Después de la dimisión del Subdirector de Formación del Profesorado, antes de que su cese fuera forzado por los nuevos responsables de la Conselleria, para ocupar su nuevo y flamante puesto político de subdelegado del gobierno en Alicante, se han ido tomando determinadas decisiones que van a afectar, a corto y medio plazo, al modelo de formación del profesorado en la Comunidad Valenciana.

Se ha cesado a todos los directores de los CEFIRE (algún día alguien tendrá que cuestionarse por qué esos cargos son políticos) y no se ha renovado a los asesores de formación del profesorado que trabajaban en Campanar. Son informaciones que han ido corriendo como la pólvora en determinados corrillos y ha implicado que muchos de los cesados estén buscando desesperadamente algún puesto que les impida volver al aula. Hay asesores que lo hacían bien. Hay otros que no deberían volver jamás a un aula. Hay, al igual que en los centros educativos, profesionales buenos y malos.

Pero bueno, lo que me preocupa es qué va a pasar con el modelo de formación del profesorado de mi Comunidad. Siempre he defendido, incluso delante del ex Secretario Autonómico y el propio ex President de la Generalitat (en un premio que, seguramente por error, me dieron), el error que suponía volver al modelo de CEFIRE y no plantearse un nuevo diseño de formación para el profesorado. Lamentablemente las decisiones fueron por otro lado: aumento del número de CEFIRE y de asesores de formación hasta unos números inasumibles para cualquier tesorería. Y, por desgracia, sin mejorar el modelo de formación. No por las personas. Más bien por el propio modelo. Un modelo que, por desgracia, se convertía en unos reinos de Taifas en los que cada CEFIRE ofrecía la formación, en función de los contactos que tenía, que le daba la gana.

Estos días he estado hablando con mi mujer del tema y le he dicho de forma irónica qué le parecería que me fuera de director al CEFIRE de Sagunto. Me ha dicho que le daría vergüenza. Y el problema es que esta es la opinión de un gran número de docentes que, por desgracia, ven el modelo estructural de formación actual, como un chiringuito para colocar a cuatro amiguetes. Repito, es la percepción. No digo que sea la realidad del asunto porque, como he dicho anteriormente, hay gente muy válida (y otra que no) en esos lugares.

La verdad es que, volviendo al leitmotiv del artículo, yo sería partidario de cerrar todos los CEFIRE y dedicar unos meses a establecer un nuevo diseño del modelo de formación del profesorado, mucho más profesional y con unos itinerarios formativos, tanto en formato presencial como virtual, que permitieran, en función de la etapa educativa en la que uno se encuentra dando clase, una mejora en la calidad del proceso de enseñanza-aprendizaje. Con un modelo de evaluación continuo y alejándose de las pseudociencias o de las contrataciones de determinados ponentes que solo están ahí porque son amigos de los asesores de formación.

Profesionalizar el modelo de formación del profesorado es algo imprescindible. Ahora falta ver si el cese que se ha producido es “para colocar a los suyos” o “para reformular el modelo de formación del profesorado”. Si es para lo segundo, les felicitaré, porque hace mucha falta.

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