Ojalá tuviéramos recursos infinitos para educación. Ojalá pudiéramos tener un docente para cada alumno, un psicólogo para cada dos, y personal de enfermería para cada tres. Ojalá pudiéramos ofrecer una titulación específica para cada alumno, en función de sus necesidades y usar tantas metodologías como nos permitiera un tiempo cuántico infinito.
El problema es que no tenemos recursos finitos para educación. Destinar un euro a una cosa hace que, con toda la lógica, debido a lo finito del recurso, hayamos de detraer un euro a otra. Es decir que, al final lo importante es la gestión de los dineros que tenemos. Algo que no implica que debamos restringir esos dineros a modelos neoliberales de gestión. Es, aunque algunos puedan manipularlo por ahí, otra cosa.
Si realizamos codocencia con dos docentes para treinta alumnos estamos evitando la posibilidad de tener ratios reducidas de quince. Esto es así. No se puede mantener una codocencia con quince alumnos. Por tanto, hemos de elegir. O bien tener menos alumnos por clase, o bien destinar esos recursos a atender puntualmente ciertas cosas. Son dos opciones excluyentes: o bajada de ratios o codocencia. Y no, la codocencia no es reducción de ratios. Es otra cosa aunque algunos intenten venderlo como lo que no es.
Lo mismo que si ofrecemos, por ejemplo, un curso de formación sobre inteligencias múltiples con dinero público. Ofrecer ese curso implica que no podamos ofrecer un curso sobre evidencias en educación, didáctica de las ciencias sociales o uso de la plataforma educativa de nuestra administración. Es que repito que el dinero es finito y si se ofrece un curso de A, no hay dinero para ofrecer un curso de B. Es una simple resta de una caja única con una determinada cantidad de dinero. Dinero que se podría aumentar pero, por desgracia, hasta un cierto límite. ¿Está mal pedir más dinero para educación? No. Lo que hemos de pedir es más dinero y que además ese dinero se destine a cosas útiles.
No pasa solo con las cuestiones monetarias. Si decidimos aumentar la carga lectiva de una asignatura, estamos quitando horas de otra. Y ahí entra decidir qué es lo más importante para el alumnado. No para el profesorado ni para las familias. He dicho para el profesorado. Lo mismo que aumentar o reducir el número de módulos de familias profesionales. Más módulos implica más recursos a destinar a los mismos. Por eso debe hacerse un diseño con cabeza. Y teniendo en cuenta que cualquier decisión implicará dejar de hacer alguna cosa.
Ya si queréis entramos en la parte del aprendizaje del alumnado. Destinar horas a convertir la escuela en otra cosa que un lugar para aprender, implica menos tiempo a poder destinar a ese aprendizaje. Si queréis cambiamos la función de la escuela para que sea otra cosa pero, repito, esa decisión implica que vamos a reducir otras funciones básicas de la institución. No entro en si es bueno o no hacerlo. No entro en si es más positivo realizar sesiones de autoayuda y coaching emocional que aprender operaciones matemáticas básicas. Estoy diciendo que hacer una cosa implica detraer tiempo para hacer otra porque, al igual que los recursos económicos, los recursos temporales son limitados.
No sé si me he explicado correctamente. Es lunes y, a lo mejor estoy un poco espeso. Eso sí, lo que sí que me gustaría que os quedara claro a todos los que habéis leído esto es que, al final, por desgracia, con recursos materiales y temporales limitados, tomar una decisión u otra va a afectar a muchas cosas. Es por eso que acaba siendo tan importante una buena gestión como una correcta asignación de recursos. Sin lo primero podemos invertir hasta el infinito (que no se puede) y no funcionara nada. Sin lo segundo tampoco hay posibilidad de una correcta gestión porque es imposible gestionar la nada. Es todo muy complicado pero, como digo siempre, es cuestión de elegir. El problema es que muchas veces eligen por nosotros. Y no muy bien.
Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉
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