La verdad es que tengo mis dudas acerca de si lo correcto es Jálogüin o Jalogüín. Ya sé que la RAE, autoridad suprema del asunto (al igual que el turrón más caro del mundo -hace falta ser gilipollas para comprar algo por lo caro que es-), reconoce la posibilidad de usar Halloween sin cursivas para expresar esa noche que, más allá de cuatro que, por suerte han podido disfrazarse de kale borroka, la mayoría han tenido que padecer en sus casas con esas películas de dudoso gusto y calidad cuestionable. Especialmente aquellos que no disfrutamos de las comodidades burguesas de Amazon Prime, Netflix, HBO o Disney +.
Aprovechando las limitaciones de mis canales de televisión (nefastos, especialmente los que pago con mis impuestos -tanto nacionales como autonómicos), me he puesto a revisar los trending topics de Tuister. Sí, he dicho Tuister. A veces digo las cosas con toda la intención. Y, oh surprise, me he encontrado con los típicos bots que atacan a un partido político o al otro (creo que es la misma compañía la que los crea y que trinca por parte de todos), los que confunden bicis y nazis con gente que está hasta las pelotas o, simplemente, algún tipo triste de esos que dice que lo mejor es no pasar tiempo con los tuyos en festividades navideñas. Ah, sin obviar a los que hablan de guerras santas y confinamiento. Es que los monotemas y la manipulación de las redes sociales, en ocasiones, es digna competencia de los telediarios de las diferentes cadenas o de las líneas editoriales de los medios. Ni en Jálogüin nos dejan en paz. Con lo fácil que sería hablar de fantasmas, fantasmones, brujas que viven en casas fetén o algunos que, por motivos desconocidos y sin haber cotizado en ningún trabajo en su vida, llevan trincando de la política eones. Es que tenemos una peli de miedo en las noticias. Ni Jálogüin ni hostias. La realidad supera a la ficción.
La verdad es que esto de estar de mirón de lo que dicen terceros, especialmente algunos con más maldad o incapacidad intelectual que otra cosa, cada vez me gusta más. Esto de estar más fuera que dentro de las redes, viviendo una realidad que, por determinados motivos, al final acababas olvidando porque te creías que lo que cuatro tipos con poco trabajo decían (me incluyo en el pack, aunque en mi caso tenía mucho trabajo), mola bastante. Más aún porque te puedes llegar a cachondear de cuatro que van de graciosos, cuatro que van de malotes o, sinceramente, algunos que follan más bien poco. A ver, si en lugar del esfuerzo que se dedica a las redes, se ayuda a tejer la familia o lo más cercano (profesional o personal), las cosas funcionan mejor. De lo concreto a lo contextual. De lo pequeño a lo que no lo es tanto. De Jalogüin se sale. Y el disfraz, por suerte, es algo que uno se puede quitar. Eso sí, es más cómodo creerte un superhéroe, con poderes infinitos, que saber en qué lugar estás y qué puedes hacer. Por cierto, tenemos mucho margen de maniobra. Más del que nos creemos.
Adiós Jalogüin. Bienvenido Mister Marshall.
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