Ayer volví a X. Una red en la que, como siempre, parece que cada vez que vuelves no haya pasado el tiempo. Los mismos debates. Un poco más de odio que en la última ocasión y mucho señalamiento al que piensa diferente de uno. Nada que no esperara. Nada para lo que no esté preparado.
Eso sí, me he dado cuenta que en los últimos tiempos, salvo excepciones, la mayoría de diatribas (denominarlos debates es mentir) se llevan a cabo entre dos movimientos muy extremos: el de aquellos que dicen que no pasa nada y que todo es culpa de la imaginación de docentes anclados en el pasado y, curiosamente, de otros que hablan de apocalipsis educativo.
El problema es que no es cierto. No es cierta ni una afirmación ni otra. No es ser equidistante. Es querer ver qué está sucediendo en nuestras aulas. Aulas en las que pasan cosas. Aulas en las que hay muchísimos problemas pero, por suerte, no todavía apocalipsis. Y no hay apocalipsis porque el alumnado es variopinto y tiene diferentes maneras de reaccionar frente al aprendizaje. No hay apocalipsis porque siguen saliendo buenos alumnos.
Dicho lo anterior tampoco podemos negar que no pasen cosas. Que haya un porcentaje de alumnado con muchos problemas. Que haya, en algunas aulas, un peor ambiente para el aprendizaje que hace algunos años. Que aumenten (o se diagnostiquen) más problemas entre el alumnado de los que había hace tiempo. Y eso va en contra del «no pasa nada». Pasan cosas. La competencia lectora y matemática se desploma en un porcentaje demasiado grande de alumnado. Ahí está el problema. Ahí está sobre lo que deberíamos actuar.
Yo puedo escribir un libro sobre educación y hablar de que no pasa nada, planteando que la culpa es de los docentes rancios que no quieren evolucionar. Sé que ese libro se va a vender muy bien. También se venderá bien un libro en el que se hable de apocalipsis educativo, magnificando ciertos casos puntuales o experiencias personales. Y ambos libros van a tener diferentes medios para que sean promocionados. Hay discursos que se compran muy bien. Hay clientes para todo tipo de relatos.
Hoy es lunes. Generalizar a millones de alumnos y a cientos de miles de docentes es un error. Algo que queda muy bien en X u otras redes sociales. Algo que permite que algunos salgan en sus medios afines. Algo que permite que la vida de algunos, con algún eurillo de más, pueda ser un poco más feliz porque ven quórum en sus intervenciones. Algo que no es la realidad de nuestras aulas, nuestro alumnado, sus familias o los docentes.
Mirar a otro lado cuando hay problemas educativos (¡que los hay!) no es la solución. Tampoco lo es considerarlo todo como un problema. Quizás conviene analizar qué pasa (evaluar), incorporar medidas correctoras a aquello que no funciona y obviar las visiones extremas. Eso sí, si obviamos esas visiones extremas (del «no pasa nada» y del «apocalipsis educativo») y a los voceros que las difunden, ¿qué les quedaría a algunos? Lo sé. No hace falta que me deis la respuesta.
Nada. No me hagáis caso. Seguramente todo el sistema educativo es maravilloso y la culpa es mía de no saber verlo. O quizás sea todo un auténtico desastre y lo que veo que funciona, realmente no lo está haciendo. Será eso.
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Excelente artículo, realidad es que en educación los estaremos son relevantes, y tenemos instituciones educativas «híbridas», que conlleva a tener una receta que no ofrece aprendizaje a los estudiantes
Me alegro de que vuelvas porque recabas datos relevantes sobre educación y los tratas con criterios científicos, analizando su calidad y sus métricas y adviertes de los sesgos que encuentras.
Por otra parte, creo que es importante que los profesores que detecten problemas concretos que afecten al buen funcionamiento de sus clases tengan una forma efectiva para tratarlos, para que sean tenidos en cuenta. Actualmente se utilizan las redes sociales -están en su derecho de usarlas, naturalmente-, pero yo estaba pensando en un buzón a disposición de las asociaciones educativas, de los responsables administrativos del Ministerio, etc.