Me he levantado hoy con ganas de irme a pasear, tal y como hago habitualmente a primera hora de la mañana, por la playa. El problema es que he visto que se avecinaba tormenta y, después de haber ido a dormir tarde por haber disfrutado en el cine de la última adaptación del Conde de Montecristo, estoy más por tomarme el café con calma y escribir unas cosas que me han surgido mirando el mar.
Hoy me apetece hablaros de las hemorroides. Son esas inflamaciones de las venas entre el recto y el ano, conocidas popularmente como almorranas que, por desgracia, generan a un porcentaje apreciable de personas entre picores, dolores y sangrados de diferente intensidad. Sí, también hay quienes las sufren en silencio y no se enteran pero, al final, siempre acaban saliendo a la luz.
Las hemorroides dependen, tanto de la genética como del tipo de culo. No hay dos culos iguales en el mundo. Y pueden salir por varios motivos, entre ellos alguna disfunción venosa, un esfuerzo cagalero o una mala alimentación. Seguramente, al no ser yo experto en el tema, algún motivo más habrá para que surja ese alien en esa zona tan complicada.
Pues bien, ¿qué se puede hacer cuando salga una hemorroide que, por algún motivo, se empeña en señalar que está ahí? Pues tenemos varias opciones: acudir al amigo que, aparte de saber de informática, también tiene conocimientos espectaculares acerca de hemorroides y su tratamiento, acudir al tipo que hemos visto en un pasquín que permite conseguir desde el amor hasta curar cualquier cosa, ir al médico o, simplemente, porque las hemorroides y hablar de ellas sea un tema tabú, seguramente tendremos algún amigo o amiga que las ha sufrido y que nos cuenta habitualmente, especialmente a mitad de una comida, su experiencia con el asunto.
Por tanto ya tenemos que tomar una primera decisión: o acudir al especialista o acudir, a lo que hoy diríamos, las redes sociales analógicas o digitales.
Si acudimos al especialista, seguramente necesitará, como es lógico, proceder a analizar la hemorroide (o hemorroides, en caso de haberse generado espontáneamente una familia numerosa), haciendo pruebas, tanto visuales como usando determinados medios tecnológicos, amén de haciendo analíticas por si son de esas que sangran y provocan anemia, para dar algún medicamento que incorpore hierro al organismo. Y nos dará, en caso de ser doloroso el asunto, algún tipo de crema para untarnos en el asunto, que hagan disminuir el dolor y la picazón. Una crema que irá asociada como siempre por Ibuprofeno. Digo Ibuprofeno porque desconozco el procedimiento y, como he dicho siempre, yo no soy médico.
Y, una vez analizado el tipo de hemorroides toca tomar una determinada decisión: dejar que se desinflame por ella misma o intervenir quirúrgicamente. En este último caso también toca decidir qué estrategia tomar para el abordaje: poner bandas, quemarlas, etc.
¿Se acaba el asunto con la intervención médica? No. Toca seguir realizando controles periódicos e incluir, por parte del médico, determinadas restricciones a determinados niveles (dieta, deporte, sedentarismo, etc.) que permitan, según las evidencias que existen en la actualidad, reducir las posibilidades de que surjan nuevos granos molestos en esa parte de la anatomía.
¿Esto qué tiene que ver con la educación? Pues mucho. Muchísimo.
No todo el alumnado es igual, tiene las mismas habilidades, les cuesta lo mismo, o proceden de las mismas familias. No todo el alumnado entra en el sistema educativo de la misma forma y a la misma edad. No todo el alumnado va a tener problemas con determinadas asignaturas.
Por tanto, ya vemos la primera similitud.
La segunda sería el decidir evaluar y analizar los resultados. Sin que un especialista haga pruebas y analice resultados, de la forma más objetiva posible, es imposible detectar problemas de aprendizaje. Se pueden intuir. Uno puede ir al médico diciendo que cree que tiene hemorroides pero, como en el aprendizaje, conviene detectar si el problema es en el aprendizaje o en otras cuestiones. Imprescindible detectar casos de dislexia o discalculia cuanto antes. Y eso solo pueden detectarlo los especialistas. Lo mismo que en cada una de las asignaturas. A nadie se le ocurriría ir a un oftalmólogo para que revisara las hemorroides de uno. Por tanto, lo lógico es acudir al que más sabe de cada cosa. Una lógica que, como bien sabemos, algunos no tienen muy clara.
Por tanto ya tenemos el problema educativo detectado. ¿Qué hacemos entonces? Pues, siguiendo lo que nos dicen las evidencias y los datos (porque, si tenemos cien investigaciones que dicen que las inteligencias múltiples o los estilos de aprendizaje no existen y una, realizada en la Tanned Ball University, validada por alguien en X o en un determinado panfleto, dice que sí, lo lógico es que sigan sin existir) hemos de tomar determinadas decisiones. No vale comprar el discurso del que sabiendo tú que sangras, tienes una hemorroide del tamaño de una pelota de golf pero, como ha estudiado aromaterapia en la universidad de la vida, dice que no siente esa presencia, que nos dice que no tenemos esa hemorroide. No vale decir que sufra el que la padece. Hemos de solucionar el problema.
Entonces, una vez realizada la intervención educativa, debemos realizar evaluaciones periódicas para ver si ha mejorado el aprendizaje del alumnado. Si ha mejorado, es que vamos por buen camino. Si ha empeorado es que, a lo mejor la técnica más innovadora del mundo, que nos ha vendido una determinada empresa o un determinado grupo de visionarios, no funciona. Algo que debería obligar a cambiar de estrategia de abordaje. Eso siempre y cuando se pensara, al igual que en mejorar la vida del que tiene hemorroides, en mejorar la vida de nuestro alumnado.
Ya veis que las hemorroides y el aprendizaje tienen mucho en común. Si nos equivocamos en el diagnóstico y en las medidas que tomamos, en ambos casos vamos a perjudicar a la persona que sufre lo primero o está recibiendo lo segundo. Y eso es algo que a algunos se les olvida.
Si uno tiene hemorroides lo que quiere es poder volver a sentar prescindiendo, en casos extremos, del flotador de unicornio que le regalaron aquellos que tienen la fábrica de flotadores o dan cursos relacionados acerca de qué colores tiene que tener ese flotador. Eso creo que lo tenemos todo claro. Entonces, por qué nos negamos a tratar la educación y la minusvaloramos, obviando lo que funciona en todos los ámbitos fuera del educativo. ¿Por qué algunos se empeñan en ello? No lo entiendo.
Finalmente deciros que mi primera intención era ilustrar este post con la imagen de una maravillosa hemorroide ampliada para que pudierais observar el mínimo detalle pero, al final, esa imagen dejo que la vean los que saben de ello: los especialistas en su detección y tratamiento. Esto no es un blog de culos y hemorroides. Intenta ser una bitácora personal donde se habla de educación, tecnología y, de vez en cuando, de los hobbies que le gustan al que está tras el teclado.
Disfrutad del domingo. Siempre vale la pena disfrutar de esos días, con tiempo para hacer cosas (entre ellas recoger, por necesidades del guion, la casa), en los que algunos tenemos, por suerte, gente maravillosa a nuestro lado. Gente que espero que vosotros también tengáis.
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