Hoy he dormido, como siempre, bastante mal. Quizás haya conseguido, a lo largo de la noche y tirando siempre para arriba, poder establecer un par de horas de sueño seguidas. Nada. A estas alturas de la vida ya no hay solución. Eso sí, me niego a ponerme a las cinco de la mañana a hacer burpees. Especialmente porque mi cuerpo orondo necesita no estar sometido a mucha presión. A ver si voy a perder volumen con lo que ha costado de ganar. Pero bueno, lo anterior a quién le importa. Bueno, seguro que a los mismos que se pasaron toda la noche de ayer insultándome, señalándome e intentándome amedrentar.
Esta mañana me levanto y, después de la micción matutina, un lavado de cara y el café imprescindible, me encuentro con los mensajes directos en X petados porque gente «que me quiere» me ha pasado las capturas de pantalla de una energúmena, junto con todos los comentarios del resto del clan. Tipos y tipas faltos de más argumentos que del insulto facilón que, por suerte, tengo silenciados… ¡no me paséis más capturas de estos personajes! Suficiente tienen con la triste vida que poseen, los problemas familiares que les surgen y las críticas de sus compañeros de curro. Sin entrar en algunos problemas legales por tener las manos muy largas. No me interesan. No me interesa ver qué dicen de mí. No me interesa ver qué dicen de otras cosas. No me interesa saber de quiénes hacen capturas de pantalla en sus cuentas A y B. Estoy muy feliz sin enterarme de los rebuznos de esos cuatro mindundis, ahora con mucho odio porque los suyos han ido perdiendo el relato ideológico.
Hoy es un buen día para mí. Es un buen día para disfrutar de la lectura, de la familia, de ponerse a revisar correos electrónicos. Hoy tiene que ser un buen día porque los días se merecen ser disfrutados. Especialmente cuando uno ya está a punto de dar la vuelta al jamón. Y más todavía cuando tiene cosas muy importantes que vivir en el futuro. Un futuro que, aunque algunos quieran tenerlo todo controlado, es de lo más incontrolable que hay. No hay bola de cristal que diga dónde estaremos mañana. No hay bola de cristal que hable del momento en el que seremos tan solo un recuerdo. Por eso la nula importancia de lo que digan algunos en X. Especialmente de aquellos que solo tienen un discurso de odio. No sé si vivirán más o menos, pero el odio, seguramente, les hará impedir disfrutar de las cosas tan maravillosas que tiene la vida. El simple hecho, en muchos casos, de vivirla.
El hecho de ayer, repetido hasta la saciedad por algunos desde hace años contra mí, no me causa más que una profunda hilaridad. Y, como he dicho siempre, si así se lo pasan bien, quién soy yo para impedirles que disfruten, consigan me gustas entre sus acólitos o monten colectivos empecinados en políticas de cancelación y fusilamientos mediáticos a quienes no quieran pertenecer a su grupo. Nada. Es su problema. Yo seguiré divirtiéndome, leyendo y disfrutando de lo que hago. Siempre, claro está, que la vida, mucho más interesante que la de ellos, no tenga más sorpresas desagradables en un futuro.
Un abrazo a los que os pasáis por aquí. Y disculpadme hoy por no haber escrito nada de educación. En ocasiones uso esto como bitácora personal. Una bitácora que, desde hace más de quince años, comparto abiertamente con vosotros.
Muchas gracias a los acosadores de las redes sociales. Sin vosotros este artículo no hubiera sido posible. Y hoy he de reconocer que iba justo de inspiración. 😉
Descubre más desde XarxaTIC
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.