Ya os habréis dado cuenta los que me seguís leyendo en vacaciones que, en los últimos artículos, me he abonado a los decálogos. El diez mola y, al no tener rima fácil, me ahorro determinados comentarios. Por cierto, a ver si comentáis por aquí. Mola que me digáis cosas en las redes sociales pero, tal y como os dije ayer, a mí me gusta recuperar la lectura de lo que me vais comentando. Algo que es mucho más sencillo de hacer en el propio blog.
Esta mañana, plagada de noticias futuras dignas de una tragicomedia española, no se me ocurre nada mejor que hablar de cómo hacer un uso razonable de las redes sociales. Ojo. Un uso razonable según mi opinión. Una opinión tan buena o mala como la de cualquiera. Otro tema sería que hablara de si la paella de mi suegra es la mejor del mundo mundial. Entonces eso ya sería un hecho.
Las redes sociales han sido un gran invento. Nos permiten estar conectados a la realidad que nosotros nos montemos en nuestra cabeza, permitiendo estar conectados con amigos, familiares y completos desconocidos que comparten fotos de sus desayunos (o en mi tierra de adopción, almuerzos). Pero, como todo en la vida, hay que saber usarlas con cabeza. Bueno, al igual que las opiniones, las cabezas y los culos tienen sus características individuales. A pesar de ello, aquí te dejo un breve decálogo para que no vivas por y para las redes sociales.
No publiques todo lo que piensas. Sí, ya sé que tu opinión sobre el último episodio de tu serie favorita es crucial para la humanidad, pero a veces es mejor guardársela. También seguro que resulta imprescindible que publiques acerca de deportes que desconoces o, simplemente de lo que opinas de terceros por lo que dicen los que comulgan con tus ideas en las redes sociales. Recuerda que el silencio es oro, y en las redes sociales, a veces es diamante. No olvides tampoco que, en ocasiones, puedes quedar como un auténtico gilipollas compartiendo o diciendo ciertas cosas. Es que una cosa es que sepan que eres tonto en pequeño comité. Otro es que lo sepan miles de desconocidos. Y que además lo hagas con tu nombre y apellidos.
Evita las discusiones inútiles. ¿De verdad quieres pasar tres horas discutiendo con un desconocido sobre si la paella con chorizo es una aberració culinaria? ¿O con alguien que defiende que la tierra es plana, que los aliens nos gobiernan o, simplemente, que hay una confabulación mundial para acabar con el vino Don Simon? Espóiler: no vas a cambiar su opinión. Guarda tu energía para cosas más productivas, como ir pasando rápidamente vídeos de TikTok con el dedo.
No creas todo lo que lees. Si tu tía cuñado comparte una noticia acerca de cómo los extraterrestres están controlando el clima, quizá deberías verificar la fuente antes de entrar en pánico. En el caso del cuñado la verificación es fácil. El problema es cuando te llega esa noticia por un desconocido al que le han compartido miles de veces esa noticia. Más cantidad de veces que se ha compartido algo no implica que sea más o menos cierto. Salvo, claro está, cuando algunos dicen que soy muy guapo. Entonces eso ya os garantizo que sí lo es.
Usa contraseñas seguras. Tu contraseña no debería ser “123456” o “password”. Tampoco debería ser la fecha de tu divorcio, primera comunión o, simplemente, fecha en la que falleció tu primer pez payaso. Sé creativo, pero no tanto como para olvidarla al día siguiente. Y, por favor, no uses la misma contraseña para todo. No me gustaría que un hacker tenga acceso a tu cuenta de Netflix y a tu cuenta bancaria al mismo tiempo. Seguro que a ti tampoco te gustaría que tuviera acceso a lo primero.
No publiques fotos comprometedoras. Esa foto tuya en la fiesta de anoche puede parecer divertida ahora, pero ¿quieres que tu jefe la vea? Piensa antes de publicar. Lo que subes a internet, se queda en internet. Para siempre. Lo mismo para aquellos que en su horario laboral se dedican a publicar fotos en lugares donde no deberían estar. Lo sé. Son muy tontos y la tontería no se curará con este decálogo. Ni tampoco con echarles del curro porque, seguramente, en caso de que consigan otro trabajo harán lo mismo. Un tonto no se cura. Evoluciona. Y, a veces, a peor.
Configura bien tu privacidad. No necesitas que todo el mundo sepa dónde vives, dónde trabajas y cuál es tu comida favorita. Ajusta la configuración de privacidad para que solo tus amigos (los de verdad, no los 500 desconocidos, salvo que seas un influencer, que tienes agregados) puedan ver tu información personal.
No te compares con los demás. Sí, tu amigo de la infancia parece tener una vida perfecta en Instagram, pero recuerda que solo está mostrando lo mejor. Nadie publica fotos de sus días malos. Vive tu vida y deja de compararte con los demás. Deja de juzgar a los demás por lo que hacen o dicen en las redes sociales. Tu vida es la que vives, no la que viven los demás. O la que cuentan que viven los demás. Imaginaos que quisierais comparar vuestra figura con la mía. Mejor que nos os comparéis. No os sale a cuenta.
Desconéctate de vez en cuando. Las redes sociales pueden ser adictivas. Tómate un respiro, sal a caminar, lee un libro, habla con alguien cara a cara. El mundo real también tiene cosas interesantes, te lo prometo. Y, normalmente, son cosas que llenan muchísimo más. Un detalle, he dicho de vez en cuando. No he dicho que debamos restringirnos, al igual que cuando estamos haciendo dieta, ciertas cosas. ¿He dicho dieta? Dieta es lo segundo peor. Lo primero es ir al dentista. E ir al dentista y estar de dieta… ¡sin comentarios!
Sé amable. Parece obvio, pero a veces se nos olvida. No seas un troll. Si no tienes nada bueno que decir, mejor no digas nada. La amabilidad es gratis y puede hacer del mundo (y de las redes sociales) un lugar mejor. Pasarte el día insultando a los que no piensan como tú demuestra cuan triste es tu vida. Eso sí, si te permite sobrevivir en tu vida gris y no tienes dinero para ir a terapia, no seré yo quien te impida que aboques tu frustración tras la pantalla.
Recuerda que las redes sociales no son la vida real. Es fácil perderse en el mundo digital, pero no olvides que la vida real está ahí fuera. Las redes sociales son una herramienta, no una realidad alternativa. Úsalas con moderación y no dejes que te controlen. Y eso que los algoritmos que subyacen tras las mismas hacen que ese control de las personas que lo usan es máximo. Piénsalo.
Nada. Otro decálogo más. Ahora, después de haber tenido vetado el café por unos días, vuelvo a disfrutar del mismo. Mezclado con un poco de leche y con una cucharada de azúcar. Es que a mí lo de la sacarina no lo acabo de ver. Pero bueno, es mi opinión. Al igual que los diez puntos que os he comentado hoy.
Disfrutad del día, de los vuestros y de las vacaciones. Las pilas no se cargan solas.
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La verdad es que las redes sociales están cada vez más contaminadas y si das una opinión con argumentos razonados, en tono amable, pero diferente a la mayoría, te arriesgas a comentarios del tipo: “Ya viene otro a cotillear”, por apuntar alguno suave. Y la gente insulta con una pasmosa facilidad. Esto lo digo en Instagram. Ya de Twitter/X ni hablemos. Creo que sería necesario un manual para comentar en redes sociales. Un saludo y gracias por tu texto.
Gracias a ti Roberto por tu comentario. La verdad es que las redes sociales, especialmente en los últimos años, se han convertido en un entorno muy poco amable para cualquier tipo de debate o simple intercambio de ideas.