Mediados de junio.
Ese extraño epílogo académico.
El calendario dice que aún hay clase.
La realidad dice que ya no hay curso.
Las aulas están abiertas, pero el contenido se fugó con las notas finales.
TORREZNO 3PO fue asignado a “acompañar la recta final pedagógica”.
Traducido: observar cómo la institución finge que aún hay algo que enseñar.
En la planta de Bachillerato, silencio.
No un silencio de estudio.
Un silencio de despoblación emocional.
En 2º de ESO, cinco alumnos.
En 4º, dos y medio: uno físicamente presente, el otro mentalmente en la piscina, y un tercero que solo apareció para pedir su boli prestado… de marzo.
El pasillo olía a fotocopias antiguas y a esperanza evaporada.
-¿Y qué hacéis en clase? -preguntó TORREZNO.
Una profesora respondió:
-Inventamos dinámicas.
-¿Didácticas?
-No. De supervivencia.
En un aula de Biología, vio una proyección titulada “Documental: El ciclo del agua”.
Duración: 38 minutos.
Número de alumnos atentos: cero.
Número de alumnos dormidos: dos.
Número de docentes conscientes del absurdo: todos.
En Plástica, hacían abanicos con mensajes positivos.
En Inglés, karaoke con letras inventadas.
En Matemáticas, una batalla campal de Kahoot sin puntuación.
Y en Educación Física, el profesor acababa de declarar la guerra formal a la pelota de gomaespuma.
-Está poseída -dijo, mientras se la devolvía por quinta vez un alumno con cara de martes eterno.
TORREZNO anotó: “El mes de junio es un simulacro sostenido de sistema. No hay contenido, pero hay horarios. No hay alumnado, pero hay listas. No hay progreso, pero sí calor.”
A las 11:35, una clase entera pidió ir a la biblioteca.
No por libros.
Por el aire acondicionado.
En otra aula, jugaban a “pasapalabra de valores”.
Letra A: Asertividad.
Letra C: Convivencia.
Letra Z: Zzzzz…
Una profesora comentó entre dientes:
-Estoy a una manualidad de romperme emocionalmente.
Otra respondía:
-He dado más abrazos que explicaciones esta semana.
A las 13:05, un alumno se levantó y dijo:
«Profe, ¿esto para qué sirve ya?»
Y no lo dijo mal.
Lo dijo con ternura.
Como quien no entiende por qué el curso aún no ha cerrado la persiana si todos ya están fuera.
TORREZNO observó el aula vacía cinco minutos antes del timbre.
Una papelera llena de recortes de cartulina.
Un proyector encendido sin motivo.
Un docente mirando por la ventana como si la pedagogía estuviera allá, entre los árboles.
Y escribió: “El mes de junio no educa. Acompaña. Sostiene con cariño una estructura que se deshace despacio. No hay aprendizaje formal, pero sí algo más profundo: el cansancio compartido. Y, a veces, eso también enseña.”
Y cerró con una frase que encontró en una esquina de la pizarra, escrita con rotulador verde: “Esto ya no es un curso. Es un campamento con correctores ortográficos.”
Podéis encontrar todos los capítulos de TORREZNO 3PO en la siguiente página. Espero que lo estéis disfrutando. Gracias por acompañarme en sus aventuras.
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