Veinticuatro horas para que se acabe lo bueno. Tener más ganas de trabajar que de seguir de vacaciones tiene cura. Especialmente si uno se da cuenta de lo prescindible que es o la poca vida que tiene a su lado que, por desgracia, haga que su vida gire en torno a su profesión. A ver, cada uno es libre de decidir cómo usar su tiempo libre. Yo lo hago escribiendo en este blog, en ocasiones como hoy -y casi siempre-, acerca de temas educativos. Otros pueden hacerlo aprendiendo a bailar salsa. E, incluso, si alguien quiere leerse libros de César Bona, José Antonio Marina o neuromierdas escritas por un docente sin formación ni en neurología ni en psicología, tiene todo el derecho a hacerlo. Incluso puede pasarse todas las vacaciones gamificando sus partes y montando «lo más» para su aula. Es lícito hacerlo. Solo faltaría. Eso sí, que no toquen lo que no deben tocar a los que quieren disfrutar de sus derechos laborales.
Las vacaciones no te hacen volver con las pilas cargadas al aula. Uno tiene o no tiene pilas con independencia de las vacaciones. Hay vacaciones muy cargantes. Hay algunos que, por lo visto, han pasado todo ese período con la familia de su pareja. Y eso es muy duro. Quizás ahí sí que existiría un resquicio para decir… ¡vuelvo! ¡que se acaben las vacaciones! Al igual que el alumnado no tiene ganas de saber ni motivación para aprender (por mucho que uno se disfrace de payaso o no), los docentes tenemos que lidiar con la misma situación en nuestro cuerpo. Estamos motivados como seres humanos para disfrutar. Recuerdo una pintada en un muro cerca de mi segunda casa, cuando aún era pequeño y vivía con mis padres, que ponía «si el trabajo fuera tan bueno se lo guardarían los ricos para ellos». Pues eso. No hay más verdad que en las pintadas de una pared o un baño de los centros educativos.
Preparar materiales en verano, especialmente sin conocer al alumnado que uno va a tener el curso que viene, es una pérdida de tiempo. Además, los que más materiales prepararan (que además lo cuentan para hacerse los guays en las redes sociales), son los que menos piensan en su alumnado. Preparar materiales implica despersonalizar el aprendizaje. No puedes encorsetar el aprendizaje antes de conocer a los que tienes delante. Y todos sabemos que no hay, ni dos alumnos ni dos clases iguales. Salvo aquellos a los que les gusta estandarizar vendiendo que son innovadores. Por eso mucho mejor contar con un buen bagaje de saberes y praxis, pudiendo adaptar y dar la vuelta a la clase en función de lo que se vea que funciona. Más experiencia, más posibilidad de realizar esa adaptación. Un detalle importante: tener libro de texto no implica tener que leer el libro de texto. Tanto criticarlo y, al final, se trata de una herramienta más que, en determinados momentos puede tener su valor. Además está redactado por profesionales de aula. Es como si hicieran sus materiales pero ganan dinero por ellos. No está dentro de las atribuciones docentes montar materiales. Además, pasarse el día montando materiales es un error. Tiempo que se detrae a lo verdaderamente importante.
