No entiendo la necesidad de ser anónimos en las redes sociales. No entiendo que si uno quiere cuestionar algo o a alguien, lo haga desde una cuenta que se ha creado escondiendo cualquier dato que permita (o crea que le permita) identificarle. Entiendo y respeto, con las leyes del juego que existen, que uno pueda querer que no se sepa quién es pero…
Sí, tengo bastantes peros en el asunto. El principal es el hecho de por qué uno tiene necesidad de criticar desde el anonimato. Es tan sencillo poner tu nombre o, simplemente decir quién eres para mantener, más o menos duramente tus posturas, que no llego a entender el motivo por el que algunos siguen ocultos. Menos aún cuando se trata de profesionales relacionados con la educación. Es que entra en contradicción contra todo lo que significa esa palabra bajo la cual trabajas. Entiendo que, por determinados motivos, un escritor decida escribir bajo pseudónimo. Pero es que está escribiendo un libro y no diciendo estupideces en las redes sociales. Por cierto, se pueden decir estupideces dando la cara. No pasa nada. Yo lo hago.
Estos días se han largado dos personas muy conocidas de Twitter. Sinceramente, me la trae al pairo que se hayan ido porque no me interesaba lo más mínimo lo que decían en la red. Pero yo era libre de seguirlas o no. Incluso de criticar abiertamente cosas que hayan dicho. No hay nada malo en criticar. No hay nada malo en dar tu visión acerca de las cosas. No hay nada malo tampoco en decir, más o menos vehementemente, qué es lo que opinas. Joder, que por suerte estamos en un estado democrático. Y para los que vengan con las persecuciones según lo que dices, tan solo recordarles que es tan sencillo como no crearse una cuenta en las redes sociales. Si dices algo en las mismas asume las consecuencias. Es que esto de tirar la piedra y esconder la mano es muy de cobardes.
Sé que hay cuentas en las redes sociales que viven del anonimato. Algunas son muy conocidas en el ámbito educativo. Gente que se crea unos perfiles para divertir al auditorio, hacer memes o ciscarse en el Espíritu Santo 2.0. Otra cuestión es el valor que debamos dar a esas cuentas. Por cierto, yo sigo alguna de ellas pero he de reconocer que lo hago porque me divierten. Es mi libertad. Se pueden seguir a cuentas anónimas. Otro tema es que te apetezca debatir o ponerte al mismo nivel que alguna de ellas.
Vuelvo a repetirlo. Uno es libre de querer mantener el anonimato en la red. Al igual que también es libre de escribir, con recortes del diario, una carta y dejarla, después de haberse puesto los guantes, en el despacho de su jefe amenazándole. Él problema es lo que subyace tras lo anterior. Y tras lo anterior subyace una persona que tiene poco de persona. Un simple personaje que, al menos a mí, me da mucha pena. Ha de ser muy triste tener miedo a decir lo que uno piensa en abierto. Ha de ser muy triste dedicarse a insultar desde el anonimato. Ha de ser muy triste la vida de algunos para, dentro siempre de su libertad, decidir crearse una cuenta en las redes sociales para soltar todas sus flatulencias. Porque, no lo olvidemos, la mayoría de elementos anónimos siempre son más de heder que de oler.
Si no quieres decir algo no lo digas. Eso sí, si solo puedes decirlo desde el anonimato tienes un problema. Lo de las listas negras, al menos en educación, salvo que impida que lo que digas te haga que te inviten a alguno de esos tinglados para trincar o quieras tener un «carguito», no cuela. Bueno, en la mente calenturienta del anónimo seguro que sí.
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Pues sí. Yo también voy como yo mismo en estos mares de Internet (bueno, gestiono alguna cuenta del trabajo en la que no, claro; en esa perfil institucional). De todos modos, me meto en menos charcos que tú, Jordi, jeje.
A mí en invierno también me cuesta meterme en charcos (la ropa no se seca rápido) pero, cuando llega el buen tiempo…