Hoy me he levantado con una pregunta que lleva, en los últimos tiempos, rondándome por la cabeza… ¿Cuál es el objetivo del sistema educativo? ¿Cuál es el sentido de la educación que, de forma más o menos reglada, se imparte a lo largo de determinados años por parte de docentes? ¿Qué sentido tiene ese afán de buscar soluciones a problemas que se plantean cuando, ni tan sólo se plantea el sentido de todo el asunto de forma global?

La respuesta fácil sería la de considerar como objetivo último del sistema educativo el aprendizaje de los alumnos, el aumento de posibilidades futuras para ellos y, de rebote, una mejora de la sociedad en la que viven. Sí, una respuesta tan fácil como, a la vez, ¿errónea? O va a ser que la respuesta fácil es la respuesta correcta. La verdad es que no lo tengo claro.

Tengo claro para qué me pagan e intento enseñar mi asignatura lo mejor que sé, utilizando las mejores herramientas disponibles y que mejor se puedan llegar a adaptar a mis alumnos (como el resto de compañeros), pero sigo sin tener claro el asunto. Creo que definir un sentido a algo que no se sabe ni en qué consiste es intentar buscar el sexo de unos ángeles que nunca han existido y sólo son fábulas en busca de excusas concretas. ¿No será que buscar el objetivo del sistema educativo es una simple excusa para no buscarlo? ¿De verdad alguien tiene claro para qué enseñamos, por qué enseñamos así y, por qué lo hacemos en algunos períodos concretos con más ahínco que en otros?

No, tampoco me sirve la típica digresión acerca de la conversión del sistema educativo en un destierro absoluto de conocimientos más academicistas. La cultura no llega por inspiración divina; la cultura se aprende, se disfruta y se padece a partes iguales. Parte se enseña, parte se aprende, parte se obvia. Quizás sea éste uno de los objetivos del sistema: el aumento de cultura de la sociedad pero, ¿qué es cultura? ¿Leer mucho, conocer muchos autores o, simplemente, saber qué noticias están sucediendo actualmente y efectuar una visión crítica, personal y no inculcada por terceros sobre la misma? Qué complicado se hace el asunto.

Creo que, como repito habitualmente, debo ser muy mal profesional porque no se el objetivo máximo del asunto. Sé que los procesos tienen su importancia, que el aprendizaje es clave, que el sistema educativo permite que aquellos nacidos en determinados contextos tengan esperanza de salir de ellos.

Afirmo que es falso que el objetivo del sistema educativo deba ser “obtener” personas con unas determinadas características, que piensen de una determinada manera o que defiendan verdades absolutas. No creo en el adoctrinamiento, ni en la homogeneidad educativa ni, por desgracia, en que el objetivo del sistema educativo sea el mismo para dos alumnos. Ya, estoy echando balones fuera pero, entre que tengo cada vez menos claro el asunto y que, lamentablemente, tiendo mucho a dudar de quienes lo tienen todo tan claro estoy hecho un lío.

Es lo que tiene pensar demasiado porque, a veces, el dejarse llevar por la intuición, reflexionar de forma superficial sobre ciertos temas o, simplemente, obviarlos, quizás sea para algunos la mejor manera de conseguir dar determinadas respuestas de forma muy rápida y contundente. Siempre es más cómodo poder decir que el objetivo del sistema educativo es (…). Qué suerte tienen algunos.

Hoy si me preguntan, dependiendo el medio y la profundidad que pueda tener mi respuesta, seguramente diré que los objetivos del sistema educativo son unos. El problema es que, como he dicho, mi respuesta dependerá más del medio y de factores muy poco objetivos.

No tengo ganas de volver a trabajar hoy. Soy docente vacacional con pedigrí. Y eso sí que es algo que tengo claro. Algo que no obsta a querer hacerlo lo mejor posible porque, por mucho que algunos no se lo crean, el mejor profesional no es el que más «adora» su trabajo. El mejor profesional es el que mejor hace su trabajo. Feliz vuelta a las aulas. O al sitio ese en el que os toque estar hoy. Tachando, en mi caso, días en el calendario para el próximo festivo.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉


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