En los últimos años, se ha observado un aumento significativo de los casos de alumnado con necesidades educativas especiales (NEE), tales como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), las altas capacidades intelectuales, los trastornos del espectro autista (TEA) o las dificultades específicas de aprendizaje (DEA). Según el Ministerio de Educación, Formación Profesional y Deportes, en el curso 2020-2021 (enlace), el 10% del alumnado de educación no universitaria presentaba alguna NEE, lo que supone un incremento de más del 1,5% que se da respecto al curso anterior. Pero, ¿estos datos reflejan una realidad objetiva o son el resultado de un sobrediagnóstico?

El sobrediagnóstico se define como la identificación errónea de una condición que no existe o que no requiere tratamiento. En el ámbito educativo, el sobrediagnóstico puede tener consecuencias negativas tanto para el alumnado como para el sistema educativo. Por un lado, el alumnado sobrediagnosticado puede sufrir un estigma social, una baja autoestima, una dependencia de la medicación o una falta de motivación. Sin olvidarnos, que ese sobrediagnóstico, tensiona el sistema educativo por verse desbordado por la demanda de recursos y apoyos específicos, que pueden restar atención al alumnado que realmente los necesita ya que, por desgracia, los recursos son finitos.

¿Qué factores pueden contribuir al sobrediagnóstico del alumnado con NEE?

Algunos de los posibles factores, que podrían dar lugar a un sobrediagnóstico, son:

  • La falta de criterios claros y consensuados para la identificación y valoración de las NEE. Existen diferentes modelos teóricos, instrumentos de evaluación y profesionales implicados en el proceso diagnóstico, lo que puede generar confusión, discrepancia y subjetividad.
  • La influencia de los intereses comerciales de la industria farmacéutica, que puede promover el uso de medicamentos para tratar ciertas condiciones, como el TDAH, sin tener en cuenta los posibles efectos secundarios o las alternativas no farmacológicas.
  • La presión social y familiar, que puede llevar a las familias a buscar un diagnóstico para sus hijos e hijas, con el fin de obtener ventajas académicas, justificar sus dificultades o explicar su comportamiento. Asimismo, los medios de comunicación pueden difundir una imagen distorsionada o idealizada de las NEE, que puede generar falsas expectativas o temores en las familias.
  • La falta de recursos, a nivel de especialistas, que pueden detectar estas NEE, cargan a docentes, no especialistas en el asunto, de realizar suposiciones diagnósticas por intuición.

Ante esta situación, ¿qué se puede hacer para evitar el sobrediagnóstico del alumnado con NEE?

Algunas de las posibles medidas que podrían realizarse son:

  • Establecer protocolos de actuación basados en evidencias científicas, que definan los criterios, los instrumentos y los profesionales adecuados para el diagnóstico de las NEE, y que contemplen la participación de la familia y el alumnado en el proceso.
  • Promover el uso racional y responsable de la medicación, valorando los beneficios y los riesgos de cada caso, y combinando el tratamiento farmacológico con otras intervenciones psicoeducativas, como la terapia cognitivo-conductual o el entrenamiento en habilidades sociales.
  • Fomentar la información y la orientación a las familias, ofreciéndoles un asesoramiento profesional, ético y personalizado, que les ayude a comprender las características, las necesidades y los derechos de sus hijos, y que les facilite recursos y estrategias para apoyar su desarrollo.
  • Potenciar la incorporación de especialistas en la detección de alumnado con NEE en los centros educativos que sean, a su vez, los encargados de tomar medidas educativas que, o bien faciliten su inclusión en el aula o su atención en pequeños grupos.

En definitiva, el sobrediagnóstico del alumnado con NEE es un problema complejo y multifactorial, que requiere una reflexión crítica y una acción coordinada de todos los agentes educativos. Solo así se podrá garantizar una educación de calidad, equitativa e inclusiva, que respete y potencie las capacidades de cada estudiante.

Yo sí creo que estamos sobrediagnosticando al alumnado con NEE. Y que, al final, es un cajón de sastre que engloba, desde malos comportamientos hasta situaciones sociales, pasando por características específicas de mucho alumnado (timidez, falta de habilidades sociales, etc.).

¿Realmente os creéis que ahora todo vuestro alumnado tiene TDAH o altas capacidades? Y no, no deberían valer los informes de médicos privados que algunas familias pagan para que digan lo que quieren oír porque, por desgracia, son demasiados (no son muchos, pero sí más de los que debieran ser) los que se lucran en ciertos consultorios haciendo un diagnóstico en función de la demanda. Es que, como me dijeron hace tiempo unos padres amigos míos, habían hablado con otros padres de su instituto y les dijeron quién les firmaría un determinado documento que dijera que su hija tenía altas capacidades. Lo sé, es solo un ejemplo y no es, para nada, extrapolable. Lo cuento solo como curiosidad.

El tema de las NEE es un melón que alguna vez debería abrirse porque afecta a todo ese alumnado diagnosticado y, de rebote, a todo aquel alumnado que no lo está. Y repito, al menos en mi opinión, creo que sí que hay sobrediagnóstico. Pero puedo estar equivocado porque es algo que, más allá de un artículo en este blog, debería ser algo para analizarse de forma seria, más allá de hacer una estadística del número de alumnado diagnosticado, por parte de la administración educativa.

Ahora ya me podéis dar collejas porque sé que es un tema muy controvertido. Controvertido, pero mucho más importante que el debate de los móviles, de los deberes o de las repeticiones. Muchísimo más. Y se habla muy poco de él.

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