La superioridad moral en el ámbito educativo

En el ámbito educativo, como en muchos otros, hay algunos que usan el término superioridad moral como una lanza a favor de una determinada ideología o manera de hacer las cosas. Son muchos los discursos que hablan de la moralidad como elemento esencial para hacer decantar la balanza de la razón. Superioridad moral como justificación de todos los despropósitos, en demasiados casos bienintencionados, que se magnifican en las redes sociales y, por suerte, todavía escasamente suceden en nuestros centros educativos.

No creo en la superioridad moral dentro del ámbito educativo (y, por extensión, dentro de cualquiera). No creo en que haya que justificar moralmente determinadas acciones y/o decisiones que cada uno de los miembros de la comunidad educativa toma frente a cuestiones del día a día. No me gusta esa falsa superioridad de los míos frente a los que no piensan como yo.

¿Son superiores moralmente los que defienden la LOMLOE? ¿Somos superiores moralmente los que no creemos en la misma y pensamos que no va a corregir ningún problema endémico del sistema educativo? Los primeros son muchos… millones de españoles mayores de dieciocho años que decidieron votar a un determinado partido. Los segundos… depende demasiado de los datos manipulados que nos brinden, en ambos sentidos, los politizados medios de este país.

No creo que pueda atacarse a los defensores o detractores de una determinada actuación sobre el sistema educativo como amorales. Tampoco creo que el eslogan de la superioridad moral sea algo a lo que merece darle mucho pábulo. La moralidad como reglas o normas por las que se rige uno, intransferibles y personales, es algo que es imposible de contrastar dentro de un colectivo. Algo que, por su falta de mesura objetiva, debería estar alejado de todos los discursos.

Si queréis podemos hablar de moralina. Esa falsa moral tan superficial que permite ser apropiada por cualquiera y vociferada a los cuatro vientos. Moralina que decide que los demás están equivocados y nuestro pragmatismo, mejor o peor gestionado, permite ser unos iluminados de esa falsa moral. Una falsa moral que se confunde con esa moral en mayúsculas que muchos incorporan a sus discursos sobre decisiones y opciones frente a la Educación.

Lo anterior tampoco permite definirse como ético. La ética estudia qué es moral y, por tanto, imposible posicionarse sobre algo que no existe y está sometido a la variabilidad del grupo (normalmente por cuestiones ideológicas) que lo postule.

Ser superior moralmente en el ámbito educativo es un soberano bluf. Un bluf interesado que muchos utilizan para justificar sus acciones. Un bluf que permite que cualquiera pueda usar esa falsa superioridad para considerar que sus actuaciones son mejores que las de los otros (sean compañeros, administración o resto de sociedad).

Lo ideológico no es moral. La moral es única e intransferible. Lo de alardear de superioridades en la misma… una necesidad de autoconvencimiento de convicciones que necesitan reafirmarse continuamente.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉

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