Estos días, aprovechando la estancia con mis padres, me he hecho con las calificaciones que guardaban celosamente de EGB. Con esas calificaciones tengo para varios posts que desmontarán, aunque ellos siempre creen que no pueden desmontarse sus nulos argumentos, todo el planteamiento de algunos acerca de la EGB y su defensa a ultranza de la LOMLOE, amén de muchos temas de (des)innovación educativa. Eso sí, hoy no toca porque, como dije el otro día en X (sí, he vuelto con un uso moderado), mi mente necesitaba alejarse un poco del monotema educativo.
Por eso hoy voy a hablar de otro tema que nada tiene que ver con la educación. O quizás sí. Hay nexos de unión entre todos los ámbitos vitales. Pero bueno, dejo de enrollarme para ir a lo que quería escribir. Hoy toca hablar de pijamas, originalidad e influencers. Y no sé si por este orden.
Navidad es esa época mágica en la que las familias se reúnen (con cuñado de pata negra o sin él) alrededor de una mesa. Los villancicos, sustituidos por reguetón para los más modernos, suenan por doquier. Y, por supuesto, un montón de familias se visten con el mismo pijama porque un influencer lo ha publicado en sus redes sociales y lo han repetido algunos de esos famosillos que pululán por ahí. Sí, hemos llegado a ese punto en la historia de la humanidad donde la originalidad se ha perdido en un mar de fotos idénticas en Instagram. Así pues, permitidme cachondearme un poco de ello. Solo un poco para que, si los que leéis esto sois los que os habéis comprado los pijamas a juego no pongáis mi foto en una diana o me declaréis personan non grata.
Hablemos de los pijamas a juego. Porque, claro, nada indica mejor el espíritu navideño que vestir a toda la familia, incluyendo al perro, con el mismo conjunto de pijamas. ¿Quién necesita creatividad cuando puedes seguir ciegamente la última moda dictada por un influencer que probablemente ni siquiera sabe que existes? La verdadera pregunta es qué pasó con la originalidad ¿Dónde quedaron esos días en los que cada familia tenía sus propias tradiciones únicas y especiales?
Pero no. Ahora todos debemos lucir iguales, porque si no lo publicamos en redes sociales, ¿realmente habrá ocurrido? Las fotos de familias en pijamas a juego se han convertido en el equivalente moderno de las tarjetas navideñas, solo que con menos esfuerzo y más likes. Y no olvidemos los subtítulos ingeniosos como «Familia que se viste unida, permanece unida». Claro, porque nada fortalece los lazos familiares como ir todos disfrazados con un conjunto de pijamas de renos o muñecos de nieve.
Luego están los retos virales. Esos desafíos que aparecen de la nada y que, por alguna razón inexplicable, todos sienten la necesidad de hacer. Desde el «Mannequin Challenge» hasta el «Ice Bucket Challenge», pasando por el «10-Year Challenge», parece que la creatividad se ha reducido a copiar lo que los demás hacen. Y ahora, el reto de los pijamas navideños. Porque, claro, si no participas, ¿eres realmente parte de la sociedad?
La falta de individualidad es alarmante. Nos hemos convertido en un colectivo que solo copia lo que otros hacen, sin cuestionar si realmente queremos hacerlo o si tiene algún sentido. Es como si la capacidad de pensar por nosotros mismos se hubiera desvanecido en el momento en que abrimos nuestra red social favorita. Y lo peor es que, gracias a las redes sociales, estas modas se difunden masivamente, convirtiendo a todos en una masa homogénea de seguidores sin criterio propio.
No me tiréis de la lengua para seguir con los hashtags. #PijamaNavideño, #FamiliaUnida, #NavidadEnPijama. Porque, claro, no basta con hacer el ridículo en privado. Hay que asegurarse de que todo el mundo lo vea y lo sepa. Es como si la validación externa se hubiera convertido en el objetivo principal de nuestras vidas. ¿Qué pasó con disfrutar de las fiestas sin la necesidad de documentar cada segundo para el consumo público?
En fin, la próxima vez que sintáis la tentación de comprar esos pijamas a juego porque un influencer lo dijo o algún famosete lo replicó en sus redes sociales, pensad en que la originalidad es un regalo que no tiene precio. No os dejéis arrastrar por la corriente de la conformidad. Celebrad las fiestas a vuestra manera, con vuestras propias tradiciones y vuestro propio estilo. Porque, al final del día, lo que realmente importa es la autenticidad y la conexión genuina con los seres queridos. Mucho más importante que los likes obtengamos en una foto. Al menos para mí.
Finalmente deciros que, como siempre digo, si todo el mundo se tira de un puente, no voy a ser yo el que os diga que no lo hagáis. El problema es que queráis llevar a tirarse de ese puente a vuestros hijos o animales domésticos. Ellos no tienen ninguna culpa de vuestra necesidad de atención.
Por cierto, hoy es día de paella. Y jamás he pretendido que se hagan virales la publicación de mis imágenes dominicales. Ni tampoco que os pongáis a hacer paellas como si no hubiera un mañana. Aunque esto último ya os digo yo que, si tenéis claras las líneas rojas como el chorizo, sería una buena idea.
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Me encanta tu reflexión, muy ácida e irónica. Felices fiestas Jordi, a ver qué nos depara el 2025, que además tiene buena rima…
Felices Fiestas. Las rimas nunca han sido lo realmente importante. 😉