Resulta harto curioso que, por motivos ignotos, haya tanto interés en recuperar métodos educativos que ya demostraron anteriormente su fracaso. Hay un vaivén de métodos e idealizaciones de los mismos sin, en ningún caso tener en cuenta cómo funcionaron en su momento. Son legión en los medios y en las redes sociales los que reivindican modelos educativos tipo Summerhill que, sinceramente, lo único que han demostrado en repetidas ocasiones es que no funcionan.

Desde hace un tiempo no hay webinar ni formación «innovadora» en la que no nos vendan las bondades del ABP (Aprendizaje Basado en Proyectos). Además, lo que resulta curioso es ver como si acudes a la charla de un gurú del ABP y después a la de otro, ves que tienen concepciones totalmente diferentes de lo que están vendiendo. Eso sí, todos ellos esconden determinadas cuestiones que subyacen tras esa metodología.

Aprovechando que hay personas que lo dicen mejor que yo, voy a traducir un trabajo realizado por  Prashish Khare en el que dice algunas cosas del ABP.

  1. El ABP no s siempre el método más efectivo y no debe ser usado a lo largo de todo el proceso de enseñanza por parte del profesorado. Su eficiencia e ineficiencia debe ser evaluada en función de la relación entre costes y efectividad. Es decir, entre la comparación entre los esfuerzos hechos por parte del docente y la dedicación mostrada por el alumnado, junto con el grado de aprendizaje obtenido en relación al uso de otras metodologías.
  2. No es recomendable para alumnado poco motivado. El alumnado más desfavorecido y que, precisamente es el que más historia de malos resultados ha tenido a lo largo de su devenir escolar, generalmente tiene un bajo nivel de curiosidad y pueden ser reacios a buscar nuevos conceptos como resultados de experiencias previas muy negativas.
  3. Si el estudiante no sabe de lo que va a tratar el proyecto, es difícil que pueda usar ABP hasta que el profesor haya presentado los conocimientos al mismo. Por tanto debe usarse solo para reforzar aprendizajes previos y no para introducir nuevos saberes.
  4. La investigación y las discusiones a menudo ocupan más tiempo del esperado. Explorar las ideas a fondo también requiere más tiempo que depender de fuentes de conceptos conocidas.
  5. Los profesores deben seleccionar las preguntas principales cuidadosamente, para que el estudiante pueda aprender los contenidos requeridos en el currículum.
  6. Los estudiantes necesitan ser lo suficientemente libres para discutir su investigación, pero los docentes deben mantener el orden para que los estudiantes puedan trabajar productivamente. El control de este tipo de proyectos no puede darse en aulas con mucho alumnado.
  7. El docente a menudo siente la necesidad de dirigir la lección para asegurar que los estudiantes reciban la información correcta.
  8. Con frecuencia, los docentes permiten al estudiante demasiada independencia sin un modelo de pensamiento adecuado, situación estructurada o retroalimentación.
  9. Los docentes que no han utilizado la tecnología como «herramienta cognitiva» tienen dificultades para incorporarla a sus aulas.
  10. Los docentes tienen dificultades para diseñar un sistema de evaluación que entienda el alumnado. Los resultados que esperaban de sus alumnos no siempre requieren que sinteticen información o generen nuevas representaciones conceptuales. La evaluación de los resultados del aprendizaje con este método es difícil.

Si a lo anterior añadimos lo habitual que es en el caso de aplicar esta metodología de la producción de parodias educativas en lugar de proyectos educativos y perder valioso tiempo de clase, ya tenemos algunas pegas a incorporar a la metodología.

Podemos también cuestionar la metodología revisando investigaciones que hablan acerca de la efectividad del método transmisivo de saberes (mucho más potente que el aprender haciendo). Y si añadimos el discurso anti constructivista imperante por parte de algunos por desconocimiento de qué es el constructivismo y de que, a más conocimiento, más conocimiento uno puede crear, ya tenemos un estado de opinión propicio a la aparición de ciertas estrategias metodológicas que, en lugar de tener su espacio dentro del aula, pretenden fagocitar todo el espacio.

Es que, tal y como dice el psicólogo Daniel T. Willingham, el problema no es el ABP o cualquier otra metodología; el problema es que debe preferirse cualquier metodología a una metodología hecha de una manera mediocre. Y el ABP, tal y como nos lo están vendiendo en los medios, en las redes sociales y en los cursos de formación (cada formador y defensor del ABP te lo vende de una manera) dista mucho de ser algo bien formulado.


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