En la actualidad las redes sociales se han extendido masivamente entre la ciudadanía y, por ello se han convertido en un espacio de comunicación, información y participación para millones de personas en todo el mundo. Sin embargo, también se han convertido en un escenario de controversia, polarización y desinformación sobre diversos temas, entre ellos, la educación. Así pues, permitidme en este artículo explicaros por qué no considero que las redes sociales (las textuales y las más visuales) sean un buen lugar para debatir acerca de temas educativos.

Las redes sociales son un medio inadecuado para debatir sobre temas educativos porque no ofrecen las condiciones óptimas para un diálogo constructivo, respetuoso y fundamentado. Tan solo hace falta pasarse por los comentarios recientes a algunas publicaciones relacionadas con la educación y a los sesgos, en función de la afinidad, que se da en algunas respuestas. Permitidme desarrollaros un poco más alguno de los hándicaps que presentan.

La brevedad es una de las restricciones más importantes para el debate. Es harto complicado expresar ideas complejas, argumentarlas o, simplemente, matizarlas. Además, esa brevedad favorece el uso de maximalismos contundentes, simplificaciones y generalizaciones.

¿Y qué decir de la inmediatez? La exigencia de respuestas rápidas a los mensajes que se leen o reciben impide una reflexión pausada. Esta inmediatez favorece el uso de emociones y prejuicios que pueden provocar reacciones agresivas, ofensivas o defensivas. Y ya no entro cuando algunos usan interacciones en formato gif para intentar ser sarcásticos. Algo que sucede, especialmente, a los muy faltos de argumentos.

Creo que brevedad e inmediatez son las dos claves de la imposibilidad de debates. Bueno, lo aderezaría con la superficialidad ya que, en muchas ocasiones, los algoritmos que subyacen tras las redes sociales favorecen la cantidad frente a la calidad de los mensajes. Esa necesidad de publicar a toda costa para conseguir satisfacer el ego (llegar a más personas o tener más seguidores) hace que, en muchas ocasiones, también haya personas que publican cosas que no se han leído o, simplemente, difunden información falsa porque confían más en el emisor que en la propia fuente. Ya sabemos que a algunos les da mucha pereza pasarse por las fuentes. Joder, si hasta hay algunos que se quedan con los titulares de este blog sin pasarse a leer poco más de 500 palabras. Así que imaginaos con investigaciones y demás.

No sería malo si el debate en las redes sociales se quedara en las redes sociales pero, por desgracia, todos los que llevamos tiempo naufragando en alguna o varias de ellas sabemos que también generan desinformación, polarizan el debate y acaban siendo un lugar plagado de controversias que, al final, no sirven a nadie. Salvo, claro está, a los que pretenden realizar promoción de su presencia en las mismas.

Cuando en el párrafo anterior hablo de polarización, me estoy refiriendo a la sensación que generan las redes sociales de pertenencia a grupos afines o contrarios a determinadas opiniones sobre temas educativos, pero no favorecen el intercambio ni el respeto entre ellos. Ello refuerza las opiniones propias o las de los grupos a los que se pertenece, pero no estimulan el cuestionamiento ni la apertura a otras perspectivas. Y, aunque todo el mundo tenga la libertad de opinar, no todas las opiniones son válidas ni deben de respetarse.

Eso si, no podría acabar un artículo con esta temática sin entrar en cuestiones que sí que pueden llegar a afectar a nivel profesional e, incluso personal. Me estoy refiriendo a que en ocasiones ejercen una presión e influencia indebida sobre los actores educativos para tomar determinadas decisiones, a que se atenta contra la dignidad y la integridad de los actores educativos al exponerlos a situaciones de acoso, insulto o amenaza por sus opiniones o actuaciones sobre temas educativos. Y, finalmente, ya que tanto nos llenamos la boca con la palabra inclusión, también excluyen o marginan a algunos actores educativos, reproduciendo brechas y desigualdades.

Por tanto me reafirmo en lo que dice el título de este post: las redes sociales son un mal lugar para debatir acerca de temas educativos. Otra cuestión es que a algunos les/nos guste participar en determinados juegos, algunos quieran conseguir exposición mediática o, simplemente, sirvan para difundir ciertas ideas o materiales para ser usados en el aula. Que, al final, no es lo mismo que generar un debate productivo.

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