Hoy empieza oficialmente el último mes de vacaciones decente que tienen los docentes. Agosto se disfruta. Agosto se estruja. Y la verdad que, salvo tropiezos de última hora, pinta bien. Tener tiempo siempre pinta bien. Poder seguir escribiendo, trabajar en proyectos “que te apetecen y en los que nadie te marca tiempos” o, simplemente vegetar horas viendo el mar, dando un voltio por el monte, amén de disfrutar de la gastronomía o del bricolaje voluntario está muy bien.
Hay dos cuestiones básicas para todo trabajador que le hacen rendir mejor en el trabajo: la nómina y las vacaciones. Si uno tiene muy buena nómina y nada de vacaciones, seguramente será el más rico del cementerio. Si uno tiene muchas vacaciones y una nómina exigua, es como si no tuviera esas vacaciones. Lo ideal es el equilibrio. Se trabaja para vivir. Ojo, no estoy diciendo que uno no pueda disfrutar con su trabajo. Yo disfruto en muchas ocasiones con mi trabajo. Tengo suerte. Eso sí, también disfrutaría no teniendo que trabajar y poder dedicarme a escribir ese libro “muy negro” en todos los sentidos, que tengo escrito en mi mente. Y viajando, realizando rutas gastronómicas y pudiendo ir a comprar, dentro de ese consumismo que nos han impuesto, sin tener que mirar el precio de nada.
Conforme nos hacemos mayores los meses (al menos eso me pasa a mí) se convierten, con suerte en semanas. La percepción es que el tiempo pasa muy rápido. Además, por desgracia, hemos perdido año y medio de nuestra vida que no vamos jamás a recuperar. Vivir con miedo no es vivir. Vivir en pandemia no es vivir. Vivir sin libertades no es vivir. En definitiva, vivir es lo que uno decide que sea. No lo que te impongan como modus vivendi desde determinados púlpitos. Por suerte este agosto parece que vuelve la normalidad. Bueno, al menos yo me he quitado el miedo y estoy disfrutando desde hace un tiempo de la falta del mismo. No se puede vivir con miedo. Menos aún con miedo las veinticuatro horas los siete días de la semana.
¿Consejos para agosto? Pues consejos no vendo. Creo que lo mejor es que cada uno decida en qué invertir su tiempo libre. Yo invertiré parte en cosas relacionadas con mi profesión. Quizás sí que me ponga a preparar algo para el nuevo curso. Quizás no. No tengo ninguna obligación para hacerlo. Eso sí, si lo hago o no lo hago, lo que menos me interesa es alardear de ello. Alardear de currar en período vacacional es muy triste. No te hace mejor profesional. Te hace falto de saber disfrutar de las vacaciones.
No es malo tener un agosto educativo. Como tampoco lo es tener un agosto totalmente deseducativo. No es malo hartarse de horchata. Tampoco es malo hartarse de espetos o de alguna de esas cosas con las que trafican los veganos. Todo mi respeto para ellos. Cada uno decide qué comer. Y si uno decide comer hierbas, hacer una dieta a base de huevos y aguacates o, simplemente darse un festival colesterólico cada día, uno es libre de hacerlo. No solo en vacaciones.
En definitiva, agosto es un buen mes para gestionarse uno los tiempos. Las vacaciones es lo mejor del mundo mundial. Incluso más que la LOMLOE, las entrevistas a los responsables educativos, el flipped, el ABP, la clase tradicional o los programas de la dos de fauna salvaje ideales para dormir esos fines de semana en los que, a lo largo de la semana, se ha estado currando.
Nada. Os dejo. Voy a enfundarme unos maravillosos pantalones cortos (mostrando mis piernas excelentemente torneadas) y me voy a dar un pequeño paseo al lado del mar. Disfrutad de vuestro día y del resto del mes de AGOSTO.
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