaban citando porque, al final, son los únicos de los cuales se han leído el resumen de lo que publicaron o lo han pasado por el ChatGPT.

Investigar en educación es harto complejo. No es fácil diseñar ni llevar a cabo una investigación educativa. Es por ello que si veis a alguien que, como el caso que os he comentado al principio, solo habla de supuestas investigaciones que reúnen una o varias señales de alarma, además de dedicarse solo a hablar de opiniones propias, muy sesgadas ideológicamente, vetadlo como fuente de información fiable. No lo es. Ni tampoco alguien que sea capaz de publicar diez investigaciones al año. Eso sí, en este último caso no estoy hablando solo de educación.

O empezamos a investigar en condiciones, contratando a personas que sepan cómo y qué investigar, alejándonos de la mediatización de cuatro que hacen investigación basada en «red flags», con mucha vida en redes sociales y poca en sus aulas (¡recuerdo a aquel docente, muy conocido en el ámbito educativo, cuyo alumnado tenía un mapa en el que marcaba todas las charlas que daba cuando tenía que estar dando clase en la Universidad!) o, simplemente, mejor que dejemos la educación al albur de los docentes de aula y nos centremos solo en la parte más empírica del asunto. Algo que es una pena pero que, por desgracia, la ausencia de investigaciones de calidad o, más bien la difusión de investigaciones chuscas, hace que sea la mejor opción.

Finalmente un detalle. Hay profesionales fantásticos -y no pocos- que investigan sobre educación en la Universidad. Se está haciendo mucho trabajo en ellas. Lamentablemente su investigación, oculta tras las investigaciones bluf de determinados personajes que pasan más horas en las redes que en el aula, no llega a las aulas. Y eso es una pena.


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