Por cierto y ahora que está en boga de todos el tema de la ozonoterapia que un juez ha obligado a suministrar a un paciente de COVID. Sí, yo si alguien de mi familia estuviera crítico y la medicina «tradicional» no funcionara, acudiría hasta rezar en el monasterio más remoto del Tibet para intentar que saliera de esa. Veo bien que los familiares agoten todas las posibilidades. La esperanza es lo último que uno debe perder. El problema es hacerlo en contradicción a lo que dicen las evidencias. Y las evidencias dicen que la ozonoterapia no tiene ningún efecto o, en algunos casos, incluso puede tenerlo negativo para la recuperación. Lógico que los médicos y sus asociaciones se hayan opuesto a su uso. Entonces, ¿por qué en docencia, teniendo evidencias en contra de determinadas metodologías, se permiten en el aula? ¿Por qué nadie pone en barbecho las inteligencias múltiples, el ABN o el ABP? ¿Por qué hay docentes que creen en lo anterior al margen de lo que dicen todas las investigaciones? No discuto que en un futuro puedan haber investigaciones que, al igual que sucede con la pandemia actual, hagan reformular determinadas decisiones pero, ¿por qué no hacer caso a lo que tenemos en la mano? ¿Por qué creer antes a un timador de tarima que a un investigador? ¿Por qué aplicar el sesgo de confirmación para no saber ver que no está funcionando? ¿Por qué los mismos que aplican esas cosas están en contra de la evaluación si la evaluación no se rige bajo los criterios que ellos quieren que tenga?
Hay más temas para reflexionar. Especialmente a los que se refieren a la jornada laboral de uno. Un docente trabaja 37,5 horas a la semana. Sí, hay algunos que trabajan mucho más y otros mucho menos. ¿Por qué no medir horario mediante objetivos? Sí, los objetivos no deben ser cuántos alumnos aprueben o los resultados de evaluaciones a corto plazo, pero sí que hay forma de medir la profesionalidad de los docentes. Otro tema es que, para hacerlo, deberíamos cambiar las reglas del juego. Quién dice evaluación del profesorado, dice evaluación sistémica. Y el sistema incluye desde los docentes de a pie, hasta los inspectores, pasando por todos los asesores que tienen contratados la administración educativa. Un detalle, trabajar en los centros educativos esas horas sería lo mejor. El problema son las infraestructuras. Así que no es malo que gran parte de ese horario se haga en casa, con equipos suministrados por la administración y con controles de qué se está haciendo. Yo no tendría ningún problema en que me controlaran por el trabajo que hago. Jamás he tenido ningún problema. Así se evitarían ciertas cosas que pasan. Que hacen los menos pero que, por desgracia, son las que salen en los medios y nos afectan a todo el colectivo. Una manzana podrida hace mucho daño en un cesto.
Se debería hacer más coordinación entre los docentes. Debería haber más autonomía de centro (que no implica elegir a tus profesores). Deberíamos intentar tener los grupos lo más homogéneos posibles en los primeros cursos (especialmente en Primaria y los primeros cursos de la ESO). Segregar nunca debería permitirse y, lamentablemente, se permite y se hace (tanto en privados como en públicos -aunque en los segundos de forma más sibilina-). Tocaría mentorizar al alumnado a lo largo de toda su jornada escolar. Hacer formaciones para todo el profesorado del centro que sirvan. No lo que se hace ahora. Y, como siempre he dicho, mucho más importante tener un docente más en el centro que una conexión a internet de la hostia pero, ¿por qué no pueden darse ambas cosas a la vez?
Son veinticuatro horas en las que algunos vamos a tener dolor de cabeza, otros miedo,…, los más viendo que se ha acabado «lo bueno». En definitiva, un momento de impasse que, al igual que los domingos por la tarde, es bastante malo. Mucho ánimo a aquellos docentes (en atención directa de aula o no) que mañana empezáis de nuevo. Y un abrazo especial a aquellos que estos días vais a entregar el horario a vuestro Claustro porque, como bien sabéis, a todos les va a parecer mal. 😉
Descubre más desde XarxaTIC
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
Buen inicio de curso a ti también! Yo soy de aquellas que no hace tanto preparaba mucho material en verano y este me lo he tomado con más calma, precisamente poque es verdad que uno/a debe conocer primero el grupo para luego decidir. Digamos que he invertido ese tiempo en leer unos cuantos libros. ¡Por puro placer!
Yo también he invertido en playa, horchata y lecturas. Eso sí, totalmente alejadas de lo educativo. Bueno, salvo que la relación entre novela negra y lo que sucede dentro del aula pueda tener sus parecidos razonables. 😉