En el día de ayer fui a darme un homenaje en maravillosa compañía. Un homenaje que incluía una visita a uno de los templos de la horchata en Alboraya, Daniel. Un homenaje del que saqué prueba gráfica y del cual que ya tenía preparada su publicación en las redes sociales.
Después de un año (mi última publicación en X fue en septiembre de 2023) iba a publicar lo anterior. Una publicación supuestamente neutra y que, seguramente, no tendría ningún tipo de consecuencia en las redes. Pero…
Sí. No me atreví a publicar el tuit (ahora post). En primer lugar no le veía ningún sentido a publicar una imagen para desconocidos, com si estuviera buscando su aprobación o reacciones, acerca de qué estaba tomándome. No tiene mucho sentido hacer exhibicionismo de cosas de tu vida ante gente que, ni conoces ni vas a conocer personalmente nunca. Claro que la pasé por el grupo de WhatsApp de la familia pero, más allá de lo anterior, ¿realmente le importa a alguien que esté bebiendo horchata, tomando fartons y comiéndome una «Clareta» (masa de fartón rellena de crema de horchata)? ¿Realmente importa que haga publicidad de mis paellas dominicales? ¿Hasta qué punto es relevante esta exhibición? ¿Me aporta algo? ¿Aporta algo a alguien más allá de que interiorice que el arroz con cosas que hace no es paella?
Tampoco me atreví a salir del anacoretismo de las redes por culpa del ambiente irrespirable que existe en alguna de ellas que, curiosamente, generan solo una minoría de personas que pululan por ahí. La mayoría quieren pasárselo bien usando las redes pero, como bien sabemos (no solo) los que nos dedicamos a la educación, hay algunos cuyo único objetivo es hacer daño, intoxicar, señalar e insultar. Por eso me fui de X, como usuario activo, hace ya un año. Y sigo defendiendo que fue una de las mejores decisiones que he tomado.
Nuestra vida analógica es lo más importante que tenemos. El escaparate que nos supone las redes sociales y su facilidad de saber que uno se está sacando un moco en la otra parte del globo, aunque tenga millones de visualizaciones, es algo irrelevante para nuestro día a día. El del moco quizás tiene como objetivo viralizarse, conseguir seguidores, parecer que es relevante para alguien o, simplemente, sacar dinero. Habla bien de alguien aunque hables mal. El leitmotiv de algunos.
Hoy, con insomnio que ya es algo incurable, he intentado (porque algunos ya hemos vuelto al curro) trabajar lo mejor que sé. Algo que hacemos, como siempre he defendido, la mayoría de profesionales de cualquier ámbito laboral. Una realidad objetiva, con resultados más o menos visibles, que pueden ser analizados y juzgados in situ. Lo de las redes sociales es otro cantar. Es una manera de exponerse o exponer ciertas cosas, siempre pensando que hay personas ávidas tras el teclado, con muy poca vida, cuyo único objetivo va a ser el tirarse a la yugular de cualquiera.
Escribir en este blog me relaja. ¿Vale la pena volver a ser usuario activo en las redes sociales? Va a ser que no. Y lo mejor que he hecho es dejar de compartir mi vida con desconocidos porque, ¿qué sentido tiene que alguien sepa que he ido a comer a un restaurante determinado? ¿Qué sentido tiene saber que me he comido unos caracoles? ¿Qué sentido tiene saber que ha venido un electricista a mi casa? ¿Qué sentido tienen ciertas cosas? Salvo, claro está, que el objetivo de uno sea buscar vida donde no la tiene. O buscar aplausos en un contexto en el que, salvo las redes sociales, no tiene ninguna posibilidad de ser nadie.
Antes de que alguno me comparéis escribir en este blog con hacer una publicación rápida en las redes sociales en cualquier momento, no creo que haga falta que os indique las diferencias. Las hay y son muchas. Muchísimas. Y más las van a ser en un futuro donde, como ya podéis intuir en las publicaciones de los últimos dos años, a pesar de intercalar cuestiones personales dentro del corpus de algunos artículos, son más de «intentar echar un mano de lo poco que sé» que de otra cosa aunque, en ocasiones, se me escape algún pequeño exabrupto, aunque cada vez menos, ante determinadas barbaridades que dicen o plantean algunos. Lo de opinar de todo se lo dejo a otros. Se les da mucho mejor que a mí y, es mucho más fácil opinar o criticar que hacer cosas. A ver si no.
No me hagáis mucho caso. Al final, las redes sociales es algo que existe y que vais a decidir libremente cómo usarlas. A ver si os voy a impedir que consigáis algunos me gusta o voy a poder cambiar, en un futuro, de opinión. Haced lo que queráis. Es vuestra vida y vuestra manera de gestionar los tiempos, que pueden incluir o no, a las redes sociales en un determinado porcentaje de los mismos.
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No puedo estar más de acuerdo con tus comentarios. De hecho estaríamos mejor sin redes sociales, e incluso si una tormenta electromagnética diera al traste con la electrónica y tuviésemos que volver abruptamente a la vida analógica manual creo que nos sentaría mejor como especie.
Porque las pantallas nos están haciendo pasar a otro estado de e(in)volución y porque los instintos bajos del ser humano se ven amplificados en la facilidad del tirar la piedra y esconder la mano de las redes. No hay nada como dejar que el tiempo asiente lo que el cerebro percibe y que prepare lo que uno quiera que los que te rodean reciban, como una buena conversación debe transcurrir.
Como docente retirado he asistido al comienzo de la informática en los años 80, al comienzo de internet en los 90, a las crisis financieras y la desinformación generalizada actual. De los ordenadores como extensión de la máquina de escribir y la calculadora se ha pasado al móvil como extensión teledirigida de la voluntad de una minoría tecnofeudal.
Te deseo lo mejor y que sigas haciéndonos pensar por las mañanas con tus comentarios en este blog.
Me encanta la frase del «móvil como extensión teledirigida de la voluntad de una minoría tecnofeudal». Y espero, aunque sé que va a costar a partir de la semana que viene, poder seguir escribiendo aunque no puedo garantizar que sea por la mañana ni que sea a diario. Un saludo y gracias por pasarte por aquí, además de leerme por las mañanas.