Hace nada me ha saltado la nueva actualización de Telegram que, dentro de sus múltiples novedades, permite el envío de archivos de hasta 2Gb (fuente). Y ello me lleva a pensar por qué estamos usando, en muchas ocasiones, la peor alternativa tecnológica y con menores prestaciones, habiendo tecnología que lo hace todo mucho más sencillo, nos permite disponer de más funciones o, simplemente, facilita la vida. No olvidemos que la tecnología debe facilitar la vida y todo lo que sea complicarla debería estar al margen de su uso. Es algo fácil de comprender.
Refiriéndome a Telegram, que se halla a años luz de Whatsapp, nos encontramos con un uso masivo del segundo por parte de los usuarios. Es mucho más fácil tener un amigo con Whatsapp que con Telegram y ello a pesar de los problemas de privacidad que supone la pertenencia de Whatsapp a Facebook. Sinceramente, eso es algo muy difícil de comprender porque en este caso «no hay marca que pese en la decisión». Uno puede comprarse un iPhone o un iPad para decir que tiene un aparatito de la «manzanita» pero, en el caso que sirve de leitmotiv a este post, los motivos no se entienden. Bueno, quizás el único motivo sea que… «como todo el mundo tiene Whatsapp, yo hago lo que hace todo el mundo». Algo muy parecido a que «como todo el mundo se tira del puente, yo me tiro». Eso sí, sin tanto riesgo para la integridad física.
Lo mismo sucede en cualquier decisión tecnológica. Hay elementos que pesan mucho más que lo que deberíamos exigir a una herramienta y/o producto tecnológico. Elementos que nada tienen que ver con la calidad y con aspectos que, más allá de la moda o la expansión de su uso, tienen mucho de subjetivos. La tecnología, no lo olvidemos, no se vende en función de lo bien que funciona, las cosas que puedes hacer con la misma o, simplemente, la facilidad de uso. La tecnología tiene una campaña detrás de captación de usuarios/compradores que hace que, en la mayoría de ocasiones, el usuario no esté comprando/usando la mejor alternativa posible: está usando la que le han vendido que es la que tiene que usar, con independencia de ser la peor alternativa posible. Y si ya cuenta con una potente estrategia de marketing detrás, el valor real de la tecnología y su usabilidad -o prestaciones- queda totalmente al margen de la decisión de compra o uso.
En el ámbito educativo se están usando malas alternativas tecnológicas que, aparte de ser en ocasiones más caras, ponen en peligro la privacidad de sus usuarios o, simplemente, complican la realización de tareas muy sencillas. Es que, al igual que en cualquier ámbito en el que la tecnología sea secundaria, basada en criterios de personas que tienen una competencia digital muy reducida o, simplemente, se decide en función de determinadas campañas de mercadotecnia, en educación los docentes están tomando, en muchos casos, malas decisiones. Algo en lo que me incluyo aunque prometo que, al menos en mi caso, intento valorar, a nivel no solo técnico, qué me aporta usar ciertas herramientas y/o equipos. Además, como en el aspecto tecnológico soy muy poco fiel y no me caso con nada, puedo ir cambiando en función de mis necesidades y no mantener amores irracionales 😉
Aprovecho para deciros que le deis una oportunidad a Telegram. Y sí, como no podía ser menos, hay un canal de Telegram (https://t.me/xarxatic_reborn) donde se van publicando los artículos de esta nueva etapa.
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