Es harto complicado desterrar el pensamiento mágico de la educación. Es más fácil abrazar creencias, especialmente si son ampliamente difundidas por las redes sociales o por determinadas camarillas que, por desgracia, cuestionar las mismas para dilucidar qué ocurre en la realidad de las aulas y los centros educativos.
Es por ello que, a partir de hoy, voy a iniciar una serie de volúmenes (ya veremos si solo me quedo con el primero), en los que voy a hablar de esos docentes mitológicos que, a nivel popular, existen en nuestras aulas. Lo sé. Debería de haber escrito un libro, con un capítulo destinado a cada uno de ellos, y sacar pasta con ello pero, tal y como os prometí (mis autopromesas no son igual de válidas que las que os hago a vosotros) este verano no pergeñaría ningún otro bodrio más. Ya lo harán, seguramente, otros por mí.
Hoy toca hablar del docente mitológico que evalúa solo con exámenes. Aquel que, en etapas obligatorias, que solo pone un examen a final de trimestre y que se queda con la calificación que el mismo da al alumno. Y ese ser, por mucho que algunos insistan en su existencia, después de veinticinco años -que no cursos- de profesión, está solo en las imaginaciones de algunos. No hay ni un solo docente que conozca que no tenga un abanico de evaluaciones, cuantitativas o cualitativas, para obtener la nota final. Nadie dice en una Junta de Evaluación… ¡es que me ha sacado un tres en el examen y ese tres es el que aparece en el boletín! No, esto no funciona así.
En las aulas de nuestro país cada docente gestiona, con profesionalidad y con su/s criterio/s, cómo va a realizar la evaluación de su alumnado. Es imposible, especialmente en Primaria (saco de la ecuación Infantil porque, sinceramente, calificar -que no evaluar- a esas edades me parece una aberración), que ningún docente de esa etapa se quede con un simple examen para medir el aprendizaje de su alumnado. Los generalistas conocen a su alumnado. Incluso los especialistas, que tienen más quórum, son capaces de generar una evaluación personalizada de cada uno de los alumnos que pasan por sus manos.
¿De verdad os creéis que un docente de Primaria decide suspender a su alumno por un examen mal realizado? ¿De verdad alguien os creéis que si un alumno tiene problemas sociofamiliares o médicos, no se hace lo imposible para establecer estrategias personalizadas para que intente superar las diferentes materias? Es que parece mentira que algunos seáis docentes y vayáis diciendo por ahí que hay compañeros vuestros que solo hacen un examen y se quedan con esa nota inamovible. Sois unos mentirosos. No sucede.
Lo mismo en la ESO. Es que incluso lo dicen desde hace mucho las leyes educativas: la evaluación se da, tanto durante el proceso, como al final del mismo. Y para medir ese aprendizaje hay cientos de herramientas que se pueden usar. Por cierto, ¿qué es un examen? ¿La defensa oral de un proyecto realizado en el aula? ¿El trabajo individual que hace el alumno en clase? ¿La actitud que presenta a la hora de trabajar una determinada materia? ¿La entrega de libretas? ¿La realización de tareas? Es que, por favor, los profesionales de aula, lo evaluamos todo y cuando decimos a alguien que ha sacado X nota, lo estamos haciendo teniendo un montón de información.
Los exámenes son una herramienta más para evaluar al alumnado. Y, aunque a algunos les preocupe su uso porque, aunque ellos los usen, al igual que sucede con las tarimas que ellos usan y disfrutan pero que, según ellos, deberían estar prohibidísimas en las aulas, se trata solo de algo que, de forma global, funciona bastante bien. Además permite corregir y mejorar determinados aprendizajes del alumno. Algo que, para cualquiera interesado en la educación y en su mejora, debería ser algo a mantener. Especialmente en determinadas circunstancias y siempre, al menos en etapas obligatorias, como un elemento más para conformar la calificación final. Sí, he dicho calificación.
¿Os apetece que siga ahondando en los docentes mitológicos que pueblan nuestras aulas? Lo sé, después de haber pasado por caja ayer y renovado el dominio y el alojamiento por un par de años más, haré lo que me dé la gana. Eso sí, consultar siempre es sano.
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Debes vivir en otro mundo diferente al mío 🙂
No sólo son mayoría los que afirman como único argumento categórico “sacó un X en el examen” para valorar la valía de un pupilo, sino que son incapaces de indicar qué es lo que tiene que hacer para mejorar.
En lo que sí te doy la razón es que NADIE pone nota solo con los exámenes. Sin embargo es a lo que más peso se da en la nota final (del orden del 80% de media en 2º de la ESO) y claro, eso suscita las odiosas preguntas de los nenes: “Profe, ¿eso entra en el examen? o ¿esto cuenta para nota?” previa desconexión total con lo que estás trabajando.
También estoy de acuerdo en que una prueba escrita puede ser una muy útil pero su diseño no suele pasar de algunas nociones básicas:
– Que dure una hora
– Que sume 10
– Que sea fácil de corregir
Y, en el mejor de los casos, se anotan con prisa algunos elementos de mejora que los alumnos ignoran (porque entre otras cosas quedan custodiados por el profesor) y fijan sólo la nota.
Si no es el instrumento, es la manera de usarlo.
Creo que en tu comentario das en el clavo (especialmente con la irrupción de la IA): es una herramienta muy útil para conocer la situación de aprendizaje en la que se halla el alumnado. Eso sí, no creo que a estas alturas, por ver qué están haciendo mis compañeros y compañeras, haya nadie que evalúe solo con exámenes. Un saludo.