Se están llevando a cabo, de forma global, determinados «experimentos» educativos que, ya en su momento, fueron un auténtico fiasco. Tirando de hemerotecas, de esas que tanto cuesta a alguno digerir, nos encontramos con que la mayoría de innovaciones educativas y prácticas pedagógicas de moda son, por hablar claro, errores pasados a los que se ha cambiado el nombre y se les ha dado una capa de pintura. El mismo coche trucando el cuentakilómetros para hacer aparecer como novedad algo que, después de ser llevado a la práctica en diferentes centros educativos y demostrado su fracaso, tiene de nuevo su club de seguidores y su entramado de facilitadores.

No voy a hablar de mi contexto más cercano donde, por suerte, la mayoría de pedagogías fallidas todavía no han hecho su irrupción de forma masiva. Existen intentos. Existen campañas divulgativas para vendernos pedagogías de segunda mano, realizadas por parte de algunos «iluminados», a veces con intereses muy poco educativos pero, por suerte, la mayoría se paran, o bien por parte de algunas administraciones o, en caso de acabar pseudolegislándose, por parte de un colectivo nutrido de docentes que aplican criterios profesionales en su aula que beneficien a su alumnado.

Qué demonios. Voy a mezclar mi contexto más cercano con cosas que están pasando en otros lugares donde, por suerte, el tema ferroviario funciona mejor que aquí. Y voy a daros algunos ejemplos de disparates pedagógicos. Bueno, una miaja de ellos. Tampoco vayamos a hacerles demasiada difusión porque, al final, si uno difunde malas praxis o recetas mágicas para hacer crecer el pelo, seguro que va alguien y las compra.

Os hablo por ejemplo del BTC que ha irrumpido en Canadá. BTC es un modelo educativo, con unas maravillosas siglas, que esconden el concepto, rancio y desmontado, tanto por investigaciones como por las experimentaciones que se hicieron a principios del siglo XX, denominado «Building Thinking Classrooms». Lo sé. Seguro que a alguno de vosotros no os suena pero, seguramente, si os hablo de la frase «dejad que los alumnos construyan su propio aprendizaje», esa frase será un poco más conocida por vosotros.

Pero es que quien habla de BTC, puede hablar de los proyectos de Kilpatrick, que rebautizó como ABP un modelo mediante el cual dichos proyectos, pensados, diseñados y con una guía mínima por parte de los docentes, iban a revolucionar la enseñanza. Quién nos iba a decir que el año 2024 estaríamos recuperando una práctica educativa que fracasó en todos los centros educativos que compraron el concepto durante los sesenta, setenta y ochenta. Incluso se establecieron en centros piloto «grupos cero» en Bachillerato, sin libros de texto y mediante el «ir haciendo cosas». Lo sé. Ahora seguro que funcionará porque hay más tecnología y el alumnado es diferente. Sería algo desmontado por la teoría de la evolución y el reconocer que, para que cambien los seres humanos tienen que pasar miles de años, pero da igual. Lo importante es apostar masivamente por estas cosas. Hay, por cierto, más libros de ABP y más maneras de abordaje del mismo que alumnos en el sistema educativo.

Analicemos el DUA. Tres cuartos de lo mismo. Nuevas siglas para decir lo mismo que dijeron algunos hace ya décadas. Eso sí, con nueva chapa, con un montón de infografías y evolucionando entre versiones. Creo que ya van por el DUA 3.0. Así que, imaginaos hasta dónde son capaces de llegar algunos vendiendo fracasos pedagógicos, avalados por entidades sospechosas y con un discurso que, por lo que estáis viendo, tiene su espacio – y no poco- en los medios.

Odio las siglas. Odio que me las cambien. Odio que, por poner una hache o una zeta en las mismas, algunos crean que reinventan la rueda. Las ruedas están inventadas desde hace mucho. A nadie se le ocurriría poner en su coche una rueda que no fuera redonda. A nadie se le ocurriría usar una rueda de determinados materiales que, como bien sabemos, han provocado determinados accidentes. En todos los ámbitos uno aprende qué es lo que falla y cambia aquello que no funciona.

Entonces, ¿qué hace que en educación haya tantos docentes que estén cayendo en las redes de pedagogías fallidas? ¿Qué hace que tengan altavoz tantos personajes, muchos de los cuales jamás han pisado aula y desconocen su funcionamiento porque, su recuerdo (siempre subjetivo) más cercano, es cuando estaban estudiando en ellas? No tengo la respuesta. Lo que sí que tengo claro es que para mejorar la educación debemos tirar de hemerotecas. Y vetar que hagan determinados experimentos con los hijos de los demás. Especialmente si ya sabemos los resultados de dichos experimentos.

Mi hija se pasó un trimestre entero en cuarto de ESO haciendo una figurita de plastilina de Franco. Algo muy innovador que, seguramente, le permitió saber más historia que en otros centros educativos con un enfoque más «tradicional». El problema es que esa sabiduría no la ve ni ella ni la he visto yo.

No tomemos el pelo al alumnado ni a las familias recomprando ciertas estrategias y prácticas educativas. Se merecen otra cosa.


Descubre más desde XarxaTIC

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.