En primer lugar debo comentaros que, después de la polémica entre los “solotildistas” y los “solonotildistas”, he tenidos dudas acerca de cómo escribir la palabra Oscar. Lo sé, siempre que sea posible, según alguna de las últimas innovaciones de la RAE, debe procederse a escribir la palabra en su idioma original. Especialmente si hace referencia a lugares o palabras con entidad propia. Así pues, Oscar sin tilde. Porque lo dice la RAE. Y no hay más que hablar. O quizás sí, pero no es ni el lugar ni soy un experto en Lengua.
Ya que tipos y tipas que viven de hacer (buenas) películas tienen su premio, ¿por qué no hacer una lista de los Oscar planteada en clave educativa? Una lista con mucho humor y mucha mala leche. Estoy en modo fallero total. Con ganas de quemarlo todo. O casi.
Vayamos a ello…
En primer lugar, el premio a la mejor película, va a ser para la LOMLOE. Una ley que no es tal ley que, plagada de grandes actores y actrices en su redacción, ha conseguido la crítica, prácticamente unánime, por parte de los profesionales que dan clase. Y ha conseguido llenar todos los medios de comunicación y cursos de formación con mucha palabrería hueca, despropósitos curriculares y sistemas de evaluación imposibles. También se ha llevado el premio a los mejores efectos especiales por conseguir poner conceptos, como el de situaciones de aprendizaje, al mismo nivel que el traje nuevo del Emperador. Con muchos hablando de cosas que no existen salvo en la mente calenturienta del creador de esos efectos especiales. Lo que puede hacer uno con un par de carajillos y algún corte de sustancia blanca.
Para la mejor dirección se ha tenido difícil la selección. La LOMLOE era otra de las que estaba en todas las quinielas para todos los premios pero, en este caso, se ha optado por dar el premio a aquellos directores de centros educativos que consideran el centro que dirigen como su chiringuito particular. Se hace una mención honorífica a los directores catalanes que eligen a parte de su plantilla según “si sabe hacer genuflexiones correctamente o no”. Los centros educativos privados (concertados o no) tenían vetado participar en este premio. Lo hubieran ganado de calle y tocaba ser un poco más ecuánime.
La mejor actriz principal ha sido, en este caso sin ningún tipo de duda, la Ministra de Educación y FP, Pilar Alegría. Capaz de hacer tanto el papel de Ministra como el de portavoz del Gobierno. Sus múltiples facetas han hecho que, a pesar de la competencia de algún Consejero y Consejera del ramo, sea la elegida para llevarse el galardón.
Lo del mejor actor principal se ha tenido bastante difícil. Aunque en esta edición hayan desaparecido tanto César Bona, David Calle y otros actores muy conocidos del panorama educativo nacional, ha habido alguien que ha conseguido, desde el fuera del mismo, llevarse el gato al agua. Me estoy refiriendo a Howard Gardner que, con su reinvención de sus múltiples y falsas inteligencias, ha conseguido inventar un nuevo concepto. Bueno, más bien ha conseguido recuperar este año el concepto de las cinco mentes. A ver si sale el Nacho Vidal de los cinco penes. Se lo llevaría seguro. Por cierto, se trata de un premio más que merecido por la influencia, especialmente en las jornadas de puertas abiertas de algunos centros, de sus siete, ocho o nueve inteligencias.
Los premios a los mejores actores y actrices de reparto han sido repartidos entre los voceros del régimen (periodistas que solo escriben sobre temas educativos siguiendo los dictados de quienes les pagan) y los miembros del colectivo DIME. Un colectivo que considera a cualquiera que no piensa como ellos como alguien que tiene un discurso neorrancio y totalmente reaccionario. Supongo que el premio lo recogerá el Deivid, el Jordi, el Toni, el Manuel, el Ignacio o la Olga. O vaya usted a saber si la mamá caniche. Quién sabe.
El premio al mejor guion es para el que se inventó el concepto de competencias. Iba a ir a César Coll pero, por desgracia, para él va a ir para la OCDE porque, al final, son ellos, mediante conceptos e intereses económicos, los que están diseñando la agenda educativa de Europa. Un premio que va a recoger Andreas Schleicher. Es lo que tiene tener los premios Oscar patrocinados por una entidad bancaria como Abanca, El Corte Inglés y Google. Obligan a dar determinados premios.
El mejor documental es para aquellos docentes que tienen tropocientos alumnos en su aula, ocupando espacios más pequeños que cualquier cerdo en una granja, y que intentan hacerlo lo mejor posible. No tienen redes sociales. No tienen tiempo para perderlo en luchas absurdas. No se han leído la LOMLOE porque prefieren dedicarse a que su alumnado aprenda. Y lo hacen, en ocasione con tiza y otras con medios tecnológicos.
El mejor vestuario va hacia aquellos TeachTokers que, en su cuenta de TikTok, con muchísimos seguidores, se preocupan más de llevar una ropa determinadas que de mantener la privacidad de su alumnado. Además exigen a todo su alumnado que se vista de una determinada manera y así consiguen ser viralizados. Su interés es máximo en los me gusta y en conseguir seguidores.
Lo de mejor maquillaje y peluquería está claro este año. El premio se lo llevan todos esos aparatos tecnológicos que, suministrados de forma masiva a los centros educativos con fondos europeos, acaban siendo usados para no se sabe qué, mientras las paredes se caen a pedazos, hay goteras o no funciona la calefacción.
Y, finalmente, el premio del público (bueno, el mío) va a ir -y en este caso sin ningún tipo de broma, como son los premios anteriores- a todos mis compañeros, a todos los docentes en general, al alumnado y a sus familias. También a aquellos que desde la administración educativa intentan hacer cosas (¡que los hay!). Este, al final, es el premio más importante porque, a diferencia de los anteriores, es el único que se da a los que están haciendo cosas para mejorar la educación. O, como mínimo, para intentar que no se hunda del todo con los experimentos que, de forma interesada, nos llegan desde arriba.
Voy a acabar el post dándoos un poco de envidia. Yo solo trabajo hasta el miércoles. Semana de Fallas. Y mola.
Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso.