No puede ser. No puede ser que algunos docentes tengamos más de un centenar de alumnos e, incluso, como en mi caso, estemos cerca de duplicar esa cantidad. Eso no es calidad ni nada que se le parezca. No poder saber el nombre de tu alumnado, confundirte en ocasiones y no poder, por desgracia, poder dar ese apoyo individualizado que algunos necesitan, no es de recibo.

Hoy he metido un broncazo a una alumna por haber suspendido una de mis asignaturas cuando, en realidad, me había confundido a la hora de trasladar los datos de mis anotaciones diarias (no hago exámenes, pero sí que evalúo diariamente -o casi- muchos aspectos) a la aplicación informática. Sí, la he cagado a base de bien. Y aún estoy temblando por dentro por lo mal que lo he pasado al ver cómo lo ha pasado la alumna. Doy ocho grupos diferentes, tres niveles y tengo cerca de doscientos alumnos. Sé que no es excusa, pero sí que es un motivo para que pasen estas cosas. No puede ser. No es lógico y no tiene ningún sentido.

Sobran asignaturas de dos horas (ya no digamos las de una). Falta agrupar un mayor número de horas para impartir ciertas cosas. No estoy hablando de ámbitos. Estoy hablando de reducción y racionalización del currículo. Y, lo que es más importante, debería limitarse el número de alumnos a los que un docente puede dar clase. No limitarlo hace que cualquier estrategia para dar clase se vaya a pique. Por muy buena voluntad que le pongas. Por muchas horas que le dediques. Y, al final, ¿a quién pensáis que perjudica este exceso de alumnado? Sí. Habéis acertado. Al alumnado más vulnerable.

No somos superhéroes. Si alguien puede atender la diversidad con 200 alumnos que me explique cómo. Si alguien puede adaptar los materiales a 200 niveles diferentes que me lo explique. Si alguien consigue conocer a ese alumnado, cada uno con sus necesidades específicas, cuando el número de los mismos es tan numeroso, le compro su estrategia para hacerlo.

Hoy me he sentido de nuevo impotente. Impotente al ver como no puedo ofrecer lo que mi alumnado necesita. Además, hoy se viene Junta de Evaluación de alumnado al que, por desgracia, no habré dado lo que se merecían. Y eso me hace sentir que les estamos estafando. Va mucho más lejos del nivel y del esfuerzo. La reflexión va acerca de las limitaciones profesionales de los docentes. Bueno, al menos de las mías. Que son muchas y que, lamentablemente, se acrecientan al aumentar al número de alumnos que debo de atender.

El número de alumnos por docente debería ser finito. Con los números actuales, al menos para un docente de la ESO o un especialista en Primaria, es imposible darles la atención y calidad que se merecen. Menos todavía si queremos personalizar el aprendizaje. Bueno, lo de personalizar el aprendizaje con estos números es IMPOSIBLE.

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