En primer lugar permitidme deciros que, si lo que vais a leer es más incoherente de lo habitual es gracias al buen estado de ánimo del que lo está escribiendo. Sí, el que lo está escribiendo soy yo, pero siempre queda mejor hablar en tercera persona. Especialmente cuando lo que vas a escribir, oyendo de fondo las olas, es algo que a algunos les va a obligar, de nuevo, a replantearse sus incoherencias pedagógicas. Bueno, algunos, les da igual que les pongas delante de un espejo ya que, curiosamente, solo van a ver reflejado lo que les interese ver. Pero bueno, por intentarlo que no quede.
La clase magistral ha sido durante mucho tiempo el pilar fundamental de nuestro modelo de enseñanza, ofreciendo una estructura que permite al alumnado acceder a conocimientos acumulados durante siglos. Sin embargo, en los últimos tiempos, se ha levantado una ola de críticas contra este método tradicional de enseñanza, abogando por métodos más interactivos y participativos. Curiosamente, la mayoría de estas críticas se realizan precisamente a través de ponencias magistrales, lo cual plantea una paradoja intrigante y un grado de incoherencia notable.
La ironía de criticar las clases magistrales mediante ponencias que siguen la misma estructura es evidente. Estas ponencias, presentadas en congresos y jornadas educativas, son esencialmente clases magistrales: un experto habla durante un tiempo prolongado, mientras la audiencia, generalmente en silencio, escucha y toma notas. Bueno, algunos están pendientes de lo que dicen en las redes sociales algunos que, curiosamente, están hablando de esos congresos y jornadas sin estar presentes. Esta contradicción no solo socava la credibilidad de las críticas, sino que también refuerza la idea de que, bajo ciertas condiciones, las clases magistrales son una herramienta efectiva para la transmisión de conocimientos.
Para entender por qué la clase magistral sigue siendo relevante, es fundamental reconocer sus ventajas inherentes. Unas ventajas que podríamos englobar fundamentalmente en tres que voy a intentaros exponer a continuación.
Una clase magistral es muy eficiente en cuanto a la transmisión del conocimiento. Bien estructurada permite a un experto (que es quien sabe de algo) transmitir mucha información en un tiempo relativamente corto. Esto es especialmente útil en las asignaturas que requieren una base teórica antes de poder abordar cuestiones prácticas o interactivas. Traduciendo al lenguaje actual, sin conocimientos no hay competencias. Y uno debe adquirir esos conocimientos previamente a cualquier asimilación de competencias o movilización de saberes.
Los docentes que imparten clases magistrales tienen una profunda comprensión en su asignatura. La clase magistral no esconde ni disimula la capacidad del docente. Se trata del único modelo que permite saber quién es realmente bueno en lo suyo y en la transmisión de conocimientos. Poder explicar cosas sin la necesidad de disponer de artificios solo está en la mano de los buenos profesionales. Quizás por ello también pueda haber algunos que critiquen las clases magistrales aunque, creo que en el fondo, lo que reconocen es su incapacidad para explicar conceptos complejos de manera clara y accesibles para el alumnado.
Y, finalmente, hay algo imprescindible que debemos tener en cuenta. La clase magistral proporciona una contextualización y conexión de ideas, ya que da el marco contextual que permite conectar diferentes conceptos y teorías. Este tipo de comprensión holística (sí, he dicho holística) es difícil de encontrar mediante el uso de otros métodos.
Lo sé. Ahora toca preguntarse cuál es la evidencia de su eficacia. Pues hay diferentes estudios e investigaciones que han demostrado que funcionan. Por ejemplo la investigación de Ting et al. (2023) encontró que el alumnado en cursos bien estructurados con clases magistrales obtenían mejores resultados en los exámenes que aquellos cursos en los que se dependía en exclusiva de métodos activos sin una base teórica sólida.
