No puedo menos que sentir hilaridad absoluta al pasarme, cuando tengo algunos minutos de sofá, por algunos perfiles de docentes y allegados en las redes sociales. Ya no me preocupa el nivel del debate educativo. Un nivel del que, en los últimos días, ya he dicho en este blog que es, al menos en el dospuntocerismo (des)ilustrado, entre bajo y muy bajo. Lo que me causa un verdadero exceso de carcajadas es el leer a ciertos personajes defender algo o a alguien por el simple hecho de que hay otros (los «enemigos») que lo cuestionan.

Estos días se ha publicado un artículo de un «experto» en educación en el que defiende que la codocencia es mejor que desdoblar el aula. Sí, mucho mejor para ese «experto» ser dos en un aula de treinta alumnos que tener dos aulas de quince. Va en contra de lo que dice (casi) toda la investigación educativa, desde Hattie hasta la mayor parte de la bibliografía que incorpora Napoles en su análisis de la codocencia. Pero da igual. Para algunos solo valen las pocas investigaciones que dicen lo que uno quiere oír.

Pero no voy a entrar en el debate acerca de si es mejor o no la codocencia. Tampoco voy a entrar en los motivos por los que hay algunos perfiles en las redes sociales que defienden ese modelo aunque, ya os digo yo, que en casos que conozco de primera mano por sus compañeros, lo defienden porque les permite ir a hacer bolos sin ningún problema. Tener a un compañero que asume su tarea docente es muy interesante para poder dedicarse a evangelizar. O para tener una reducción de carga lectiva. Es que tan solo hace falta conocer un poco el percal. Por cierto, ¿qué sentido tiene una codocencia con treinta alumnos en la Universidad? Lo sé. Mantener puestos de trabajo innecesarios que nos permiten pasar el día amedrentando e insultando en las redes sociales a los «enemigos». Es que, al final, nos conocemos todos.

Donde sí voy a entrar en las críticas y apoyos que ha recibido el «experto» que defiende la codocencia. Críticas que van desde que no ha pisado un aula de etapas obligatorias desde que era estudiante, hasta la manipulación interesada que dicen que hace en el artículo. O, simplemente, saber empíricamente que desde un aula sabiendo que, salvo los cuatro que viven muy bien gracias a la codocencia (hay excepciones en los que se lo curran), la mayoría de los docentes que conocemos prefieren grupos más pequeños que grupos grandes con más docentes por aula. Y no, no se puede reducir ratios y hacer codocencia a la vez. El dinero es limitado.

Pero, lo que me ha sorprendido no son las críticas al «experto» que ha recibido, en la mayoría de interacciones, de docentes de a pie. Lo que me ha sorprendido son los apoyos de algunos al «experto». Más todavía viniendo de personas que le habían cuestionado hasta la saciedad en el pasado y le habían dicho de trepa hasta arriba. Entonces, ¿por qué ahora le defienden? ¿Por qué ahora critican a los mismos que le cuestionan con palabras más suaves de las que les dedicaron los que ahora le defienden sin fisuras? Pues porque esto de la educación para algunos es una cuestión de bloques. Si alguien defiende «lo mío», debo defenderle sin fisuras. Y ya no digamos si alguien es atacado por mis «enemigos pedagógicos». Entonces, el menos enemigo se convierte en mi amigo. No solo pasa en el ámbito educativo.

Siempre he dicho que algunos me sorprenden más a día que pasa. Y lo dice alguien al que han llamado de todo hace poco… y al que seguramente volverán a llamar de todo después de leer este post porque se sentirán reflejados en él. Lástima que ellos se miren muy poco en el espejo porque, quizás lo que descubran es que, al final, los únicos (…) son ellos. ¡Qué nivel, Maribel!

No me gustaría finalizar el artículo sin decir que, como estoy diciendo en los últimos tiempos, acudir a lo personal es, aunque sea mezclándolo con una crítica por el currículum o experiencia, es siempre un error. Se puede generalizar con los trepas de manual pero, sinceramente, creo que a veces, por estar influidos por los algoritmos y la necesidad que nos generan para hacerlo, nuestras críticas se nos van a todos un poco de las manos.

Dedico este artículo a los que esta semana van a hacer posible, desde sus lugares de trabajo, que la educación sea un poco mejor que la de ayer. O que, al menos, lo van a intentar. Son mayoría y siempre, en la mediatización interesada de (parte de) la educación, son los grandes olvidados. Y no, no estoy hablando solo de los docentes. Estoy hablando de ellos, del alumnado, de sus familias y de todos los que, desde otros lugares, siempre aportan para mejorarla.


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