Me he enterado hace poco del traspaso, fallecimiento o «espichamiento» del edugurú, reconvertido en sir, que formuló la maravillosa frase pantagruélica de «las escuelas matan la creatividad». Un vídeo TED visto por millones de personas, incluyendo docentes que, aplaudiendo cual focas amaestradas, se quedaban con una sola frase de alguien que, por lo visto, ahora debe buscar los elementos en el plano astral. Un detalle antes de que alguien me salte a la yugular… cuando alguien muere, todo mi respeto a la persona y un nulo respeto a sus ideas. Las ideas pueden ser no respetables y, como bien sabemos, una cuestión es criticar la estatura o la falta de huevo de Paco y, otra muy diferente criticar su sublevación, su posterior dictadura y, cómo no, su enriquecimiento personal y familiar.
Y lo anterior me lleva a reflexionar acerca de la gruta en la que se deben esconder todos aquellos fulleros de la Escola Nova 21, los chiripitiflauticos del aprendizaje basado en el empoderamiento emocional, el tipo que hablaba con los diplodocus o, simplemente, todos aquellos que, teniendo como gran gesta educativa la creación de un cajón flamenco con su alumnado, abandonando al poco cualquier relación con la educación real, se dedicaron a convertir ese cajón en miles de ellos y un sinfín de arpas tocadas por orondos querubines. Joder, con lo necesarios que son ahora todos ellos van y desaparecen. Solo enseña la patita uno que hace vídeos porque, en unos días de montar un sidral con docentes, publicita un determinado producto.
Estamos necesitados de iluminación educativa. Estamos en un bucle de hidrogeles, mascarillas y kilos de vaselina para la comunidad educativa. La Ministra solo se dedica a vender aforo para ver las clases de «gimnasia» y a decir que, con el airecico que correrá abriendo las ventanas (que se lo digan a los de Teruel) el «bicho» se va a difuminar por arte de magia. Todo controlado dentro del descontrol. Se necesita misticismo, luces en la oscuridad, faros de queroseno y un montón de alcalinas triple A. La educación necesita a sus gurús. A sus influencers. A sus fabulistas de mensajes inverosímiles. A esos cuya flauta envidiaba el de Hamelín.
¿Dónde están los edugurús cuando se les necesita? ¡Volved! Eso sí, solo los que lo podáis. Los que estéis en otros lares, conviviendo con Freinet, Montessori, Rousseau o alguno de esos cracks que, lamentablemente, no nos dejan ni un triste burofax, os damos bula. Los demás a ver si bajáis a ver a los pobres docentes que, entre pitos y flautas, ya no saben bien el agujero por el que soplar. Y si necesitáis transporte, os enviamos un Uber. Que para eso nos llegaría después de hacer una campaña de crowdfunding.
No he podido resistirme 😉
Descubre más desde XarxaTIC
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.