Debo reconocer que, en ocasiones, me gustan los berenjenales. Con este artículo no pretendo meterme en ninguno aunque, por desgracia, sé que quizás pueda herir alguna susceptibilidad. Especialmente en aquellos que, por desgracia, consideran que ciertas cosas que están haciendo, tanto en su aula como fuera de ella, son clave para mejorar su profesionalidad como docentes. Y, por desgracia, tal y como expondré a continuación, hay cosas que, aunque se relacionen en el imaginario popular con ser un buen docente, nada tienen que ver con serlo.
Me gustaría empezar el artículo mencionando también los matices. Todo es matizable. Y, aunque vaya a intentar matizar algunas cosas, me gustaría que se entendiera lo que escribo, no como un ataque a nadie, sino como una reflexión basada en años de experiencia de aula. Años en los que me he equivocado en algunas ocasiones, lo he hecho regulinchi en la mayoría de ellas y he acertado, cómo no, también en otras. Es lo que tiene cualquier profesión. Que, en ocasiones te salen las cosas bien, en otras mal y, en términos generales, el trabajo te sale “más o menos” cumpliendo tus objetivos laborales.
Pero bueno, voy a dejarme de ir por las ramas para centrarme en esas cosas que NO te hacen un mejor docente. Convencido, claro está, de que a algunos no les van a gustar algunas de ellas pero, como he dicho al principio, entiendo que sea duro para alguien, convencido de que lo que hace es maravilloso y mejora el aprendizaje de su alumnado, oír que quizás está, o bien perdiendo el tiempo, o bien dando por hecho que es un buen docente por hacer ciertas cosas, que esas cosas no le hacen un mejor profesional.
En primer lugar, aunque no sea lo más relevante pero sí que tengo fijación en los últimos tiempos con este punto, es la visibilidad en las redes sociales. Un docente con mucha visibilidad en las redes sociales no es mejor docente. Tampoco es un peor docente, salvo que publique en las mismas datos personales de su alumnado o le sirva, en exclusiva, para promocionarse o aumentar el ego. Ya veis pues que tener tropecientos seguidores, estar en X, Instagram o TikTok no te hace un mejor docente.
Por cierto, tampoco es un mejor docente el que crea sus propios materiales frente a uno que usa materiales de terceros. No es mejor un docente que usa el libro de texto de una determinada editorial que el que se ha creado sus propios materiales. Puedes haber creado tus materiales, a los que has dedicado horas y horas de tu tiempo, y ser un mal docente. O a la inversa. Puedes usar el libro de texto y ser un mal docente. Insisto. En el post indico qué no te hace un mejor docente. No estoy diciendo que por hacer algo uno sea peor docente. Estoy hablando de la nula relación entre ciertas cosas.
Y, aunque pudiera parecer paradigmático para alguien que defiende la formación del profesorado, no es mejor docente alguien que recibe o imparte cursos de formación a otros docentes. No lo es. En el caso de ser un formador en una determinada metodología o herramienta, ese formador, que en ocasiones es docente, puede ser muy bueno en esa metodología o herramienta y ser un cero a la izquierda dando clase. Es que incluso, uno que pueda ser muy bueno dando clase en la ESO, puede ser un desastre dando clase en Bachillerato. Ser bueno dando clase en una determinada etapa o contexto no te hace bueno automáticamente en otra etapa o contexto. Tampoco, repito y perdonad si me hago pesado, malo.
Uno puede ser muy buen docente dando Historia al alumnado y ser un cero a la izquierda dando Lengua Castellana. Por eso cuando se implantaron los ámbitos en mi Comunidad algunos teníamos tantas reticencias. Si ya cuesta dar clase en algo que dominas, por titulación o experiencia, imaginaos en algo que conoces de forma más superficial. Ergo, saber de algo superficialmente no te hace un buen docente.
Trabajar usando una determinada metodología no te hace automáticamente un buen docente. Se puede usar la metodología más avalada por las evidencias y las investigaciones científicas y, por desgracia, acabar haciendo un auténtico desastre en el aula. Lo mismo que llevar más o menos años dando clase. Eso sí, permitidme en este caso, deciros que la experiencia es un grado y que, aunque no exista una relación directa entre experiencia y capacidad profesional, sí que es un elemento que, según lo que dicen las investigaciones, tiene su relevancia.
Tampoco te hace un mejor o peor docente lo que hagas en tu vida privada. No es mejor docente uno que le guste pasarse los fines de semana viendo una serie de Netflix que uno que se dedique a escribir libros sobre educación. No es mejor o peor docente uno que coma paella o arroz con cosas. Tendrá un peor gusto gastronómico, pero no será mejor ni peor docente. Lo mismo que tener Tinder. Sé de compañeros que tenían Tinder y eran buenos profesionales en el aula (su alumnado aprendía). Y otros que, usando la misma aplicación que eran nefastos.
Bueno, y ya no entro en aquellos que relacionan la ideología de un docente o el voto que ponen en las urnas con ser buen o mal profesional. Hay buenos y malos profesionales con independencia de su ideología. Hay docentes fantásticos que votan a un partido o a otro. Es que tener una determinada ideología no te hace mejor ni peor profesional. Pero es que ni mejor ni peor profesional en ningún ámbito laboral. Simplemente hace que tengas una idea determinada acerca de cómo te gustaría que fueran las cosas a nivel macro. La parte más técnica de la profesión docente es independiente de la ideología de uno. Sé que a algunos no les gusta oírlo, pero es la realidad.
Es que a estas alturas confundir la ropa que uno lleva, la cantidad de tatuajes en la piel o lo guapo, como es mi caso, que pueda ser alguien, con ser mejor o peor docente es algo que clama al cielo. Lo mismo que considerar que alguien sea mejor o peor profesional por impartir una u otra etapa educativa, dar clase en un determinado tipo de centro o, simplemente, ser capaz o incapaz de poner una lavadora. Es que es de cajón.
Hay muchísimas cosas que se nos están relacionando en los últimos tiempos con ser un buen docente. Ya os digo yo que más del noventa por ciento de las que os dicen que están relacionadas con ser un buen docente, distan mucho de tener esa relación. Eso sí, queda muy bien, para un determinado discurso y para que otros sigan vendiendo “su libro”.
Finalmente deciros que escribir en este blog no me hace un mejor profesional. Tampoco lo haría ganar el Ticher Prais. Eso sí, ganar el millón de euros asociado no estaría nada mal. Un millón de euros que destinaría a lo que satisfaría todas mis necesidades pedagógicas: viajar.
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