A diferencia de una barra de bar donde, salvo que alguien lleve por motivos ignotos la grabadora del móvil encendida, lo que se dice en las redes sociales tiene su repercusión en la vida real. El decir ciertas cosas en las redes sociales puede conducir a que seas subido a los altares o vilipendiado en cuestión de segundos. Además, el cambio de héroe a villano es inmediato. Especialmente el de héroe a villano. Es que, como bien sabéis, el personal es más de dar tortas que palmadas en la espalda.
No solo eso. Escribir algo en las redes sociales siempre queda ahí. Una frase, una reflexión en voz alta, una imagen,.. todo lo que se publique, especialmente en redes controladas por multinacionales, basadas en algoritmos que siempre vamos a desconocer, queda ahí para toda la eternidad. A algunos les va a afectar más, a otros menos pero, al final, a todo el mundo le va a afectar aquella frase o aquella imagen que colgó en un determinado momento. Incluso en su ámbito profesional. No olvidemos que, también en el ámbito educativo, las reglas de juego establecen que uno tendrá mayores o menores beneficios futuros en función de su posicionamiento o los tuits que haya publicado anteriormente. Las administraciones llaman a sus afines. ¿Y cómo buscan a sus afines? Pues rebuscando en sus redes sociales. Algo que les sirve también para vetarles o promocionarles. Vamos a ser sinceros, ¿alguien se cree a estas alturas de la película que a alguien, en el ámbito educativo «más político», le interesa contratar a los buenos profesionales? ¿O se contrata por su perfil en las redes sociales? Es que solo hace falta ver a los docentes que han consultado para elaborar el currículo. Todos con tuits impecables a favor del gobierno actual. En caso de que haya cambio de gobierno, seguro que también se hace una batida para buscar, no a los mejores, y sí a los más afines ideológicamente. Eso sí, como siempre digo, hay honrosas excepciones en todo.
Como os he dicho anteriormente, todo lo que se dice en las redes sociales es permanente. Tal y como se indica en las condiciones que uno acepta antes de, por ejemplo, tuitear o poner algo en Facebook, nos encontramos con lo siguiente:
¿Qué significa lo anterior? Pues que todo lo que publiquemos/publiquéis en las redes sociales pasa a ser público, reproducible, procesable, modificable, transmisible, distribuible,… por cada uno de los métodos de distribución posibles. Métodos que en el caso de Twitter pasan, tanto por la inserción del código del tuit en una página web, como por una captura de pantalla en la que se mencione el enlace al tuit (https://twitter.com/usuario/status/códigonumérico) o a la publicación de Facebook. Y además, según reconoce la UE, si la comunicación está realizada por un personaje con relevancia política o social o, entre otros desde perfiles oficiales, puede hacerse esa reproducción y adaptación del contenido sin necesidad de mencionar la fuente. Sí, lo anterior también permite hacer memes. Aunque, si se menciona la fuente, el meme también se puede hacer de ti. Incluso, por si alguno se lo pregunta, los mensajes directos en Twitter o intercambiados en WhatsApp pueden hacerse públicos por parte de cualquiera de los participantes en la comunicación, siempre que no incluyan datos íntimos o atenten al honor. O sea que, si criticáis a menganito ante fulanito, fulanito puede pasarle a menganito vuestro tuit o publicarlo en abierto.
En definitiva, antes de publicar algo en las redes sociales pensad en las consecuencias que va a tener lo que hagáis. Todo va a tener sus consecuencias presentes y/o futuras. No hay nada inocuo. Incluso dar un retuit o dar me gusta a un determinado contenido publicado por otro, va a poder ser usado contra vosotros. Especialmente en una época en la que, por lo visto, algunos dan más importancia a una fotografía del presidente en alpargatas para realizar una videoconferencia a la cantidad de vacunas administradas o a la repatriación de nuestros compatriotas que estaban en Afganistán. Pero es lo que tienen las redes sociales. Da importancia a una realidad paralela que, interesadamente, se nos ha vendido como algo que debe de tener un efecto en la vida real.
Antes de finalizar me gustaría responder a la pregunta que ayer hizo un profesor de futuros maestros, en la red del pajarito, acerca de si debía recomendar usar Twitter a su alumnado. Pues, sinceramente, estoy convencido de que su alumnado ha publicado barbaridades puntuales en las redes sociales que usan (especialmente Instagram). Es por ello que no debería dar miedo recomendar el uso de Twitter. Eso sí, que tengan claro que Twitter ni es un claustro en red, ni es un espacio para aprender (salvo lo que compartan, vendan o quieran vender cuatro), está plagado de personas relacionadas con la educación que se demuestra que también son personas (con la misma inteligencia o nula que la de cualquier otra profesión) y que, en definitiva, tiene la contraindicación de que todo lo que se hable ahí no solo se va a quedar ahí. Si no se les dijera lo anterior se estaría haciendo mal el trabajo de uno. Y, como docentes (más o menos decentes o indecentes, en nuestra faceta personal y/o profesional), algunos tenemos claro que hay otros lugares más facilitadores del aprendizaje. Eso sí, nada tan divertido como una red social plagada de tiburones que, a la mínima, saltan o saltamos a la yugular. Quién dijo miedo.
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