Hoy, aprovechando que mi cuerpo tiene que volver a pasar por su ITV semestral, voy a intentar subir de categoría en mi liga educativa. Intentaré ponerme a la altura de aquellos que, ungidos por las redes o los medios, han conseguido hacerse un hueco en los altares educativos donde, con un número de acólitos superior al que la lógica y el sentido común debería marcar, van diciendo (porque haciendo es complicado ya que muchos no pisan el aula, ni la han pisado nunca) ciertas cosas, exprimiendo conceptos y, como siempre, haciendo mil y una rectificaciones ante su discurso vacío con el fin de no pisar callos. Es lo que tiene el eduentertainment. Un concepto muy conocido que voy a intentar cambiar por el de tittytainment. Un concepto que proviente de la mezcla de “tits” y “entertainment” pero que, aislándolo de la parte más sexual, nos da una concepción del vocablo muy adecuada para lo que está sucediendo en la educación actual. Vuelvo a aclarar que en la educación de las redes y del mondadientes, ya que en el aula los alumnos marcan, por suerte, muchas cosas.

El tittytainment es “una mezcla de entretenimiento mediocre y vulgar, bazofia intelectual, propaganda y, elementos psicológica y físicamente nutritivos, que satisfarían al ser humano, lo mantendrían convenientemente sedado, perpetuamente ansioso, sumiso y servil ante los dictados de la minoría que decidiría su destino”. Seguro que a algunos os suena lo anterior. Y me gustaría aclarar que, a veces, la bazofia intelectual puede vestirse de intelectualidad cuando no es más que humo envuelto en falsas evidencias. Algo aderezado por la observación de lo que sucede en muchos centros educativos donde la democracia ha desaparecido, los cortijos están a la orden del día y, algunos pretenden imponer su control mediante determinadas estrategias de palo y zanahoria. Zanahoria para los “suyos”, palo para los que no acepten acríticamente sus decisiones cuando van en contra de la calidad de la enseñanza que debería darse a los chavales.

Existen muchos tipos de divertimento relacionado con la educación de intereses muy poco educativos. Hay de más burdos y más sutiles aunque, al final, todos acaban ahondando en el mismo interés. Y ya cuando uno se encuentra con pretendidos debates intelectuales acerca de la educación entre expertos cuyo único aval es el número de seguidores en las redes sociales, uno ya debería intuir que hay algo que no funciona. No son debates intelectuales. Son debates subjetivos que, al final, lo único que hacen es convertirse en un acto servil y dependiente al poderoso. Entiéndase poderoso como alguien que tiene mucho a ganar, directa o indirectamente, con determinadas prácticas o con difundir ciertas metodologías. Un pueblo inculto siempre es más manipulable que uno educado por tanto, qué mejor que ahondar en la guetización escolar para intentar mantener las élites en un modelo que interesa reproducir. El problema, por desgracia para los que lo intentan, es que relacionar élite económica con cultural, en ocasiones, no es tan sencillo.

Probablemente, casi nadie puede permitirse el lujo de criticar determinadas cuestiones porque, debido a la intrincada red de relaciones sociales, interpersonales y laborales que sujetan a cualquier persona en las sociedades occidentales (y también en el ámbito educativo) se impide hacer lo que se sabe que se debería hacer. El sacrificarse uno es complicado y, más aún cuando dicho sacrificio individual no tiene ningún tipo de consecuencias a corto plazo salvo las que ponen en la picota al crítico. Eso y el cierre de determinadas puertas, declaración de persona non grata en determinados lugares y, lo que es peor, intentos de aislamiento para que su crítica no llegue al resto de la sociedad. Lo de ponerse una diana en la espalda no es plato de buen gusto y, en ello se basan determinados personajes, empresas o grupos de presión.

Solo cuando el tittytainment se ve incapaz de seguir ignorando a sus críticos y fracasa en su propósito de reducirlos al ostracismo, es cuando se ve obligado a enfrentase a ellos y responder a sus acusaciones. En este momento, su defensor, hará cualquier cosa para eludir el debate y la confrontación y no dudará en intentar desviar la atención del meollo de la crítica recurriendo a cualquier estratagema que se le ocurra. De entre ellas, la más popular consiste en difamar y atacar personalmente a aquel que la formula en vez de rebatir sus argumentos. Se trata del viejo recurso retórico del ataque ad hominem; que no por conocido resulta menos efectivo. En una variación de esta estratagema, en el más puro estilo del neolenguaje orwelliano y con el único objetivo de sustraer el fondo de las cuestiones al conocimiento público, el defensor del tittytainment tergiversa sin el menor pudor los argumentos y las intenciones de los que proponen alternativas a sus dogmas. Así, por ejemplo, se califica a estos críticos como no interesados en la mejora educativa y reaccionarios (dando a entender de paso que el modelo pedagógico que propugnan los vendedores de ciertas educhuminadas campestres es liberal y progresista; necedad supina donde las haya) cuando resulta obvio que no hay una actitud más nefasta que la de someterse incondicionalmente al poder autoritario del modelo educativo más mediático.

Otra defensa realmente popular que utiliza el tittytainment es la de calificar a todos sus críticos como paranoicos o “teóricos de la conspiración”. Por supuesto es esta una acusación que carece de la menor base, lo que resulta obvio cuando observamos que la mayor parte de las críticas son más fundamentadas que la propaganda, vacía de contenido, que destilan la mayoría de intervenciones educativas más mediatizadas en los últimos tiempos. En realidad, las críticas al entetanimiento están basadas, o no suelen ser otra cosa, que extractos de informes públicos e investigaciones, aunque sin la parafernalia intoxicadora y diversiva que usualmente los acompaña.

Quizás algunos nunca lean esto. Muchos otros seguro que se tomarán las líneas anteriores como algo totalmente desproporcionado y alejado de la realidad paralela que nos intentan vender. Finalmente, a lo mejor alguien se plantea que hay cosas que le chirrían cuando oye determinados discursos. Lo importante es ser crítico, poner el sentido común en alerta y aplicar, al menos en el ámbito educativo al igual que haríamos en otros ámbitos de nuestra vida, el principio de precaución ante ciertos regalos envueltos en papel muy bonito pero que, al abrirlos, incluyen alguna sorpresa bastante desagradable.

El emperador va desnudo por mucho que algunos sigan diciendo, por motivos varios, que lleva un gran vestido plagado de brillante pedrería.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉


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