Ayer, en uno de los mensajes que me llegan habitualmente, sea por mensajes directos en X, Facebook o correo electrónico, me preguntaron qué pensaba acerca de la decisión de Elon Musk de poner los «me gusta» como privados. La verdad es que, como he dicho en más de una ocasión a lo largo de este curso, me parece irrelevante lo que haga un propietario de una red social con la misma. Es su negocio y cada uno decide gestionarlo como mejor le apetezca. Y para aquellos que se creen que X es suyo por tener un perfil ahí o haber pagado una cantidad mensual para conseguir una cuenta verificada, tan solo decirles que lo siento. Siento decirles que alguien, cuando tiene una empresa, mientras cumpla con la legislación vigente, es libre de hacer lo que quiera con ella.
Por tanto, mi opinión es irrelevante. Totalmente irrelevante. Y más después de recordar, como hago cada cierto tiempo, que el día 9 de septiembre de este curso escolar fijé en mi perfil de X la siguiente publicación.
Sí, en septiembre desapareció, salvo el compartir mis publicaciones y la respuesta a determinados mensajes directos, mi actividad en X como usuario activo. Otro tema es que, en ocasiones, cuando tengo tiempo y me apetece, pueda echar un vistazo de lo que se cuece por ahí. Y además poder encontrar cosas interesantes que me apetece compartir por aquí, o bien como reflexión a algo que ha dicho alguien en X o bien, pudiendo traeros materiales que he encontrado en uno de esos momentos en los que me paso por ahí.
Vivo más feliz sin enterarme qué hacen algunos en X. A veces me llegan capturas de pantalla de publicaciones en las que me mencionan y, simplemente, o bien las ignoro, o bien las comento para reírme un poco de la falta de vida de algunos. Por cierto, aparte de vivir más feliz, también dispongo de muchísimo más tiempo. El tiempo que perdemos en las redes sociales, especialmente en X, Instagram o TikTok, es espectacular. Con todo ese tiempo podríamos leer muchísimo más, podríamos escribir libros, podríamos pasear, disfrutar más de la familia o, incluso, enfadarnos mucho menos con personas a las que, detrás de un teclado, jamás van a significar nada para nosotros.
No voy a ser yo el que os diga cómo debéis usar X. Tampoco voy a repetiros, especialmente a algunos, que no deberíais usarlo en vuestro horario laboral ni publicar las fotos de vuestro alumnado ahí. Es que hay consejos que, a una cierta edad y más después de haberlos repetido activamente, ya no tienen ningún sentido. Ya sois mayores para que os lo recuerde. Además, ¿quién soy yo para dar consejos de nada? No he hecho algunas barbaridades que hacen algunos en X, pero tampoco me he portado siempre como un angelito. Y me disculpo por ello. Lo he hecho en más de una ocasión. Me reitero hoy en las disculpas.
A mí no me importan las métricas de las redes sociales. Tampoco, aunque las mire cada cierto tiempo, las de este blog. Os voy a confesar que las miro por curiosidad, pero nunca van a cambiar mi manera de escribir ni dictarme qué y cómo debo hacerlo. Y tengo muy claro cómo podría hacer que un artículo de los que publico aquí se viralice pero, sinceramente, me apetece más escribir y compartir cosas con vosotros que ponerme a analizar cómo y de qué debo escribir para hacerlo. Es mi manera de ser.
Finalmente me gustaría daros las gracias a aquellos que me «echasteis» de X. Sé que me leéis siempre para poder encontrar aquella coma que me he dejado y, por ello, sé que os va a llegar mi agradecimiento. Gracias a vosotros vivo muchísimo más feliz. He recuperado muchísimo tiempo de mi vida y he podido dedicar más tiempo a lo realmente importante porque, aunque parezca que uno gestiona su tiempo, los algoritmos tras las redes sociales saben cómo hacértelo perder. Gracias.
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