Hoy he leído un artículo posicionándose a favor de la jornada partida en los centros educativos. Diciendo que el único motivo por el que se aplicaba era el interés personal de los docentes. Que según investigaciones, que no se enlazan en ningún lugar, la jornada continua es perjudicial para el aprendizaje (qué bonito el decir… «según como dicen muchas investigaciones»… que jamás se incorporan en el artículo).

No incorporo el artículo porque es irrelevante. Lo que sí que es relevante es que, curiosamente, el tema de la jornada escolar es otro caso más de la falta de criterios técnicos y evaluación posterior de medidas educativas. No puede ser que nadie investigue acerca de estas cosas. No puede ser que no haya una entidad propia, capaz y formada por profesionales técnicos, que evalúe qué medidas pueden tomarse en el ámbito educativo y, en caso de tomarse, analicen los resultados de la toma de esas decisiones. Es que estamos al albur de decisiones ideológicas. Y así, al menos a nivel educativo, no mejoran las cosas.

No se puede aprobar una ley educativa sin basarse en investigaciones. No se puede mantener una ley educativa sin analizar y evaluar qué supone para el alumnado. No se puede proponer metodologías basadas en pseudociencias. No se puede, en ningún caso, estar sometiendo permanentemente a experimentos el sistema educativo de un país. Así no se mejora.

Yo tengo muy claro cómo me gustaría que fuera la educación en las aulas. Otra cuestión es que tenga más o menos razón, que haya evidencias que sustenten mi visión (salvo mi propia y subjetiva percepción de las cosas) o que se haya de hacer caso de lo que diga. Soy un simple docente. Somos cientos de miles. Y cada uno creemos en una concepción educativa diferente. Algo que debería impedir que cualquiera pudiera tomar decisiones de motu proprio.

Creo que la mejora educativa pasa por estudiar bien ciertas cosas antes de aplicarlas. Que deben tomarse decisiones al margen de factores externos al objetivo básico de la educación: el aprendizaje. Y que debería, al menos en la parte más «de aula», estar alejada de cuestiones ideológicas. No entro en debates acerca de religiones, conciertos o similares. Estoy hablando del meollo de la cuestión. Lo otro, allá cada cual que se posicione según su ideología. Y, salvo que sea relevante para el procomún, que se peguen rascando votos.

Defiendo un sistema educativo bien diseñado y ejecutado. Defiendo un sistema que se evalúe continuamente (tanto al alumnado, como a los docentes y a las medidas que se están tomando). Sí, quiero que evaluemos todo el sistema sin excluir nada ni a nadie. Y quiero que, en lugar de debatirse medidas que van a votarse por criterios muy poco técnicos (como se están haciendo las votaciones del cambio de jornada partida a continua), se decidan las medidas de otra forma.

¿Cuándo vamos a contar con decisiones técnicas en educación? ¿Cuándo vamos a tener evaluación seria e independiente de las medidas que se están tomando? Es que lo de cambiar de gobierno y cambiar de rumbo educativo por criterios ideológicos, al menos a mí, ya me cansa.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso.


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