En el mundo educativo hay una especie que prolifera más rápido que las metodologías milagrosas. Se trata de los opinadores sin lectura previa. Gente capaz de escribir con firmeza sobre informes que no han leído, de debatir sobre investigaciones que no entienden y de pontificar con la tranquilidad de quien confunde el resumen ejecutivo con un estudio profundo.
Parece que hemos convertido el “no lo sé, pero opino” en una competencia profesional. Lo grave no es que alguien diga que no ha tenido tiempo de leerse las 400 páginas de un informe; lo grave es que, a pesar de eso, decida escribir sobre él. Porque una cosa es reconocer la falta de tiempo, y otra muy distinta es convertirla en bandera de opinión pública.

Claro que es más fácil escribir desde la intuición que desde el análisis. Leer lleva horas. Contrastar lleva días. Opinar, apenas segundos. Y en una época donde la inmediatez manda, la reflexión se ha vuelto sospechosa. Si uno no reacciona al instante, parece que no existe. Así, los informes educativos se convierten en pretextos para reafirmar prejuicios. Da igual lo que digan los datos, siempre se pueden moldear para que encajen con la idea previa.
Lo curioso es que la educación está llena de expertos en todo. Hay quien, sin haber pisado un aula en años o habiéndola pisado de forma tangencial lejos de etapas obligatorias, diagnostica con precisión lo que falla en las escuelas. Hay quien cita estudios que nunca leyó, pero suenan bien. Y hay quien firma artículos sobre informes que apenas hojeó, justificando el atrevimiento con un elegante “no he tenido tiempo de leerlo entero”.
El resultado es un ecosistema donde la palabra “análisis” se usa como sinónimo de “impresión”. Donde el matiz desaparece y la duda se castiga. Donde lo importante no es entender, sino publicar antes que los demás. La educación, paradójicamente, se ha llenado de gente que no practica lo que predica. Hablan de pensamiento crítico mientras repiten sin cuestionar, defienden la reflexión mientras se guían por impulsos, y piden rigor mientras ellos mismos confunden la lectura diagonal con la investigación.
Y ojo, no hablamos solo de redes sociales. El “no lo sé, pero opino” tiene versión académica. Se disfraza de lenguaje técnico, de citas sueltas y de “quizá esto nos invite a reflexionar”. Pero el fondo es el mismo… opinar sin fundamento, adornado con referencias que nadie comprobará. En el fondo, un bonito envoltorio para un mensaje vacío.
La ironía es que quienes deberían dar ejemplo son los primeros en caer en la trampa. Docentes, investigadores, expertos, todos corriendo a dejar su huella antes de que el tema pase de moda. El informe puede tener 400 páginas, pero da igual. Con leer el tuit de alguien que lo mencione o un resumen realizado con ChatGPT ya basta para opinar con autoridad.
Y así seguimos, con un sistema educativo que presume de formar ciudadanos críticos mientras se alimenta de la cultura del titular. Donde pensar despacio se confunde con desinterés, y donde reconocer que no se sabe se considera un signo de debilidad.
Quizá habría que volver a lo básico. Callar un poco más y leer un poco mejor. Aceptar que no pasa nada por decir “no lo sé” de verdad, sin añadir un “pero opino” detrás. Y, sobre todo, entender que la credibilidad se construye con lectura, no con ocurrencias.
Porque, en educación, si hasta los que deberían leer prefieren opinar, el problema ya no es el informe. Es la costumbre de confundir ruido con pensamiento.
Muchas gracias a Manuel Fernández Navas y a su publicación en un medio de comunicación (https://eldiariodelaeducacion.com/2025/10/07/ni-apocalipsis-ni-exito-educativo-los-viejos-elefantes-en-el-salon-algunas-impresiones-sobre-talis-2024/) por inspirarme para el artículo de hoy. En momentos de mucho trabajo y necesidad de escribir como mecanismo para relajarse, va muy bien el tener a personas que te ayuden en ese proceso, en ocasiones tan complejo, como es tener ideas.
Finalmente deciros que nadie se libra, en ocasiones, de la inmediatez. Y que, como he dicho siempre, usar ejemplos de cosas que se hacen o dicen por parte de algunos no es llevar, a diferencia de lo que hacen otros, la cuestión al ataque personal. Es, simplemente, cuestionar ciertas cosas.
Podéis descargaros mi último libro en formato digital, TORREZNO 3PO: un alien en educación, desde aquí.
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