Repuesta corta: no. Respuesta larga: pues leeros el post. Ya os he hecho spoiler suficiente para que no tengáis que soportar otra de mis tediosas lecturas acerca de temas educativos. A mí me va bien para desahogarme pero, lamentablemente, creo que no es bueno para nada más. Mejor creer en unicornios de colores, emociones milagrosas y vendedores de ungüentos untables vía rectal. Es que si no es así, uno no entiende la positividad que se desprende por parte de algunos. Menos aún por parte de docentes que saben qué se cuece. Y entiendo que no queda otra que tener esperanza, pero yo me quedo en lo de intentar ser buen profesional. Lo de la esperanza es lo que me ha llevado a actualizar mis informes médicos en el INVASSAT. No veo ninguna luz. Bueno, algunos destellos pero, sinceramente, creo que los mismos pueden ser debidos a algún problema con mi retina.

Ayer me enteré que una persona que conozco, sumándose a otras que también, va a trabajar en un equipo, formado por unas cien personas, en algo denominado «tocarse las partes a dos manos» que nadie tiene ni idea qué es pero que, por lo visto, se hace en todas las Comunidades Autónomas con fondos europeos. Alguien del Ministerio de Educación me ha confirmado que hay unos 50 millones de eurípides para esa partida y que son partidas finalistas. Destinadas a contratar «mentores» o «asesores» de digitalización. Además, por desgracia, tengo la mala suerte de conocer a muchos de esos «mentores» y, sinceramente, de algunos la profesionalidad es más que cuestionable. Nada, como los retiros dorados de los senadores aplicados al ámbito educativo. Hay algunas Direcciones Generales en mi Conselleria que hacen aguas. Pero da igual. Tampoco le interesa a nadie cambiar las cosas. Eso sí, me entristece. Y no poco. Me entristece porque hay proyectos que no se hacen y carros que no se tiran. Faltan indios y sobran comités de vaqueros.

Pero da igual, si a lo anterior le sumamos la gran cantidad de horas destinadas a burocracia inútil o, simplemente, a ver cómo se paga con dinero público ciertas aberraciones pedagógicas porque las imparte alguien con pedigrí, con muchos adeptos en las redes sociales o, simplemente, el cuñado que se cepilla a la mujer del hijo del responsable político del partido de la oposición, uno entiende muchas cosas. Aquí todo es cuestión de colocarse. Incluso hay rumores que la Ministra está ahí por ser del Opus o tener relaciones con la Obra. Seguro que no, pero sabiendo quién lo gestiona todo en este país, no me extrañaría. Hay tentáculos muy curiosos.

Hoy, por ejemplo, también he conocido que se crea la Fundación Waldorf en Valencia (BOE). Las pseudociencias campando a sus anchas por la Comunidad Valenciana. Va, que la Comunidad Valenciana no es una excepción. En Cataluña teníamos a La Caixa detrás del proyecto educativo Escola Nova 21, de la que todas las evaluaciones fueron un desastre. Hay pruebas que indican que el ABP y las inteligencias múltiples son un bluf. Incluso podríamos debatir qué se esconde tras ciertas publicaciones sesgadas que nos venden algunos pedagogos. No quiero entrar en lo anterior, ni en los curadores de contenidos que viven de vender el trabajo de terceros mientras se tocan el parrús. Buscad parrús en el diccionario. Fue de las primeras palabras que aprendí cuando me instalé en El Puerto.

Y ya, si queréis para cerrar el post pesimista de hoy, os cuelgo una imagen de algo que le ha sucedido a uno de nuestros compañeros en su centro. Sí, se les ha obligado a colgar en el cuello algo tan maravilloso como lo siguiente. Por una cara esto y por la otra el nombre del profesor. Acojonante. Y lo más grave del asunto es que la mayoría de docentes permiten estas cosas. No lo digo por el que ha colgado la foto en Twitter, ya que él lo denuncia abiertamente.

Fuente: Twitter

¿De verdad aún os queda motivo para la esperanza? ¿Qué esperanza? ¿La de pensar que alguien os va a agradecer vuestro trabajo? ¿Que estáis haciendo un servicio que en diez minutos de Sálvame se va a la mierda? ¿Que alguien tiene interés real en mejorar la educación? Coño, si hasta la princesa de Asturias se va a estudiar fuera porque su padre piensa que sois una mierda, al igual que el sistema educativo de este país. Es que no hay por dónde atisbar esperanza.

Lo de salvar el mundo si acaso lo empezamos a salvar mañana. Yo ahora me voy a poner a preparar algunas cosas para mis clases (sí, no consigo aislarme de la subjetividad y de la necesidad de querer cambiar las cosas) pero, por favor, empecemos a ver qué futuro espera a nuestros hijos. Ya os lo digo yo. Negro no, lo siguiente. Y estoy hablando de nuestros hijos, así que imaginaos el futuro para las familias que no tienen la «suerte» que hemos tenido nosotros de, con todas las limitaciones, saber que debemos preocuparnos de algo diferente de dónde dormir o si vamos a comer hoy. Pues eso.

Me la sudan las medidas COVID en los centros educativos. Me preocupa bastante más el deterioro de la sanidad pública y la sociedad que estamos dejando para nuestros hijos e hijas. Una sociedad que no va a mejorar con nuevas leyes educativas, más asesores para hacer no sé qué, más metodologías «milagro», más vídeos de Ken Robinson, más neuromierdas, más ABP, más gamificación, más «innovación» educativa o más rúbricas y burocracia.

No me hagáis mucho caso. Hoy he visto las caras de los nuevos docentes que han llegado al centro en el que trabajaré este curso y el curro que se han pegado el equipo directivo del mismo y, como mínimo, se merecen algo de esperanza porque, estoy convencido de que, a pesar de todo, algunos todavía se creen que poniendo una vela a alguien todo esto va a mejorar. Yo lo dudo, pero que no sea por no intentarlo de nuevo.


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