Nada. Seis meses desde la publicación de mi último libro y, por desgracia, no lo he petado en la cantidad de pasta que debería haberme sacado para retirarme de la docencia. Bueno, más bien me ha servido para sacarme para algún cortado y pagar los gastos de este blog que estáis leyendo. Es lo que tiene nunca acertar con las cosas que hago para poder estar subido en el dólar educativo.

No ha podido ser. Después de tres libros sigo dando clase. Lo sé. Sé que son de muy mala calidad y que, por desgracia, la aparición de un satisfyer en la portada hace que muchos, por educación conservadora previa, no lo compren porque va en contra de sus creencias. Eso sí, unos trescientos «amiguetes» se han dejado su dinero para hacerme feliz. Me ha hecho más feliz saber que a alguien le interesa lo que escribo que las cuatro perras chicas que me he sacado. Sí, algunos ya tenemos una edad y todavía nos acordamos de lo que nos contaban nuestros abuelos.

Es que me da rabia. Veo como algunos lo petan con mierdas como el DUA, montándose academias innovadoras u ofreciendo másteres que solo sirven para que la gente se deje la pasta haciendo mierdas y no lo entiendo. Tampoco entiendo que se vendan a toneladas libros que, salvo que están escritos por alguien que ha sido finalista en premios de empresas armamentísticas o bancarias, no tienen ninguna calidad ni aportan nada a la educación. Ni tan solo permiten, a diferencia de los míos, echarse unas risas. Es que no lo entiendo. No entiendo que algunos se saquen mil euros por una charla de hora y media. Y que haya empresas y administraciones que paguen esa cantidad para que alguien diga chorradas y frases motivadoras sacadas de esas tazas misterwonderfulianas. Es que hasta hay gente que cobra por defender la LOMLOE. Dónde vamos a parar.

Como docente vacacional y rico vocacional me sienta muy mal que lo de mis libros no haya sido un auténtico pelotazo. Sé que no aportan nada a la educación, salvo cuatro risas y cuatro rictus de mala leche en quién los lee. Pero, sinceramente, entre un pelotazo como el de la construcción de centros educativos o financiación de determinadas cosas que, todos los que damos clase, sabemos que no van a usarse para nada y acabarán reposando en sus cajas, creo que había espacio para mis libros. Especialmente para el último. Qué le vamos a hacer.

Seguiré hasta Sant Jordi (el Día del Libro a nivel más macro) haciendo publicidad en el blog de mi libro. Es que, como he dicho siempre, el problema que tengo es no haber conseguido callarme ciertas cosas porque, si no hubiera sido así, hubiera conseguido la misma pasta que esos tan molones a los que les gusta tanto etiquetar y pertenecer a clubs de postín educativo. O, simplemente, a esos que venden un día ABP, al día siguiente inteligencias múltiples, montan una academia para profes o redactan cursos para el INTEF o la administración educativa de turno. Es lo que tiene no saber de mercados. Es lo que tiene no haber hecho una buena estrategia comercial. O, simplemente, reconozcámoslo, es que todo lo que puedo ofrecer es una mierda. Eso sí, igual de mierda que muchas otras cosas.

No me hagáis mucho caso con el post de hoy. Ayer una micromudanza acabó con mi poca salud. Y esta mañana me he dado cuenta de que, por ser pobre y no tener pasta para contratar una empresa para que me lo hiciera, noto dolor en lugares que no sabía que fuera posible tenerlo. Disfrutad del domingo… y ya si eso ¡comprad mi libro! Mis finanzas os lo agradecerán. Y yo también.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉


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