Hoy estoy calentito. No hablo en el sentido sexual porque, sinceramente, debo reconocer que los que sienten orgasmos por conversaciones en las redes sociales están, como mínimo, faltos de muchas cosas. Especialmente de las que tienen que ver con capacidad intelectual y currículum para hablar de ciertas cosas.
Ya me repatea que un tipo vaya dando lecciones de lo que sucede en un aula sin haberla pisado nunca. Más me repatea que enlace artículos de investigación que, o bien no se ha leído, o bien ha sido incapaz de entender. Una tesis doctoral, por cierto, puede ser un truño o algo bien hecho. No por publicar más o hacerlo a peso uno tiene más sabiduría acerca de ciertas cosas. No solo me refiero a cuestiones educativas.
En los últimos tiempos han aparecido una gran cantidad de mamarrachos (bueno, ellos se autodenominan expertos) en inteligencia artificial y su uso en el ámbito educativo. Joder, que ni tan solo saben qué significa el concepto de algoritmo. Para hablar de modelos de inteligencia artificial y su uso en el aula. Lo sé. Hay muchos que se apuntan a todas las modas educativas habidas y por haber. Y lo mejor para apuntarse a ellas, es pensar que saben algo de las mismas porque han preguntado un par de cosas al chatGPT o han buscado en Google.
Sin Google la mayoría de tipos que dan lecciones pedagógicas serían unos simples pagafantas de manual. Si les quitas el PowerPoint (Genially, Canva o similares) cuando suben a la tarima a decir chuminadas campestres, serían incapaces de articular un discurso coherente. Es lo que tienen los vendehúmos de tarima. Son unos putos negados en todo. Sí, he dicho putos. Es mi blog y me expreso como me da la gana.
Ahora estoy empezando a retomar de nuevo mi afición por el ajedrez. Juego online y, dentro de nada voy a acercarme al club de mi pueblo (cuando haya practicado un poco). En las partidas más lentas he empezado a deducir que hay algunos que, antes de efectuar cualquier movimiento, consultan cuál es la mejor jugada al ordenador. Lo mismo que algunos para pasarse juegos. Buscan pistas o trucos para conseguir vidas infinitas o derrotar al cuarto genio, envuelto en llamas, que es imposible de derrotar salvo que seas un crack en el juego. O con mucho tiempo probando y experimentando (léase muchas horas de juego).
Pues lo anterior sucede en educación. Hay mucho mamarracho de la pedagogía. A veces se hallan en púlpitos universitarios, otros se supone que dan clase y hay un grupo, cada vez más numeroso, de tipos y tipas que se montan chiringuitos chachiguays para vender no se sabe qué. Eso sí, si algún día tenéis la posibilidad de tener una charla con ellos veréis lo limitados que son a todos los niveles.
¿Qué eres? Docente experto en inteligencia artificial ¿Eres informático? No, he estudiado Pedagogía. Nada. Circulen.
No me lo tengáis en cuenta. He acabado un poco desquiciado hoy con las impresoras 3D que solo imprimen lo que les da la gana. Y por no desahogarme con ellas lo hago en este post. My home, my rules.
Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉
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Yo soy ingeniero de software y sé un poquito de IA. Pero un poquito. Desde luego, usar ChatGPT en el aula no es…