En educación, salvo cuatro que vamos a la deriva en nuestras opiniones, da la sensación que está triunfando un discurso mediático totalmente ideologizado. Mucho jabón a los míos y mucha crítica a los otros. Eso sí, con tan mala suerte que, por desgracia, el asunto ya empieza a heder demasiado. Entre los medios que encumbran determinados discursos educativos, hasta los que participan en su chovinismo descarado, da la sensación de que algunos ya han pasado de disimular para mostrar su creencia irracional en la superioridad de los suyos, frente a los indignos e inferiores que osan cuestionar su verdad absoluta.
Ayer, sin ir más lejos, se publicó una entrevista, por parte de uno de los defensores del régimen actual de la Comunidad Valenciana, en el que, de nuevo, alguien volvió hablar sobre educación en clave puramente ideológica. Si hasta en el propio artículo reconoce que «El enfoque de la LOMLOE me gusta, porque incluye muchas de las cosas sobre las que hemos ido reflexionando y trabajando durante años. Las personas que conozco que han estado detrás del currículo me dan la mayor confianza y trabajan de la manera que a mí me gusta». Joder, blanco y en botella. Le gusta la LOMLOE porque la han hecho los suyos y trabajan de la manera que a él le gusta. Sin disimulo ni nada. Los míos lo hacen bien, lo hacen de la manera que quiero y, por eso son personas de mi confianza. Pero, repito, no es un caso aislado, ni siempre es con el mismo sesgo. Lo uso solo como un triste ejemplo de lo que está sucediendo en educación.
Me sorprende ver alabar lo mismo que se criticó en su momento cuando lo legislaron otros por parte de algunos. Me sorprende ver también en el artículo que os he puesto anteriormente una mención, nada desdeñable, a la corrupción de una empresa de construcción que, curiosamente, se remarca que fue la que usó el PP para realizar todas las construcciones educativas en ese momento. Es que lo de meter cucharada ideológica, para satisfacer a los que pagan, ha hecho entrar en crisis al periodismo actual. Bueno, a gran parte de él. Reconozcámoslo, los periodistas tienen que comer y el que te pone el plato en la mesa te paga el sueldo. Y de ello depende tu promoción o decapitación. No es por justificar lo que escriben, pero sí para justificar los motivos por los que algunos escriben ciertas cosas.
En la Comunidad Valenciana hay obras empezadas que van con muchísimo retraso. El curso que viene se aumenta el horario lectivo en primero de ESO hasta las 32 horas para el alumnado, mientras se vende el discurso de agrupar por ámbitos porque así tienen menos profesores. Es que no hay por dónde cogerlo. Eso sí, en la Comunidad de Madrid, un determinado sindicato, que más parece el brazo político de un determinado partido, denunciando que la administración educativa de esa Comunidad pueda elegir cómo trabajar en el aula por imposición (fuente).Repito: no hay por dónde cogerlo. Ni el Ministerio, ni las Consejerías, ni… están haciendo las cosas a tiempo. Y eso mande quien mande. Ya veis que no es una cuestión ideológica, ni de míos o tuyos.
Resulta paradigmático ver a algunos que van abanderados de la necesidad de que no existan bandos, sumándose a un determinado bando. Críticos con determinadas asociaciones educativas, curiosamente participando en otras que, por cierto, salvo una quedada anual de amigos ideológicamente afines, una vez satisfechos sus objetivos para algunos, desapareció de la faz de la Tierra. Es que cuando ves que algunos critican, en caso de hacerlo, con la boca chica, movilizando masas cuando alguien hace una mala ley y se callan cuando los suyos hacen otra más perversa, no puedes menos que preocuparte. Bueno, no te preocupas. Lo que, como mínimo pides, es que algunos se tapen un poco. No por no poder opinar libremente y posicionarse acerca de qué se cree, desde la óptica de uno, acerca de lo que puede mejorar la educación. Esto va de otra cosa.
Yo puedo entender que la ideología prime frente a los hechos. Si no fuera así no se ganarían las elecciones por «rechazo a» o, simplemente, «es que me motiva el discurso del burrito sabanero». A algunos les parece bien todo lo que venga de los suyos. Incluso van a poder retorcer el lenguaje de tal forma que, al igual que sucede en determinados juicios y declaraciones mediáticas, puedan estar alegremente, con independencia de las pruebas, al lado de los suyos. No es malo priorizar. Lo que, como mínimo debería ahorrarse uno, es decir que lo hace bajo criterios supuestamente objetivos.
A ver, que estamos en un país (sí, ¡sé que no es el único!)en el que se va a aplaudir a los que te roban, te das de hostias por un fuera de juego o, simplemente, eres capaz de creerte los datos que te venden unos y otros, con independencia de los datos reales. Es que hay algunos que hasta son capaces de aplaudir los gráficos que le muestran en la televisión donde la barra del 6% triplica en altura a la del 8%. Ya os digo que la situación es totalmente surrealista.
En educación, volviendo al origen del post, algunos antes de hablar deberían taparse un poco. Es como aquel cuyo cajón flamenco se multiplicó por miles y sus dos horas de aula se convirtieron en una experiencia de cuatro décadas dando clase. No es malo tener ideología, ni hablar desde postulados ideológicos. Lo malo sería no tenerla. El problema está en ser incapaz de taparse un poco, cuando se afirman o dicen ciertas cosas desde un dogmatismo ideológico, pretendiendo que se dicen desde la supuesta objetividad.
Finalmente, me gustaría hacer una aclaración porque considero que es muy importante hacerla. No se trata de que uno no pueda estar a favor o en contra de la LOMLOE, de las competencias, de los proyectos o de determinados discursos educativos. Se trata de intentar, dentro de las posibilidades de uno, de leer y analizar las cosas con independencia del emisor del mensaje o el hacedor del hecho. Eso, a mi entender, es la clave de cualquier mejora, en el caso que nos ocupa, educativa. Y, por cierto, otro matiz importante acerca de lo que he escrito. Podría haber usado otro ejemplo, otro docente y otro periodista. Es que lo importante, al menos en lo que escribo, no es nunca la persona y sí lo que subyace tras ciertas cosas porque, al menos las personas, siempre se merecen respeto. Otra cuestión es lo que hagan o digan.
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