En el día de ayer, de forma magistral de nuevo, el maestro Potachov, publicó la siguiente viñeta. Una viñeta representativa de lo que se está viviendo en Twitter en los últimos tiempos. Siempre me he preguntado por qué hablamos de «los últimos tiempos» cuando queremos decir de los últimos años porque el lapso del despropósito aumenta cada día que pasa.
Y ello me ha llevado a pensar qué coño estoy haciendo con mi vida. Ya no estoy hablando solo de Twitter. Me estoy refiriendo a la necesidad de intervenir en ciertas cosas en mi centro educativo o a preocuparme para poder hablar con el Conseller o Secretario Autonómico para que vengan a mi centro a conocer de primera mano qué pasa en un centro ultramasificado, en el que nadie nos ha dicho qué va a pasar con nosotros el curso que viene (se supone que nos trasladan a los de ESO y Bachillerato a un nuevo centro educativo). Ya no solo eso, a nadie le interesa mis propuestas educativas. Si ni tan solo en el contexto laboral más cercano interesa a nadie hablar de nada que implique cosas que no afecten personalmente a uno. Es que, vamos a ser sinceros, en docencia hay mucho autolametón de partes.
Yo me creé esta cuenta para sumarme al carro de los cazadores de unicornios, armados con herramientas digitales, que iban a cambiarlo todo. Ahora, que me he dado cuenta que no he cambiado nada ni voy a cambiar nada, ¿por qué no habré vuelto a la necesidad de hablar de sexo y buscar cacho? Sé que en lo primero también tendría pelirrojos, colores indeterminados y perretes varios pero, como mínimo, en lugar de regalarme una triste suscripción a una herramienta digital, a lo mejor me regalan otras cosas. Y reconozco que, en el momento actual, estoy más interesado en el cacho que en los devenires sexuales. Estoy muy mayor y no tengo ganas de cansarme. Pero os puedo dar múltiples consejos del asunto. La mayoría inventados. Al igual que hacen la mayoría de los que están en Twitter. Y ya no hablo de los que retocan el moflete para su Instagram. El sexo, por cierto, está sobrevalorado. Donde haya una paella, un gazpacho manchego o unas migas, que se quite el ejercicio físico en todas sus variantes.
Creo que toca volver a recuperar ese sexo literario tan necesario. Toca empezar a hablar de qué podrían hacer ambos contendientes de la viñeta con el palo que llevan en sus manos. Por cierto, ¿aún nadie ha criticado la viñeta por sexista al no aparecer mujeres? Es que algunos ya tardan en criticar estas cosas. Incluso los trolls están perdiendo fuelle. Es que nada en Twitter es lo mismo. Ni el Satisfyer que era el producto del cual hablaba todo el mundo sigue estando a la palestra. Sí, eso de «en plan de usar el Satisfyer» ya no existe. Es que ni tan solo se han hecho estudios serios acerca del contagio de COVID en función de si se folla con mascarilla o sin ella. Ni mu tampoco de sexo tántrico, cibersexo u ondas mentales orgásmicas. Mucho Pfizer, Moderna y AstraZeneca y nada de los fabricantes de juguetes eróticos.
Tengo muy claro que el porcentaje de polvos que se echan en función de la actividad en las redes sociales está muy relacionado. A más horas de Twitter, menos de sexo. Es que es de cajón. Al igual que lo es que, a más horas de Twitter por parte de los que «tienen que hacer cosas», menos cosas se hacen. Por eso, ya que veo que el sexo educativo tiene un nicho de negocio interesante, que además me permitiría pillar cacho (en metálico, como lo que queremos los buenos catalanes), voy a hablar de ideas acerca de qué hacer con la tiza, los rotuladores de las pizarras blancas, el modo vibración del teléfono móvil mientras se pasa faltas al alumnado o con las llaves y los candados de los escape rooms. Es que incluso lo de grabarse un vídeo erótico, denominarlo eduflipped XXX y pasárselo a todo el mundo para que, aparte de disfrutar autónomamente genere una cantidad de suscriptores brutales, tiene su nicho de negocio.
A ver, seamos sinceros, todos los que nos dedicamos a la docencia, tenemos existencias de vaselina en casa por encima de nuestras posibilidades. Así pues, por qué no echarle un poco más de imaginación. Es que parece mentira que no sepáis que la última inteligencia múltiple es la erótico-festiva. Documentaos. Ya tenéis una edad.
Sé que no es sábado pero, si podéis y os dejan, llevéis o no camisa… y dejaos, al menos por hoy de debates profundos y poco productivos. Vale sustituir sexo por manjar. Hay mucho más de sexo en una buena comida que en un mal polvo. Incluso si sale regular. Un abrazo a todos y no me jodáis el chiringuito que os he planteado en este post. Que pillar cacho sí que es excluyente en una sociedad capitalista. A ver si os lo tatuáis en la nalga que más apetecible os parezca ofrecer como comida si vais en avión y os estrelláis en una montaña. Hay muchos tatuadores low cost. Así que, si no lo hacéis, no va a se por la pasta.
Un detalle final… como habréis podido comprobar os he puesto una imagen muy romántica y de ciencia ficción, en la que dejo a vuestra imaginación el pensar que habrá debajo del uniforme espacial, para ilustrar este post. Es que poner la primera imagen que se me ha venido a la cabeza haría que, posiblemente, en estas redes sociales «tan puritanas de boquilla» (porque después permiten ciertas barbaridades, tanto en formato de imágenes como de textos), se me bloqueara de por vida. Y tengo que velar por mi negocio. 😉
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