Hay cuestiones que, por mucho que algunos insistan en otra cosa, son imposibles de rebatir. Y una de ellas es la necesidad de digitalizar la educación. No, no hay opción. No hay plan B. No hay alternativas viables a digitalizar la educación. Podemos matizar qué y cómo digitalizamos pero, sinceramente, a día de hoy es imposible, menos aún pandemia y confinamiento sufrido, decidir no apostar por usar la tecnología en la educación.

Digitalizar la educación no consiste en usar una determinada herramienta TIC. No consiste en desplazar los libros en papel por materiales educativos digitales (normalmente pdf enriquecidos). No consiste tampoco en ponerse a certificarse como locos por Apple, Google, Microsoft, EdPuzzle o la certificación que saque la empresa tecnológica de turno. Digitalizar la educación consiste en facilitar los procesos y procedimientos, tanto en su parte más administrativa como pedagógica. FACILITAR es la clave de todo. Si algo se complica con las TIC es que, o bien era un aspecto que no debía digitalizarse o bien que estamos haciendo mal esa digitalización.

Nadie se plantea en la actualidad la necesidad de seguir rellenando sábanas a mano para poner las notas de su alumnado cada evaluación. Nadie se cuestiona que, como ha sucedido con su implantación digital en algunas Comunidades, se deba volver a realizar procedimientos de admisión de alumnado en papel, llevando los papeles a los centros educativos, salvo casos puntuales. Nadie se plantea realizar procesos de petición de participación en oposiciones, concursos de traslado, consulta de nómina, expedientes profesionales, mediante petición en papel. Nadie se plantea no tener correo electrónico como herramienta de comunicación, no tener una web en su centro, no disponer de herramientas para colaborar en la nube, etc. Bueno, nadie con un poco de sentido común.

Es por ello que no tiene sentido hablar de no digitalizar la educación. Al menos, como queda claro, a nivel de modelo de «gestión administrativa». Lo mismo que tampoco no pedimos a los médicos que dejen de usar la receta digital que nos permite ir a buscar nuestros medicamentos a cualquier farmacia, incluso sin necesitar acudir a la atención del especialista, salvo que sea necesario.

En lo anterior no creo que nadie se oponga a mejorar ni a facilitar la digitalización administrativa de la educación. Pero, aunque podamos estar de acuerdo en ello todos, seguramente lo que sí podemos discrepar es en el modelo de digitalización pedagógica. Y ahí es donde hay múltiples debates en los que, como he dicho en más de una ocasión, hay más grises que blancos o negros.

Debemos entender la digitalización como algo para mejorar el aprendizaje. Si una herramienta complica el aprendizaje o se demuestra, mediante investigaciones, que perjudica el aprendizaje, lo desterramos. Leer en papel o leer en formato digital se ha demostrado que, a nivel de eficacia, es mejor hacerlo con el derivado de la celulosa. Pues no pasa nada. Al igual que tener una aplicación para hacer sumas en la tablet es peor que hacer sumas en papel. O, simplemente, dibujar con colores, da mucho más juego que hacerlo con un programa informático. Son cosas que se han investigado y de las que hay suficientes datos para afirmarlo.

Entonces, ¿cómo apostar por la digitalización pedagógica? Pues potenciando la existencia de equipamiento, conectividad y herramientas clave para cada etapa concreta. No en todas las etapas educativas necesitan las mismas herramientas ni deben usarse de la misma forma. Debemos tener una mochila de herramientas TIC para todo el alumnado y el profesorado. Especialmente herramientas que permitan la colaboración entre docentes, alumnos y Departamentos Didácticos. No se puede mejorar la educación de forma aislada mediante la existencia de francotiradores. Francotiradores que pueden ser más o menos tecnofílicos o tecnofóbicos. Pero, lo que sí que es imprescindible, es hablar de competencia digital de alumnado y profesorado. Y ahí no hay excusas.

Para digitalizar la educación se necesita un proyecto serio y bien diseñado. Con personas implicadas que hagan que lo anterior funcione. Sin generar disfunciones que compliquen cosas que no deben complicarse. Con una formación adecuada. Con herramientas suministradas por la administración, potentes y versátiles. Evaluando cada paso que se esté dando. Un proyecto más allá de la herramienta pero que necesita de la misma.

No hay debate (o no debería haberlo) acerca de la digitalización de la educación. Otro tema es por qué digitalizar lo que no debe digitalizarse. Pero eso, si se hacen las cosas bien, se sabrá qué, cómo y cuándo es más adecuado proceder a esa digitalización.

Hay Comunidades en las que hacen las cosas bien y otras mal. Hay centros en los que se hacen las cosas bien y en otros mal. Hay docentes que lo hacen bien y otros mal. Hay alumnos que entienden esa digitalización y otros que no la entienden. Familias a las que les sucede lo mismo. Ya hemos fracasado en muchas ocasiones con las TIC. Ahora toca cambiar las TIC por el concepto de digitalización. Algo que algunos entienden y otros no. En mi Comunidad creo que se está entendiendo, por parte de los que están trabajando en ello (como peones o como gestores de esos peones), bastante bien. 😉


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