Esta mañana, debido a la película de Benny Hill que rodaron ayer en las calles de Barcelona y al siguiente tuit, me he puesto a pesar en el concepto de eficacia y eficiencia. Lo sé. Pienso por encima de mis posibilidades.

Fuente: https://x.com/dylanwiliam/status/1821586282579165621

Sé que os dije que no escribiría sobre educación. La verdad es que no puedo resistirme a aplicar este artículo a lo que conozco. Eso sí, puede aplicarse a la educación o a cualquier otro ámbito, tanto personal como profesional que consideréis. Incluso a algo tan simple (o complicado) como es hacer una buena paella.

¿Por qué cuestionamos tanto que la toma de medidas en cualquier ámbito se ciña a términos de eficacia y eficiencia? ¿Por qué, en ocasiones, tomamos medidas ineficientes a la hora de hacer ciertas cosas? ¿Por qué hay personajes que critican abiertamente conceptos como eficacia y eficiencia en el ámbito educativo? Curiosamente son los mismos que critican las evidencias, los datos y la evaluación cuantitativa.

Voy a poneros un ejemplo. Imaginaos que una pareja de profesores da clase de una determinada asignatura en la Universidad. ¿Es eficiente tener a dos profesores dando esa asignatura para unos cuarenta alumnos, previamente filtrados en etapas obligatorias y postobligatorias? ¿Hasta qué punto es más eficaz que estén los dos en el aula que, por ejemplo, se usen las horas de docencia de cualquiera de los dos para dar otra asignatura y así ahorrar en profesorado? Lo sé. Queda muy mal hablar de eficiencia cuando la misma incluye el no incrementar hasta el infinito recursos humanos. Pero, vamos a ser sinceros, si se puede hacer una determinada tarea, de forma más económica, con menor coste a nivel de tiempos y que beneficie al usuario o consumidor final (en este caso el alumnado), ¿qué problema hay en hacerlo así?

Sé que estoy abriendo un melón muy importante. Un melón que, si queréis, puedo trasladarlo a la gran cantidad de másteres que se realizan en la Universidad, especialmente en la pública, casi vacíos de alumnos, que permiten que más de uno tenga su propio chiringuito. Eso no es eficaz ni eficiente. Bueno, es eficaz para el profesorado de esos másteres. El problema es que, al final, esto lo pagamos entre todos y hay un dinero limitado para las cosas.

Si no evaluamos las medidas educativas que estamos tomando no podemos mejorar en eficacia. Ser más eficaces no siempre implica reducir recursos. Ser más eficaces implica usar los máximos recursos disponibles donde hagan falta. Y, en ocasiones, podemos necesitar dotar de más recursos en determinados lugares y menos en otros. Repito. Es una cuestión de eficiencia y eficacia. Eficiencia y eficacia que debe repercutir positivamente en todos los receptores de los servicios o consumidores de un determinado producto.

A nadie se le ocurre cocinar una paella entre veinte personas. A nadie se le ocurre cocinarla echando primero el agua antes de freír el pollo y el conejo. A nadie se le ocurre parar el fuego para ir a comprar el arroz que, curiosamente, nadie se ha acordado de comprarlo. A nadie, por cierto, se le ocurre no controlar previamente, en caso de usar paellero, la cantidad de gas que puede tener disponible. A nadie se le ocurre hacer una paella sin tener al que le suministre cerveza mientras está haciéndola. Y, a pesar de ello, a veces la paella sale mal. Un detalle… si a alguien le sale mal siempre la paella, mejor que ceda el rol de hacedor a otra persona.

Hay algunos a los que no les interesa tomar medidas eficientes y eficaces. Hay algunos que prefieren que solo miremos los números que les interesan y de la forma que les interesan. A algunos les da igual que en un Ayuntamiento haya cuarenta personas contratadas y que solo trabajen bien diez. El problema es que esa perspectiva solo beneficia a las treinta personas que no están trabajando bien. Con lo fácil que sería analizar por qué no están funcionando las cosas y antes de ponerse a contratar a cuarenta personas más lo lógico sería ver por qué esas treinta personas no están rindiendo. Y no siempre la culpa va a ser de esas treinta personas que no están trabajando. A veces la culpa es del que debe controlar que trabajen, debe reorganizarlos para que lo hagan y se establezcan medidas para que lo hagan correctamente. Y si después de que los cuarenta funcionen bien se queda corta la plantilla, pues contratamos a más gente. Añado por si alguno se lo pregunta… si alguno de esos treinta sigue sin trabajar a pesar de todo, quizás convendría darle unas largas «vacaciones».

Finalmente deciros que, a los que, como mucho intuyo, digáis que este artículo defiende los recortes, la verdad es que no habéis entendido nada. Primero debemos arreglar lo que no funciona y buscar criterios de eficacia y eficiencia. Una empresa privada que haga lo que quiera. Cada uno con su dinero es libre de gestionar bien o mal. O, simplemente, de evaluar o no el funcionamiento de su empresa. En caso de los servicios públicos es muy importante analizar los criterios de eficacia y eficiencia de lo que estamos haciendo y ver cómo podemos mejorar el servicio que estamos ofreciendo.

Meter a más gente para cambiar una bombilla no tiene ningún sentido. Lo importante es que tengamos gente que sepa cambiar la bombilla, con unas condiciones laborales dignas y con una plantilla bien dimensionada. Ayer ya visteis que pasó por tener a gente que no sabe cambiar una bombilla, no le han enseñado a cambiarla o, simplemente, a pesar de saber que está fundida, les han dado órdenes de no cambiarla.

No sé si me he explicado. Si no lo he hecho correctamente os pido disculpas. Y si tenéis alguna duda, tal y como os digo siempre, no dudéis en preguntarme para que os matice lo que queráis. O lo que pueda matizaros.

Seguid disfrutando de las vacaciones los que las tengáis. Aprovechadlas para hacer lo que os dé la gana. Las vacaciones son maravillosas porque permiten aislarse de conceptos de eficiencia y eficacia. Algo que, espero que no solo para mí, las hace muy atractivas.


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