Si algo no queréis que se sepa, no lo publiquéis en las redes sociales. Si os vais a arrepentir de algo que vais a publicar o, simplemente os genera dudas esa publicación, no lo hagáis. Las fotopollas mucho mejor dejarlas para el tú a tú antes de enviarlas, para todos o en mensajes privados, mediante alguna de esas redes sociales.

En el día de ayer una docente me dijo que no le gustaría que fuera profesor de sus hijos porque, por lo visto, mi lenguaje soez y las páginas que ha leído de mi nuevo libro, implica que soy un mal profesional. El problema es que después de eso, por curiosidad me puse en su cuenta de Facebook y me encontré que ofrecía clases particulares de su marido «en negro» por las redes sociales. Y que lo había hecho en plena pandemia, cuando los buenos profesionales de la docencia estaban perdiendo la salud haciendo horas infinitas para atender a su alumnado. Lo sé. Hay mucho hipócrita, pero esto que os he puesto es solo un ejemplo para pedir sentido común antes de publicar nada.

Es muy fácil publicar unas imágenes de tus vacaciones y poner lo guay que te lo estás pasando. El problema es cuando las publicas estando de baja por una enfermedad que, supuestamente, debería impedirte hacer vida normal. Ya si eso entramos en aquellas personas que alardean de ir al gimnasio a hacer músculos o culo, cuando alegan en el trabajo que no pueden levantar pesos porque el médico no se lo permite. Supongo que entendéis por dónde voy.

Las redes sociales son un arma de doble filo. Todo lo que publiquéis en las mismas se queda permanentemente ahí. No hay derecho al olvido porque hay «robots» que almacenan toda la información que se ha intercambiado por ellas. Y, al final, en cualquier momento os pueden sacar una publicación, una imagen o un tuit de hace unos años para sacaros los colores.

¿Es necesario publicar toda tu vida en las redes sociales? Salvo que pretendas encontrar sexo (léase Tinder o Grinder), o compañeros para tu próximo viaje (vital o vacacional), la verdad es que creo que nos estamos pasando con la cantidad de fotopollas que subimos a las redes sociales. Hay algunos que llevan subiendo fotos de sus hijos desde que nacieron. Así, sin pedirles permiso ni nada. Ya es triste publicar imágenes de uno de forma continua pero, hacerlo de tus hijos…

La inmediatez de las redes sociales es lo que lleva a su mal uso. No hay reflexión previa. Se trata de unos espacios en los que al final todo el mundo queda retratado. Incluso los perfiles que algunos creen que son anónimos. No hay nada más fácil que saber la ideología de alguien por lo que publica en esas redes. No hay nada más fácil que saberlo todo de alguien por su última década en las mismas.

Quizás lo de estar conectados permanentemente iba por ahí. Por la pérdida de privacidad. Lo sorprendente es que después algunos de los que han enviado fotopollas se escandalizan porque se han publicado en abierto. O, simplemente, porque algún organismo público ha decidido incorporar cámaras de seguridad antes de acceder a determinados lugares. Incoherencia en estado puro. Pero bueno, siempre hay quiénes la justifican.

Mi recomendación es que no publiquéis fotopollas (o fotovaginas) en las redes sociales. Ni hagáis tiktoks cutres. Y ya no hablo de otras cosas. Es que, al final, hasta hay algunos que publican fotos de su narcopiso cortando la coca. Esto de las redes sociales se nos ha ido de las manos. Sí, al que escribe este post, también.


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