Pero hay muchísima más investigación y evidencias que argumentan que la enseñanza mediante conferencias o clases magistrales no solo sigue siendo relevante, sino que es crucial para la formación de pensamiento crítico y analítico. La combinación entre estas clases magistrales y métodos interactivos, como debates y trabajos en grupo, puntuales y de realización posterior a la clase magistral, puede proporcionar un equilibrio óptimo para el aprendizaje significativo.
La cuestión, al igual que pasa siempre en educación, es no desechar nada por el simple hecho de que nos estén vendiendo ciertas cosas que solo pueden venderse «rechazando» todo lo que, por lo visto, puede ir en contra de esa venta. Además, hay cosas que algunos quieren rechazar que tienen un mayor efecto positivo en el aprendizaje del alumnado que las que quieren imponer. La clase magistral es una de estas cosas que algunos, curiosamente desde ponencias magistrales, publicaciones magistrales en las redes sociales o afirmaciones magistrales, funcionan mejor para la etapa inicial del aprendizaje o para un aprendizaje más especializado. Y repito. No lo digo yo. Lo dicen las investigaciones, las evidencias y la experiencia de lo que sucede en las aulas.
No voy a incidir de nuevo en lo surrealista que es ver cómo se critica la clase magistral desde las propias ponencias magistrales. Bueno, sí que lo haré. Ignorar las ventajas comprobadas y contrastadas de este método tradicional (a mí no me da alergia decir que algo es tradicional y a su vez es bueno) de enseñanza no solo es paradójica, sino que ignora las ventajas comprobadas del mismo. En lugar de desechar la clase magistral, ¿no sería más productivo enfocarse en cómo mejorarla e integrarla con métodos interactivos para ofrecer una educación más completa y eficaz? La clase magistral sigue siendo un componente fundamental en la transmisión de conocimientos y debe ser valorada como tal en el ámbito educativo. A menos, claro está, que el objetivo de la educación ya no sea que el alumnado aprenda.
Bibliografía
Ting, F.S.T., Shroff, R.H., Lam, W.H. et al. A Meta-analysis of Studies on the Effects of Active Learning on Asian Students’ Performance in Science, Technology, Engineering and Mathematics (STEM) Subjects. Asia-Pacific Edu Res 32, 379–400 (2023). https://doi.org/10.1007/s40299-022-00661-6.
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En pocas palabras:
Ahora no hay dogmas….salvo el Dogma de que no puede haber dogmas.
O…prohibido prohibir.
Es la tónica, la tónica de la contradicción de la cuadratura del círculo. ¿Qué más da un fanatismo que otro?
Pues sí, es que curiosamente unos fanatismos son mejores que otros… fanatismos de buena y mala calidad.
Y el fanatismo actual, que no se reconoce como tal, es el mas odioso. El fanatismo de lo cuqui, de lo woke, el mesianismo de lo «nunca visto», de los «inventores de la pólvora»…Los eyaculadores precoces de la «innovación educativa».
en fin, ya me entendéis.
Aburren antes de comenzar: ESPECIALMENTE a los alumnos, que conocen, intuitivamente, la gran farsa.
Muy buen artículo! Justo el otro día tuve una experiencia muy similar. Por una serie de circunstancias que no vienen al caso, me llamamaron de un centro para explicarles la nueva ley de FP. En base a una pregunta respondí: «Imaginaos que al llegar, en vez de explicaros la ley, os hubiese dado a cada uno 10 artículos de la ley a cada uno, y 20 minutos para leerlos. Luego nos hubiésemos ido al aula de informática, y hubiéseis tenido 20 minutos más para preparar vuestra presentación. Después, habríais salido cada uno a explicar vuestros diez artículos. La charla habría sido muy innovadora y habría aplicado todas las metodologías activas, pero todos pensaríais que lo que soy es un caradura».
Fue muy reconfortante ver que la gente se echó a reír. Todavía hay esperanza!
Siempre hay esperanza.