La inquisición española duró porque la mayoría del pueblo estaba a favor de la misma. Estoy convencido de que, si a día de hoy se hicieran tribunales sumarísimos para ejecutar a los que no se han vacunado o no han inoculado a sus hijos, habría miles de españoles que se apuntarían a dicho pelotón de fusilamiento. Es lo que hay. Hay demasiados que se creen las mentiras de la televisión y de los medios. Y NADIE, salvo cuatro a los que se nos acusa de negacionistas, muchos con pauta de vacunación completa y creyendo en la ciencia a pies juntillas, nos atrevemos a oponer realidad frente a imaginario popular.

En esta última ola de COVID en mi centro (2100 alumnos) al igual que en la mayoría de centros educativos ha habido casos a decenas (entre alumnado, docentes y familias). Notificados y sin tomarse ningún tipo de medida por parte de las autoridades sanitarias. Los niños no contagian. ¿Os acordáis de lo anterior? Sí, al mismo nivel que los que defienden el uso de geles hidroalcohólicos cuando no tienen ninguna validación científica para proteger del virus. Hay más niños que se han suicidado que niños que han muerto por COVID. Es que solo que uno se muriera por COVID ya saldría en los medios hasta atragantársenos la noticia. Miedo, miedo y más miedo. Miedo como mecanismo de control. Debo reconocer que son dignos sucesores de Goebbels. Y la culpa, como siempre, del vecino. Lo de que tengamos una sanidad pública hecha unos zorros, aulas masificadas y políticas de conciliación lamentables, debe ser que no va con ellos. Es que somos borregos y como tales a obedecer. Que si mascarilla en exteriores (¿será obligatoria la mascarilla en el balcón?). Que si tercera, cuarta u octava dosis porque, por lo visto, este virus es el único que en seis meses se carga toda la protección que otorgan las vacunas. Y mezcla. Primero lingotazo de AstraZeneca y después chupito de Moderna. Algunos creyéndose todo el tinglado. Y Verónica Forqué, sin aguantar más la presión del contexto, suicidándose. Pero no pasa nada… la vida sigue. La salud mental bajo mínimos, pero no pasa nada.

Dando alas a fascistas y demagogos. Políticos cuya máxima es presionar y presionar hasta que la camisa apriete pero no ahogue. Cientos de miles aplaudiendo medidas que no pueden entenderse. ¿Os imagináis una sauna gay pidiendo certificado de VIH a sus clientes? Pues eso. Pero nada, los datos confidenciales acerca de si uno está o no vacunado ya no importan. Da igual que la justicia invalide medidas por estar contrarias a la ley. Se cambia la ley y punto. Siempre para favorecer a los que van a una cumbre del cambio climático en Falcon o a las que echan la culpa de la expansión del virus a los sanitarios por ser unos vagos y boicotear la atención sanitaria. Hay que joderse.

Esto va de palos y zanahorias. De meter miedo. De asustar con el hombre del saco. De monopolizar los programas del corazón con voceros que hablan de lo malos que somos todos por querer vivir. De permitir que se nos convierta en asesinos por el simple hecho de respirar. Empezamos algunos a estar muy cansados. Los partidos extremistas se están frotando las manos. Van a multiplicar votos por miles. Lógico. Hitler ganó democráticamente unas elecciones. Es que algunos deberían revisar hemerotecas.

Hoy nuestro Presidente (he dicho nuestro porque, aunque no se le haya votado es el que nos representa), sin mascarilla, delante de numerosos periodistas, ha dicho que mañana aprobará la mascarilla en exteriores. Que nos dejará, en caso de ir al monte, quitárnosla como haciéndonos un favor. Sin ninguna evidencia científica. Sin ningún dato que avale lo anterior. Sin ningún dato de hospitalización ni gravedad que indique que, por suerte y por lo que parece, esta última variante es muchísimo más leve que las anteriores. Pero bueno, el miedo es el resorte más fácil de activar. Y lo han sabido activar muy bien. Yo también tengo miedo pero ahora no al COVID. Tengo miedo que alumnado mío se quite la vida. Tengo miedo que haya gente que no tenga que llevarse a la boca en Navidad. Tengo miedo de los cánceres que se detectan tarde. Tengo muchísimo miedo de una sociedad cada vez más enferma y del auge, como he dicho antes, de determinadas ideologías. Napoleón fue el resultado de la Revolución Francesa. Es importante no olvidar la historia. Muy importante.

Esto no va de salud. Esto va de otra cosa.


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