Ayer publiqué un post en el que exponía algunas dudas (o más bien traducía las dudas que tienen otros que saben mucho más que yo) acerca de la metodología del Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP). Como respuesta al mismo, en Twitter hubo algunos que me preguntaron cuál sería mi enfoque metodológico en las aulas en las que impartía -este es mi tercer año de desertor de la tiza- clase. Y como me gusta intentar responder más allá de un tuit que obvia muchos matices por la limitación del formato, voy a intentar desarrollar la respuesta.

Voy a hacer una respuesta muy corta: no hay una metodología estándar que funcione en un aula y que sea extrapolable a otras. Una vez aclarado lo anterior hay dos errores metodológicos clave, en función de lo que se pretenda en el aula: sobrevivir en determinados grupos o hacer que el alumnado aprenda. Ahí está la clave de todo porque, si al final lo único que uno pretende es sobrevivir, sí que pueden ser válidas para el docente todas las metodologías basadas en «hacer cada día una cosa diferente y lo más motivadora posible». A ver, hay estrategias de aulas que no van a servir para que el alumnado aprenda pero sí que son muy cómodas. Entre ellas está la del aprendizaje no dirigido y del dejar que el alumnado aprenda lo que le dé la gana. El sueño húmedo de algunos porque, vamos a reconocerlo, es más cómodo usar metodologías que no presionen al alumnado ni le obliguen a tener escucha activa en un orden determinado que, o bien ponerlos delante de un ordenador para que hagan lo que les dé la gana (bajo excusas de ciertos proyectos sin ninguna base pedagógica), montar animaciones y juegos sin ningún tipo de trabajo previo o, simplemente, hacer ver que no ves que están pasando completamente de ti. Y, a pesar de lo anterior, hay clases que se te hacen muy lentas.

El alumnado no está acostumbrado a permanecer en silencio. El alumnado no vive en una sociedad en la que se premie el trabajo. El alumnado vive en un contexto en el que, al menos a partir de ciertas edades, se hace imposible que la mayoría miren una película en la televisión sin estar enviando corazones en Instagram mientras las están viendo de refilón. Sirve también para todos aquellos que creen que si les pones un vídeo lo van a ver en casa sin dejarse llevar por cambiar de página. No, vamos a ser sinceros… si el alumnado ya no está acostumbrado a ciertas cosas (ni lo estamos los adultos), ya sabemos que esa metodología no va a funcionar.

Por tanto, ¿qué metodología funciona en el aula? No tengo ni idea. Dar clase y que en la misma el alumnado aprenda depende de tantos factores que, al final, se hace imposible decir que esto funciona o esto no. Lo que sí que está claro es que las posibilidades de éxito y de mayor aprendizaje del alumnado va a depender de qué entendemos como aprendizaje, cuáles son nuestras capacidades como docentes (a nivel de saberes y de saber transmitirlo) y si realmente queremos que aprendan o simplemente vamos a sobrevivir.

Eso sí, si alguno quiere que alguien le dé una respuesta a la pregunta planteada en el título del post, le recomiendo que siga a alguno de esos que tienen verdades absolutas y que siempre todo lo que hacen les funciona fantásticamente bien. Eso sí, recordad que el papel (o las redes en este caso) lo aguantan todo 😉


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