Hace bien poco hemos conocido los resultados de ICILS (enlace). Un estudio para evaluar la competencia digital del alumnado de segundo de ESO. Ergo, aprovechando dicho estudio y antes de empezar a hacer conexiones masivas con muchísima gente, un día en el que toca teletrabajar, me gustaría hacer algunas reflexiones en voz alta acerca de la competencia digital del alumnado. Ojo. Estoy hablando de la del alumnado. De la del profesorado ya he hablado, a lo largo de estos últimos diez años, bastante en este blog.

Es innegable que cada vez vivimos en un mundo más digitalizado y que, como bien podréis observar, la competencia digital del alumnado está en la palestra en cualquier decisión educativa que se tome, en la mayoría de jornadas educativas o, simplemente, en cualquier conversación que se dé, con un cierto tiempo, en cualquier centro educativo. Es por eso que voy a intentar explicar, tal y como he dicho, mis ideas, como siempre incoherentes, acerca de este tema.

Tengo muy claro que antes de que un alumno pueda dominar las competencias digitales debe ser competente en lectoescritura y matemáticas. Son habilidades fundamentales esenciales y la base para construir todas las demás habilidades o poder ser competente en otras cosas. La lectura y la escritura permite al alumnado comprender y comunicar información de manera efectiva, mientras que las matemáticas desarrollan el pensamiento crítico y la capacidad de resolver problemas.

Sin una base en las áreas anteriores, el alumnado puede tener muchas dificultades (cuando no ser imposible) desarrollar competencias digitales. Por tanto sería importante, antes de ponernos con la digitalización masiva en etapas iniciales de aprendizaje, asegurarnos de que todo el alumnado, sin ningún tipo de excepción, consiguiera un nivel adecuado de competencia el lectoescritura y matemáticas.

Una vez aclarado lo anterior me gustaría recordar que competencia digital NO ES competencia tecnológica. La competencia digital se refiere a la capacidad de usar las tecnologías digitales de manera segura, crítica y eficiente. Usar un ordenador por usar un ordenador no es competencia digital. Hacer un documento en Word y saber justificarlo no es competencia digital.

Eso sí, todos sabréis, especialmente los que os pasáis por el barrizal de las redes sociales, donde es el único lugar en el que, por desgracia, algunos se informan, que se cae en ocasiones en extremos absurdos. Por un lado está la tecnofilia, esa creencia en que la tecnología es la solución para todos los problemas educativos. Por otro lado, la tecnofobia. Ese miedo y rechazo a la tecnología bajo diferentes premisas. Premisas que van desde el control de terceros hasta la deshumanización.

Ambos extremos, para mí, son perjudiciales. La tecnofilia puede llevar a la implementación irreflexiva de tecnologías que no están bien adaptadas a las necesidades educativas, mientras que la tecnofobia puede impedir que los estudiantes desarrollen habilidades cruciales para el siglo XXI. Sí, hay habilidades de contexto. Otro tema es el manido y falso refrán de eso de la escuela del siglo XXI. Estamos hablando de otra cosa.

Entonces, ¿qué sería lo ideal? Lo ideal es adoptar una postura equilibrada, utilizando la tecnología de manera crítica y reflexiva para mejorar la educación sin perder de vista los principios pedagógicos fundamentales. Y ahí creo que estaría la clave.

Tal y como he dicho anteriormente, es importante distinguir entre competencia digital y competencia tecnológica. La competencia tecnológica se refiere a la habilidad de utilizar dispositivos y aplicaciones tecnológicas. Sin embargo, la competencia digital es mucho más amplia y profunda. Implica no solo el uso de la tecnología, sino también la capacidad de buscar, evaluar, utilizar, y crear información de manera crítica y ética. La competencia digital también incluye habilidades de comunicación y colaboración en entornos digitales, así como la comprensión de la seguridad y privacidad en línea. Por tanto, ya veis que son cosas totalmente diferentes.

Y sí, también en ocasiones toca hablar de los efectos a medio y largo plazo para nuestro alumnado de no tener competencia digital. Algo que conlleva a la exclusión social y económica. Las personas sin estas habilidades pueden encontrarse en desventaja en el mercado laboral, donde la mayoría de los empleos requieren al menos una competencia digital básica. Además, pueden tener dificultades para acceder a servicios esenciales que cada vez más se proporcionan en línea, desde la banca hasta la atención médica. Eso sí, tengo claro que el objetivo de la educación en etapas obligatorias no es preparar a nadie para el mercado laboral. Pero, lo que no podemos obviar, es que también tenemos que pensar en el contexto económico en el que nos movemos. El idealismo puro y duro de la pedagogía descontextualizada no tiene ningún sentido, además de perjudicar al alumnado.

En definitiva y porque no me da más el tiempo, ya que a y media quiero estar ya trabajando. La competencia digital del alumnado no es solo una habilidad deseable, sino una necesidad crucial para el éxito en la vida moderna. Sin embargo, no debemos olvidar que esta competencia debe construirse sobre una base sólida de lectoescritura y matemáticas. Además, debemos adoptar una postura equilibrada, evitando los extremos de tecnofilia y tecnofobia, y asegurándonos de que nuestros alumnos desarrollen una competencia digital completa que les permita navegar con éxito en el mundo digital.

Educar para la competencia digital es, en última instancia, preparar al alumnado para el futuro. Un futuro donde la tecnología continuará desempeñando un papel cada vez más importante. Pero conviene recordar siempre que la tecnología debe servir a la educación y no al revés.

Nada. Un rollo de buena mañana que me apetecía escribir. Un vicio como cualquier otro y, en principio, bastante más económico y menos perjudicial para la salud.

Finalmente una cuestión que seguramente os preguntaréis… ¿por qué he puesto un trozo de sandía como imagen destacada? Pues porque me ha parecido una imagen muy chula. No busquéis otra explicación.


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