Sé que, en la previa de que vuelva a las aulas el alumnado en mi Comunidad y de otras muchas, podría haber escrito acerca de consejos para dar a los nuevos o viejos docentes. Podría haber hecho, como estoy viendo últimamente, una petición a alguna de esas herramientas de inteligencia artificial para que me propusiera algunos temas virales sobre educación y que después me escribiera un artículo para este blog. Y sí. Seguramente colaría. Hay más de uno que lo está haciendo. Hay más de uno que en educación está tirando de la inteligencia artificial para suplir sus carencias.

Pero no, hoy no me apetece ni dar esos consejos para la vuelta a las aulas (que ya di en su momento en algun artículo como el que os enlazo aquí) ni ponerme a criticar, de forma furibunda como están haciendo determinados personajes en las redes sociales, a los que no piensan como yo acerca de cómo debería ser la educación. No estoy muy animado en estos momentos. Ayer tendí la ropa en la terraza y ha caído un chaparrón que hará que, esa ropa que había tendido con mucho amor, siga tendida por un largo tiempo. Y eso es mi preocupación principal, junto con temas personales y algunas cuestiones profesionales, para el día de hoy. No es el vociferar como un energúmeno o publicitar mi último libro.

Eso sí, me voy a permitir hablar del sistema educativo en su conjunto. De enfocar, a vista de pájaro, todo lo que engloba el mismo porque, en muchísimas ocasiones, nos olvidamos que antes de que mañana empiece el alumnado han tenido que pasar muchas cosas y han intervenido muchos perfiles más allá del docente. Cosas que, por desgracia, se acaban obviando porque todo el mundo (¡me incluyo!) somos ombliguistas por naturaleza.

Para poder empezar mañana necesitamos un centro educativo. Sin un espacio donde poder dar clase al alumnado no se puede dar clase. Tampoco podemos dar clase si no hay alumnado. Por tanto alguien tiene que haber hecho un proceso de admisión que permita que ese alumnado esté asignado a cada centro educativo. Sí. El alumnado no aparece de la nada. Los grupos no se crean de la nada. Al igual que tampoco se asigna de la nada al profesorado. Hay técnicos haciendo que ese profesorado esté en los centros educativos y que el mismo cobre. Y eso, al final, acaba siendo muy importante porque va antes que otras cosas.

También es importante que antes de empezar el curso el personal de limpieza haya adecuado los centros, que los administrativos y equipos directivos realicen los horarios de los docentes y que repartan, entre las diferentes clases, al alumnado. No se llega mañana al centro educativo y empieza el reparto. Ya está hecho. Y muchísimos equipos directivos han trabajado en estos días y en julio de forma brutal. Lo sé. Conozco muchos casos. No estoy hablando de los más mediáticos que se permiten el lujo de ir y dejar a su centro para vender su libro. Estoy hablando de los que, en silencio en la mayoría de ocasiones, tienen muchísimas preocupaciones para que todo salga bien.

Los docentes también son clave. Es importantísimo toda la adecuación de espacios, estructura mental del curso y gestión de recursos técnicos que hacen este principio de curso. Nada funciona por improvisación. El sistema educativo es una máquina muy bien engrasada que funciona porque todos los engranajes funcionan. Si alguno falla, falla todo el sistema. Y eso es algo que deberíamos tener en cuenta porque, en demasiadas ocasiones, se nos olvida que todo lo que se puede hacer en todos los lugares en los que se gestiona el sistema educativo es importantísimo.

No he hablado del tema informático. ¿Por qué se ha podido hacer la admisión y matriculación del alumnado? Porque hay un servicio de informática que lo ha hecho posible. ¿Por qué se ha podido tener a los docentes asignados a los centros? Porque el registro de personal, un procedimiento informatizado, ha permitido que estén. Al igual que lo de poderles pagar la nómina o poner las notas cada trimestre. O, simplemente, pedir las becas y tramitarlas. Hay programas y personas tras ellos.

Es lógico que todos nos quejemos de nuestra parcela. Estoy convencido también de que se producen errores en los diferentes engranajes. Sé que muchos de esos errores tienen mucha influencia en cómo va a empezar el curso mañana pero, al final, esto es un barco en el que todos participamos desde nuestros roles. Y hemos de intentar ver, aunque sé que es complicadísimo, que es un todo en el que hay muchos agentes implicados.

Por cierto, no quiero olvidarme de otras patas (hay muchas más de tres) para que todo funcione: el alumnado, las familias y todos los que realizan o invierten, de forma pública o privada, en determinados materiales y herramientas que algunos van a usar en sus aulas. Son muchísima gente. Mucha gente anónima. Muchísima.

Sé que al final, al igual que sucede con el pobre que te atiende el teléfono cuando tienes una incidencia con tu servicio de internet, acaba recibiendo el puro el docente que está en el aula porque es el eslabón más cercano entre el que da el servicio y el que lo recibe. Eso es algo que tengo claro pero, por favor, antes de centrarnos en lo nuestro (que es también necesario), miremos a vista de pájaro qué implica que mañana, en un aula de segundo de Primaria, pueda estar Juan, María, Constantin o Amina delante de un docente.

Un coche sin gasolina ni conductor no corre. Al igual que tampoco puede correr un conductor sin coche por mucha gasolina que tenga. Y ya no digamos el coche sin gasolina, por mucho que tengamos cientos de miles de pilotos de Fórmula 1.

Mucha suerte mañana a todos. Qué demonios. No la vais a necesitar. Va a salir todo muy bien. Y, si no sale del todo bien, ya saldrá mejor pasado mañana. Un abrazo.


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