El otro día un alumno de primero de Magisterio me preguntó cómo podía ser que ninguno de sus profesores de la Facultad hubiera nunca impartido clase en Infantil o Primaria y, en cambio, pudiera formar a esos maestros que, en un futuro, iban a impartir clase en esas etapas educativas. Le supuso un shock entrar en la Universidad, consultar los perfiles de sus profesores y ver cómo no tenían ningún tipo de experiencia real en lo que estaban impartiendo. Algo que, por desgracia, no es la primera vez que se me pregunta y que, posiblemente cueste tanto de responder por ser, como antiguo profesor de FP y, ahora docente de ESO, una parte del entramado de la formación docente (en mi caso, con nulo conocimiento del mundo empresarial y, por desgracia, capacitado para impartir docencia en Secundaria por un curso llamado CAP -ahora sustituido por el máster que, no mejora la calidad pero sí la recaudación- que servía para menos que nada).

Realmente es una situación muy compleja la que sucede en determinadas Facultades. No es habitual en Medicina, por ejemplo, encontrarte profesorado universitario que no haya practicado la medicina pero, sí que es habitual encontrarte lo anterior, entre otras porque no es un caso excepcional, en las Facultades de Magisterio. Por tanto, ¿qué es lo que pasa para que, por desgracia, la única visión real del aula la tengan los maestros cuando empiezan a trabajar como tales? ¿Por qué la Facultad se basa en contenidos teóricos y, por desgracia, sin aportaciones reales más allá de algún “invitado” puntual? ¿Por qué se permite que, una profesión tan importante como la de maestro no tenga fundamentalmente maestros que combinen aula de Infantil o Primaria con la docencia universitaria? ¿Por qué, en caso de existir esa figura, son los menos en las plantillas? Sí, hay muchas preguntas que pueden/deben realizarse.

Reconozco que si a mí me pidieran formar a futuros docentes de Secundaria tendría muchas dudas de cómo hacerlo. Reconozco mis limitaciones en poder incorporar una base teórica sólida pero, lo que sería innegable es que, cómo mínimo, se podría aportar la experiencia profesional. No discuto que pueda ser un buen o mal docente, lo que sí tengo claro es que al haber trabajado en el aula, podría aportar algún tipo de cuestiones más prácticas porque, al final, lo que interesa al futuro docente (sea de la etapa que sea) es que la persona que tiene delante le hable de experiencias reales. Y qué mejor que hablar de las propias porque, para hablar de las de terceros, ya tenemos los libros que pueden estudiarse. Lo que un futuro docente quiere saber es qué va a encontrarse y cómo va a poder gestionarlo. Lo demás, debería ser una base necesaria pero no el núcleo de su formación. Porque si planteamos, tal como está actualmente, que el maestro aprenda a trabajar cuando esté en el aula nos estamos equivocando.

No es cuestión de la formación inicial de los maestros o profesorado de Secundaria. Es algo que lastra también mucho al profesorado de Formación Profesional. Un profesorado que, en muchas ocasiones no ha pisado nunca la empresa y, curiosamente, forma a futuros profesionales que van a incorporarse en ellas. Algo que también debería replantearse porque, hasta entrar la LOGSE eran muchos los profesores de taller que venían de la empresa y, ahora con las nuevas oposiciones restringidas a titulados universitarios, son demasiados los que entran que nunca han pisado un taller, una empresa de informática,… Es decir, adoleciendo completamente de su vertiente más real y sin que la administración potencie su reciclado.

No creo que sea bueno restringir al marco teórico las explicaciones para preparar a futuros maestros y, es por ello que, quizás debería reformularse todo el tipo de enseñanzas (a todos los niveles) que permitan incorporar directamente a los que obtengan las titulaciones en el mundo laboral porque, en caso contrario, estaremos abocados a repetir los mismos errores una vez tras otra.

Por cierto, el redactado anterior no presume, en ningún momento la capacidad de los docentes que forman a los futuros profesionales, pero sí que debería ser una llamada de atención para reconvertir la formación más profesionalizadora en algo mucho más práctico.


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