He estado en más reuniones educativas que cafés he tomado en sala de profesores, y creedme, eso ya es decir. Mis veinticinco años de pisar aula, aunque ahora, temporalmente, no esté en ella, creo que me permite hablar con cierta propiedad. O, al menos, eso creo. Aunque visto el desprecio en las redes sociales de algunos por la experiencia docente ya empiezo a tener mis dudas. Pero bueno, qué le vamos a hacer. Hay quienes supongo que prefieren ser operados a corazón abierto en la primera operación de alguien que por un cirujano cardíaco con experiencias. Nada. Hay de todo en este mundo.
No nos vayamos del tema. Centrémonos. Estaba hablando de reuniones educativas. Bueno, al menos esta era la idea. Va, vamos a ello…
Hay reuniones que empiezan con un «será breve» y acaban con el alma pidiendo auxilio. Una hora después, nada decidido, todo debatido, y alguien anotando conclusiones que nadie leerá.
El problema no es reunirse. Es hacerlo sin propósito. Así que, por si algún valiente quiere probar a organizar una reunión que sirva de algo (y no solo para calentar sillas), aquí va una guía práctica desde la experiencia.
No hagas reuniones si no hay nada que resolver.
Parece obvio, pero no lo es. Hay centros donde se convoca reunión por inercia, como quien riega el cactus cada lunes. Por si acaso. Por si acaso, nada. Si el tema puede resolverse con un correo, un documento compartido o un audio de 30 segundos, hazlo. No hay nada más cruel que hacer perder tiempo a un claustro entero para leer lo que todos ya saben.
Los PowerPoints o Canvas (cuando no se cae la nube de Amazon) son el nuevo castigo divino.
Si alguien necesita proyectar diapositivas, que las mande antes. Leer en voz alta lo que se podría haber leído en casa debería estar penado. La reunión no es para narrar PDFs, es para pensar, discrepar y decidir. Lo demás es ruido, pero con proyector. Y, en ocasiones, el proyector también hace muchísimo ruido porque nadie, por desgracia, le ha pasado un cepillo al ventilador que lleva.
Objetivos, por favor. Y que no suenen a manual de autoayuda.
Reflexionar sobre la convivencia escolar suena precioso, pero no lleva a ninguna parte. Un buen objetivo se formula con verbo y límite. Por ejemplo… decidir tres medidas para reducir los conflictos en el recreo. Claro, medible y sin niebla. Si no puedes concretarlo, igual lo que necesitas no es una reunión, sino una siesta.
El moderador. Pensad en elegir (bien) al moderador. Un héroe sin capa, pero imprescindible para que una reunión funcione.
Si no hay moderador, habrá monólogo. Y todos sabemos quién lo hará. Siempre hay alguien dispuesto a contarnos su experiencia de 1987 como si fuera oro pedagógico. La función del moderador es cortar con elegancia quirúrgica. «Gracias, Paco, pero volvamos al tema». Si tiembla al hacerlo, no sirve. Si sonríe mientras lo dice, vale doble.
El tiempo es sagrado.
Más de 60 minutos y el cerebro empieza a emitir señales de socorro. Si algo no se resuelve en una hora, o no interesa o no está maduro. Y, por favor, nada de «ya que estamos, añadimos otro punto rápido». Esa frase ha destruido más tardes que el calendario escolar.
Cierra con tareas concretas o no cierres.
Si nadie sale sabiendo qué tiene que hacer, cuándo y con quién, la reunión ha sido una tertulia. Tareas claras, nombres y fechas. No «lo vemos». No «ya lo hablamos». No «lo dejamos pendiente». Las cosas pendientes se evaporan en el éter burocrático junto a los proyectos del curso pasado.
El buen clima no se compra con frases inspiradoras.
Basta de dinámicas con post-its de colores o música ambiental. El respeto y el humor bastan. Y si hay ironía sana, mejor. Una reunión no necesita parecer una terapia de grupo. Solo que nadie se sienta tonto por decir lo que piensa.
Cuida la energía del grupo.
No hay nada más contagioso que el cansancio colectivo. Si las reuniones son un suplicio, la gente dejará de participar y empezará a fingir interés. Una reunión buena deja sensación de avance, aunque sea mínima. Una mala deja la duda existencial de por qué no te hiciste jardinero.
Organizar reuniones útiles no es cuestión de técnicas mágicas, sino de respeto. Por el tiempo, por las ideas y por la cordura ajena. Y si aun así sale mal, al menos sabrás que lo intentaste. Que no convocaste por rutina, que buscaste sentido, que te resististe a la liturgia del «porque siempre se ha hecho así».
Y, sinceramente, eso ya es bastante revolucionario.
Podéis descargaros mi último libro en formato digital, TORREZNO 3PO: un alien en educación, desde aquí.
Me podéis encontrar en X (enlace) o en Facebook (enlace). También me podéis encontrar por Telegram (enlace) o por el canal de WhatsApp (enlace). ¿Por qué os cuento dónde me podéis encontrar? Para hacerme un influencer de esos que invitan a todos los restaurantes, claro está. O, a lo mejor, es simplemente, para que tengáis más a mano por dónde meteros conmigo y no tengáis que buscar mucho.
Descubre más desde XarxaTIC
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.