En los últimos tiempos, más aún después de haber cerrado mi antigua cuenta de Twitter, me prodigo bastante poco en la red del pajarito. Una red que, después de unos meses de interacción cada vez menos recurrente, me parece, al menos a nivel educativo, una disertación sin fin acerca de lo mismo por parte de los mismos y que, en definitiva, salvo lo bonito que para algunos sea la visibilidad que han alcanzado, es un puto día de la marmota que se repite hasta la saciedad. Y, por lo que estoy viendo, a diferencia de la película de Bill Murray, no tiene visos de tener un final a corto plazo ni feliz. Bueno, a lo mejor realmente tampoco les interesa a algunos de los que pululan por ahí. ¿De qué vivirían si no pudieran contar sus pulsiones innovadoras y repetir, un curso y al siguiente, que están haciendo el mismo proyecto mediatizable, que queda muy bonito cara a la galería pero en el que el alumnado no ha aprendido nada?
Este año tenemos el tema transversal de la pandemia pero, para algunos «marmotos» que tuitean, sigue siendo solo un hilo argumental para cuando no les queda nada por decir y, en función de si han jodido o están jodidos, se dedican a usarlo para, o bien dar recetas milagrosas (que, curiosamente, nunca proponen más allá de sus redes sociales o, con suerte mencionan en la máquina del café a sus compañeros) o, quejarse abiertamente de que si no fuera por ellos la educación no funcionaría. Pues, sinceramente, es mucho más importante el personal de administración y el de limpieza que un docente. Y voy a ir más lejos: es más importante que funcione la calefacción o internet en los centros educativos que el uso de ABP, Flipped o alguna metodología de las que últimamente, por estar bastante desapegado al pajarillo, seguro que ha aparecido pero no le he seguido la pista.
Hay cosas que suceden en educación que sirven para mejorar la educación. Hay cosas que suceden en las aulas que cambian la educación. Hay cosas que suceden fuera del aula que, por cierto, también provocan cambios educativos de calado. Cuatro tipos y tipas que repiten el mismo discurso, por mucho canal de YouTube o seguidores que tengan en sus cuentas de las redes sociales, amén del montón de likes que reciban, no aportan NADA para que nada cambie.
Si queréis la prueba de que vivimos en un puto día de la marmota eduinnovadora podéis usar la prueba del algodón: retroceded diez años en Twitter y buscad los tuits de un determinado usuario (no doy nombres porque hay varios), con un número de seguidores apreciables en las redes sociales que, prácticamente solo hable de educación y que haya sido entrevistado en varios medios en los últimos años. Analizad los tuits que lleva publicados en la última semana. Sí, son los mismos. La única diferencia apreciable es que él o ella tienen más canas o menos pelo (lo primero solucionable con tinte) y alguna arruga de más (el botox no hace milagros). El discurso es el mismo. La manera de vender esa moto, también. Y ya no digamos el discurso criticando a los edupaletos que no se actualizan en sus clases según su religión. Ahí ya es cuando el asunto, salvo que estés totalmente abducido por la secta, hiede.
Vivimos en el puto día de la marmota eduinnovadora. No tengo ni idea de qué nos va a deparar el futuro. Lo que sí que tengo claro es que, dentro de diez años, los mismos (que no la hayan espichado) seguirán diciendo lo mismo con los mismos argumentos.
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