Antes de que nadie me lapide por entender lo que no estoy diciendo, hago una previa al post para indicar que estoy totalmente a favor de una mayor inversión en educación. Estoy convencido de que, a mayor inversión, seguramente podríamos ofrecer una mejor calidad educativa, pero…

Sí, todo tiene sus peros. Y en el tema educativo, al igual que en el sanitario, hay cuestiones clave acerca de la inversión y cómo se efectúa la misma.

Hace muchos años, cuando estaba en un equipo directivo, vinieron a mi centro a digitalizar ciertas aulas. Nos digitalizaron cuatro. Cada una con un proyector, una pantalla de esas que se bajaban, una caja de conexiones y un sistema de audio. Fue un poco antes del proyecto Escuela 2.0 (con diferentes denominaciones según Comunidad). Y, por conocer a alguien (¡sí, ya conocía a gente entonces!) pude enterarme de que cada una de las aulas costaba unos siete mil euros. Sí, lo habéis oído bien.

Como solo nos digitalizaron cuatro, decidimos tomar la decisión de aumentar el número de aulas “digitalizadas” disponibles. Y pedimos presupuestos a diferentes empresas para intentar, dentro de nuestras posibilidades económicas, poder asumir alguna aula más. Pues bien, conseguimos montar cuatro aulas más por unos diez mil euros. O sea, dos mil quinientos euros por aula. Con los mismos componentes de las mismas marcas de lo que nos habían montado. Incluso, en el caso de los altavoces, con un modelo superior. ¿Sorprendente? Pues no. La administración educativa aplica sobrecostes a todas sus adquisiciones. ¿Por qué? Pues no tengo ni idea. Antes pensaba que era por pagar a tres o seis meses. Después descubrí que muchos de esos pagos se realizaban a obra finalizada. Así que no se explica.

Dentro de nada van a inaugurar un nuevo centro educativo en mi pueblo. Cerca de veinte millones de euros, entre obras y dotación material. Una obra que, según arquitectos y albañiles que conozco, podría haberse hecho por mucho menos de la mitad. Ello implica que hay unos sobrecostes de más del doble. Estoy convencido de que la mayoría de los sobrecostes que se dan en el ámbito educativo, más que porque alguien se meta dinero en el bolsillo, son por mala praxis en los procedimientos de contratación de ciertas cosas. No en todos, pero sí hay cosas que chirrían en demasía.

¿Os habéis fijado que todas las mesas y sillas de dotación de los centros educativos proceden de la misma empresa? ¿Os habéis fijado que, cuando os dotan con algo, normalmente no es lo que necesitáis para dar clase? Es que yo he montado un taller de Tecnología de cero y, curiosamente, han enviado máquinas que nunca nadie ha usado para dar clase. Lo de enviar miles de plegadoras de plástico fue muy surrealista en su momento. Al igual que cuando envían un conjunto de autómatas que, siendo además los más caros del mercado, ya están obsoletos a la hora de distribuirse.

Cuando hablamos de inversión educativa deberíamos tener en cuenta a qué va destinada. No siempre una mayor inversión implica una mayor calidad educativa. Por eso, cuando os hablen de que se han invertido “tantos millones” en educación, preguntad dónde, revisad qué se ha pagado y a qué empresas se han adjudicado ciertas cosas. Hay muchos agujeros en los que se va dinero a chorro. Y como es dinero de todos, da la sensación que no importe. Y a mí sí que me importa porque, cada euro que se va por ejemplo a formación en pseudocosas, es un euro menos que se destina a capacitar profesionalmente y con calidad a los docentes. Cada euro que se destina a dotaciones de sillas y mesas a centros que solo necesitan mesas, y acaban poniendo en un almacén las sillas o tirándolas directamente, es un euro menos que se destina a arreglar los baños de los centros educativos o a contratar más personal de limpieza.

El dinero público no es finito. Por eso deberíamos exigir una inversión adecuada y que dicha inversión se efectuara en cosas necesarias. Y, además, ir eliminando esos sobrecostes. Sobrecostes que podrían destinarse a cuestiones realmente útiles y necesarias.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉


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